LILA DOWNS

Lila Downs, un poquito de gracia y otra cosita

 

Si bien la búsqueda de la identidad es una de las ideas básicas que subyacen al último disco de Lila Downs, esta cantante mexicana-estadounidense no deja de utilizar su impulso creativo para explorar aquello que nos une, dejando a un lado lo que nos separa. One Blood (Una sangre), su cuarto y más esforzado trabajo de estudio hasta la fecha, recoge una gran variedad de estilos y sonidos para hacer de esta grabación una de las más eclécticas y atractivas del 2004. 

Ello no significa que One Blood se olvide de las raíces. “Para mí,” dice Downs, la hija de un pintor y cineasta estadounidense de origen escocés y de una cantante mixteca, “expresar la cultura latina es una pasión que ha marcado toda mi vida.”  

Gracias a la combinación de una formación en el canto clásico con una enorme intensidad emocional, su formidable voz tiene tantos registros como variados son los músicos a los que reúne. Un guitarrista brasileño, un bajista cubano, un batería chileno, un arpista mexicano y un pianista/ saxofonista de Nueva Jersey, que hace al mismo tiempo de director musical; todos aportan su particular talante musical para crear un sonido latino vigoroso y jazzy que no se decanta por una sola dirección, sino que recorre cada una de ellas. 

En un momento de efervescencia de la cultura latinoamericana en Estados Unidos, en el que las obras cinematográficas y musicales marcan el camino en nuestra cada vez mayor formación en lo global, la vena lírica de Downs pone de manifiesto toda su herencia. “La cultura mexicana en Estados Unidos es casi invisible, pues es la cultura de la clase trabajadora y del lumpen de este país,” sostiene la cantante. “Es un aspecto que todos queremos obviar porque es doloroso para los que somos mexicanos, y si no eres mexicano, no lo llegas a percibir. Eso es lo hermoso del renacimiento cultural de México a través de determinadas películas y de la música; la gente comienza a saber más de nuestras raíces indígenas, algo que no había ocurrido hasta ahora.” 

En esa búsqueda de la identidad, One Blood abunda en temas de hondo calado, y Downs los aborda con una viveza poco habitual. Su voz abarca desde lo sugerente, como en “Dignificada” –una espléndida canción que avanza a lomos de la guitarra sobre una abogada asesinada en 2002 por luchar por los derechos humanos-, hasta lo más incisivo, como en el oscuro encanto que destila “Cielo Rojo”.  

Comprometida con la cara más seria de las cuestiones políticas y sociales, Downs no se olvida de la diversión, tal como se percibe en su interpretación, animada por los instrumentos de percusión, de “La Bamba”, una canción dada originalmente a conocer por Ritchie Valens (y más tarde por Los Lobos) que procede de la tradición del son que se escuchaba en Veracruz un siglo atrás. 

La Bamba” es algo que he querido hacer desde hace mucho tiempo,” afirma Downs. “Me preguntaba cómo establecer un vínculo con nuestros ancestros africanos, nuestra ‘tercera raíz’, como nosotros la llamamos. Trata también de una guerra que tuvo lugar en Veracruz; hay un verso que dice ‘¿Yo seré marinero? Nunca lo seré’. En cierto modo quería retomar esa idea.” 

Su reciente traslado a Nueva York ha ampliado el espectro sonoro en que se mueve Lila Downs. Ahora que reside en la aldea global más grande del mundo, se halla muy lejos de los dos lugares en que se crió, Minnesota y las montañas de Sierra Madre, en Oaxaca. Mientras vivía en entornos tan dispares, siguió los pasos artísticos de su madre cantando mariachis ya con ocho años. Continuó su formación musical, ya adolescente, estudiando canto en Los Ángeles y en la Escuela de Bellas Artes de Oaxaca, y la culminó licenciándose en canto y antropología por la Universidad de Minnesota. Su amor por las tradiciones populares se vio incrementado cuando comenzó a viajar de un lado a otro siguiendo a los Grateful Dead, haciendo y vendiendo joyas para poder ir de ciudad en ciudad. 

Su crecimiento en un entorno artístico impulsó, indudablemente, su carrera musical. No es de extrañar que un mismo disco recoja canciones como su formidable versión de “La cucaracha”, una canción popular mexicana que cuenta cómo se daba marihuana a los soldados para luchar por la revolución, y la vivaz “Viborita”, un divertido corte sobre “la pequeña serpiente del mar.” Otro de los hitos de este disco es “Brown Paper People (Los de las bolsas de papel de estraza)”, que comienza con estos hermosos versos. “Mira un continente escondido/ Mira un paraíso enloquecido / Mira a los dioses, extranjeros en ciudades de oro líquido/ Mira a los de bolsas de papel de estraza / Mira la huella y el dinero/ Mira ese extraño pájaro, al hombre serpiente /Mira el oro en su jardín.” 

“Esta canción trata de ese concepto de la colonización que han forjado los hombres, de su poder sobre los otros,” señala Downs. “La bestia que habita en nosotros vive todavía, y no sé qué hacer para evitarlo, así que escribo sobre ella.” Downs, que tampoco olvida el asunto de la situación de la mujer, ha asumido la responsabilidad de erigirse en un personaje de notable relevancia social de una integridad intachable. Sus tres primeras grabaciones –La sandunga, Border (La frontera), y Tree Of Life (Yutu Tata – El árbol de la vida)- abordan el tema de la toma de poder por las mujeres, tanto en el ámbito social como en el personal, y One Blood insiste de nuevo en ello.  

La principal baza con que cuenta Lila Downs desde el punto de vista creativo es su capacidad para llegar a lo universal cantando desde lo más intimo y personal, y no hay mejor ejemplo de ello que “Mother Jones”. Dedicada a Mary Harris “Mother” Jones, una inmigrante irlandesa que acabó por convertirse en una de las grandes activistas por la reforma de las condiciones laborales en el siglo XIX, en esta canción con aires de blues se percibe el latido de una intensa vida, dulcificada por el suave sonido del acordeón. La propia Jones comentó en una ocasión que “no soy una humanista, soy una provocadora,” y uno tiene la sensación de que Lila Downs comparte ese modo de actuar. 

Aún dentro de toda estas preocupaciones sociales, la música de Lila Downs tiene un profundo hálito espiritual. No se trata de un enaltecido ideal de lo divino, sino de un asentado concepto de la comunidad y de su relación con la historia. La idea de “una sangre” resulta atrayente sobre el papel, pero Downs utiliza sus investigaciones universitarias y su conocimiento de lo popular para encontrar ejemplos, sacando a la luz la diáspora mexicana en la modernidad a través del arte.  

Su amor y su conocimiento de las historias populares en la ópera y sus estudios del simbolismo creado por las mujeres triqui en sus telares revelan el vínculo que busca establecer entre fábula y realidad. En opinión de Downs, “la cultura mexicana, la antigua y la moderna, tiene mucho que enseñar al mundo, y pongo todo mi empeño en compartir todo ese conocimiento.” 

Downs es plenamente consciente de estas aparentes paradojas: al tiempo que explora y da a conocer la historia de su pueblo a todo el mundo, sabe bien que “las raíces de mi arte -ciertamente, de todo arte- sólo pueden sentirse, nunca explotarse. La clave de la evolución, en lo artístico y en lo social, es algo que experimenta íntimamente cada individuo. Las personas que comparten sus conocimientos son las que ayudan de verdad a toda la comunidad.” One Blood es la contribución de Lila Downs a esta expansión, tan necesaria como reveladora. 

Xavier Valiño

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