MALLORCA

VIAJES


La cara oculta de Mallorca

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Claro que están esas Baleares que todos nos imaginamos. Las Islas de los guiris y otros turistas de la Península en busca de las tres eses: sol, sangría y sexo. También hay pueblos tomados enteramente por extranjeros, jubilados o artistas, que han optado por un retiro dorado, creyendo encontrar la tranquilidad que no tienen en otros lugares.

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Pero hay otra Mallorca, que nos fuimos a buscar y que conviene conocer, sobre todo para quienes quieren unas vacaciones distintas o no disponen de un gran presupuesto o de mucho tiempo.

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Esa Mallorca oculta pasa, sobre todo, por la Sierra de Tramontana, que recorre la Isla a lo largo de 90 kilómetros por toda la costa Oeste, desde el Cap de Formentor hasta Andratx. Allí las montañas caen hacia fértiles valles por un lado y hacia el mar por el otro. Un poco más abajo de las cumbres peladas y sus laderas con pinos y encinas, en las terrazas se cultivan olivos, algarrobos, almendros, naranjos y limoneros. El mejor medio para conocerla es dejarse caer en cualquiera de los pequeños pueblos de la zona y comenzar a patear, sin prisa, por sus callejuelas y por los muchos senderos que hay, parte de ellos señalizados y recuperados por la Escola de Magers de Soller.

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El triángulo de oro está formado por Deiá-Soller-Valdemossa. Cualquiera de las sendas que lleva de un pueblo a otro es un paseo recomendable. Con un poco de paciencia, pronto aparecerán los caminos de los nevateros, trabajadores que apilaban la nieve en capas muy apretadas en las casetas de las montañas durante meses, para luego bajarla en mulas hasta Palma, donde se utilizaba sobre todo para preparar sorbetes.

 

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Tal vez los más interesantes de los senderos sean el Camino que el Archiduque Luis Salvador de Austria-Toscana hizo construir a finales del siglo pasado entre Valdemossa y Deiá, para que pudiera contemplar a caballo sus posesiones situadas a ambos lados de la cordillera, y el Barranco de Binaraix, una calzada árabe empedrada que lleva desde Soller al Puig de l’Ofre (1.090 metros). Ninguno de los dos supone una gran dificultad, sobre todo si se toman los primeros tramos sin demasiadas prisa.

 

De especial belleza es el Torrente de Pareix. Su duro descenso, en seis horas desde el alto de S’Entreforc, donde se juntan los torrentes de Lluc y Gorg Blau, hasta la Cala Sa Calobra, necesita una cierta preparación. Por la garganta será necesario nadar, escalar o sortear pozas y cascadas, siempre que el torrente lleve agua. El final, en una pequeña cala pedregosa entre dos rocas, es el lugar perfecto para tomar un pequeño descanso. La vuelta a la cima habrá que hacerla a dedo o andando, si aún quedan ganas, por una de las carreteras más increíbles que se puedan pisar, con doce kilómetros abundantes en curvas de trazado imposible.

 

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Otro lugar de visita casi obligada es el Cap Formentor, la parte más al Norte de la Isla, al que se llega por una carretera de 20 kilómetros con acantilados de hasta 200 metros de altura, pequeñas calas y vistas de Menorca.

 

Las zonas húmedas son los rincones de mayor interés natural de la Isla. La primera, el Parque Natural de S’Albufera en la bahía de Alcudia, un conjunto de tierras bajas inundadas todo el año, con una vegetación de cañaverales y una gran colonia de aves acuáticas. Para su visita se necesita un permiso gratuito que se puede conseguir en el mismo Parque. La otra se encuentra detrás de las dunas de la salvaje playa de Es Trenc. Salobrar de Campos es una antigua zona pantanosa, convertida hoy en salinas, con abundancia de aves y que también necesita de autorización para su visita.

 

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Toda esta información puede disfrutarse de forma mucho más detallada en el libro «Andar por las Sierras de Mallorca» (Editorial Penthatlon, 2.000 ptas.), que propone 18 recorridos con todas las explicaciones necesarias y planos pormenorizados.

 

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Para acabar el día nada mejor que un baño, y lo más recomendable es buscar entre los 550 kilómetros de costa de Mallorca las playas alejadas de las rutas habituales. Cala Mármols, Es Trenc, LLuc Altari, Cala Barques y Cala Torta están entre las mejores, sin explotar aún, con el inconveniente de sus complicados accesos, pero con la ventaja de que no pasa nada si uno se ha olvidado o no quiere llevar el bañador.

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