LEMONHEADS

Lemonheads, tu tipo favorito

 

 

Evan Dando, el eterno adolescente guaperas temido y perseguido por las fans de todo el mundo, ya tiene un nuevo disco, Car Button Cloth, y una casa. Por primera vez en los últimos años ha dejado de vivir en los hoteles y en casa de los amigos y se ha buscado una habitación. Lo que puede dar una buena idea de su estado de ánimo, después de unos años en los que lo ha probado todo y en los que pasó de ser el personaje más relevante de la escena alternativa a ser el chiste más fácil del mundo del rock. Aún no es capaz de enfrentarse por completo a sí mismo, pero se ha hecho cargo de su imagen pública y reconoce tener una razón para vivir en medio de los tormentos habituales. Falta saber cuánto tiempo le durará.

 

Durante un tiempo tus aventuras extramusicales fueron la comidilla de toda la prensa mundial. ¿Qué pasó exactamente para llegar a aquella situación?

– Supongo que me perdí un poco durante un tiempo. Eso fue todo. Después me pasé dos años preguntándome qué iba a hacer. Durante este tiempo la gente esperaba algo de mí y yo no tenía nada que darles. Tenía una novia que era granjera y solía llevarla a la granja a las siete y media de la mañana y recogerla a las seis de la tarde. Eso era algo. Y terminó en el otoño cuando se  acabaron las labores de la granja.

 

Una buena parte de tu nuevo y octavo disco Car Button Cloth es un tanto triste y enfermizo, como esa letra que dice «Qué alivio encontrar que te vuelves loco, que no hay nubes o árboles, que no hay pájaros y no quedan cenizas en tus ojos«.

– Todo el mundo que me conoce sabe que soy bastante triste y que estoy loco. Por muy mal que tuviera los cables, todo se volvió peor durante aquella época de la estrella del pop, el auténtico fiasco. Cuando no me permitieron ni siquiera salir de gira, tuve que parar y reconducir mi vida, y lo que vi dentro no era demasiado agradable. Así que tuve que sacar todo aquello de mí, por lo menos hablar de ello, aunque sólo fuera conmigo mismo. Supongo que tengo una visión bastante pesimista y aquella imagen de mí como la persona más feliz del mundo no era más que una engaño preparado.

 

Los problemas suelen empezar cuando acabas las giras. Mientras tanto pareces disfrutar de este mundo. De todas formas, cuando acompañabas a Oasis en el verano del 94 es cuando todo empezó a desmadrarse.  

– Estaba tocando en los mismos festivales que ellos, así que me monté en su furgoneta y cargué el motor, ya que no quería parar. Cuando escribimos «Purple Parallelagrams» estábamos en Amsterdam y no podíamos pillar nada, así que tomamos una droga que el médico me había prescrito para el insomnio, que se llamaba así. No fue nada planeado, simplemente ocurrió. Era mi frase y el comienzo de Noel Gallagher. Hay una cinta por ahí en la que estamos tratando de imaginarnos la canción. Cuando estuve de gira con ellos fue cuando acabé realmente destrozado. Mark Coyle, su técnico de sonido, dijo la mayor verdad, y eso hizo que le cogiera aprecio a la banda. Yo sentía que me quería morir y el me decía: «No deseas eso para la historia de tu grupo, aunque de hecho no sería una mala cosa». La verdad es que Oasis son terribles.

 

Llegó un momento, cuando estabas en Australia y tenías que regresar a Los Ángeles, en que perdiste el control totalmente, después de tres días sin dormir, consumiendo todo tipo de sustancias y retenido por la policía.

– Perdí la cabeza en Australia. Creía que todo era una conspiración privada, aprendiendo extrañas formas de chocar las manos, poniéndole grados a las monedas y pensando que iba a ser otro ser cuando volviera a casa. Perdí los papeles completamente. Volviendo la vista atrás, estoy muy satisfecho de haber rebasado el límite por una vez. Si te recuperas, es una experiencia salvaje que recomiendo con ganas. Y me dio un montón de material sobre el que escribir. Una amiga me llevó de vuelta a casa y me salvó la vida. Tal y como suena.

 

¿Y te dabas cuenta de todo lo que eso suponía?

– Sí, sí. En mi cabeza sabía que todo esto tiene un coste. Quería vivir el mito del rock’n’roll hasta el límite por una vez. Y es mucho más divertido ser famoso si estás colocado del todo. Intentaba decir las cosas más obtusas y chifladas, porque pensaba que esconder mi verdadera personalidad era lo mejor, así que me dedique a interpretar a un idiota. Y no me arrepiento porque lo pasé muy bien. Un periódico dijo que tenía un cochazo, que vivía en tiendas de campaña en los jardines de otros y que iba a comprar el lugar donde se celebró el Woostock original. Muy divertido. Pensaba: gracias a Dios que no soy ése.

 

Sin embargo hay un momento que no debe de gustarte demasiado: las fotos con Courtney Love en la cama que dieron la vuelta al mundo.

– Esas fotos me deprimieron de verdad. Porque se sospechaba que tenía un lío con ella antes de que Kurt Cobain se suicidara, lo que no era cierto en absoluto. Estábamos juntos de gira, los músicos estaban sacando fotos y nosotros estábamos puestos, llorando por la muerte de Kurt. Nos dijimos: vamos a pretender que nos besamos para ser realmente perversos. Podría acabar publicado en cualquier revista. Y lo siguiente que sabes es que alguien roba las fotos y aparece en primera página del Enquirer. Lo sabíamos. Aprendimos la lección de que si dejas unas fotos sueltas por ahí alguien se va a hacer con varios millones. Lo que ahora quiero es que el tipo que las robó me devuelva el dinero que me costó revelarlas y así quedamos en paz.

 

¿Qué queda exactamente de la época de excesos?

– A veces me despierto y estoy corriendo por la calle en calzoncillos. De vez en cuando sufro el síndrome durante dos semanas. Dejo volar mi cuerpo. Doy vueltas y soy básicamente el mismo, pero no estoy ahí. Simplemente desaparezco. De repente vuelvo sin más. Así que lo que tienes que hacer es recordar que debes aguantar hasta que esa sensación de que no estás en tu cuerpo desaparezca. Me he pasado sin drogas durante meses, pero no funciona, vuelve a ser lo mismo. Es algo químico. Hay algunas maneras de aguantarlo, y para mí eso significa cantar y tocar, escuchar música y leer libros.

 

Sabes que hay colegas y medios que nunca te aguantaron.        

– Creo que no podían soportar mi suerte. Vengo de una familia de clase media. En mi casa lo habitual eran los Diarios de Kafka. La gente sabía que tenía una vida interesante y que tengo una imaginación muy cara. Lo único que me importaba era no perder mi capacidad para componer música. Por suerte aún puedo hacerlo. Así que si me piden que haga lo que se supone que debo hacer, lo hago. Soy un profesional. Je, je.

 

¿Y cómo te encuentras ahora, después de pasar por todas aquellas experiencias?

– Bueno, en el último año muchos amigos se han suicidado. Uno incluso llegó a hacer aquello en lo que yo había pensado: conducir hasta las Montañas Azules en Australia y tirarse de un acantilado. El suicidio de otro motivó una investigación policial. Hoy mismo supe de otro amigo que ha muerto de cáncer. Me vuelvo loco cuando ocurren estas cosas tristes porque amo tanto la vida… Así que ahora que sé lo que es sentir que podría haber hecho esto y lo otro, no quiero reprochárselo a la gente. Tengo muchos amigos y una familia. No sigo vivo por mí, sino por otra gente. Estaré de gira un año y luego le voy a escribir un libro a mi ahijada. Tengo una razón por la que vivir. Nunca la vida me había tratado mejor, excepto cuando tenía cinco años.

Xavier Valiño

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