LAS HIJAS DEL SOL

Las Hijas del Sol, África en la memoria

 

Llegadas de Guinea Ecuatorial hace tres años, Las Hijas del Sol no han podido volver desde entonces a la tierra que las vio nacer. Curioso, ya que al principio nadie daba un duro por ellas y no tenían ni para el bus. Desde que se subieron a un escenario de un bar sin que el dueño se enterara, no han podido bajarse. Su ascenso es meteórico, sobre todo en el resto de Europa, proyectadas desde España, el país del que aún no hace mucho su Estado era una colonia. Pero le siguen cantando a la difícil vida de su isla Bioko.

 

¿Es grande la colonia de guineanos en España y en qué condiciones viven?

– Es grande sí. Nos gustaría que las condiciones de vida fueran mejores. No sólo que conste en los papeles que tenemos algún privilegio por haber sido una colonia española, sino que eso también se pudiera vivir. No se trata de que nos traten mejor que a los demás, pero vemos que Guinea tiene un trato especial con Cuba y, tal vez, Guinea Ecuatorial pudiera tener un trato así. Se le echa la culpa a los gobiernos, pero aunque el gobierno no funcione, el pueblo sí lo hace. Se podían hacer muchas cosas, sobre todo culturales.

 

¿Os ha ayudado algo ser cantantes para evitar las discriminaciones o el racismo que sufren los emigrantes?

– El trato es el mismo que a nuestros hermanos. Siempre alguien tiene que estar ahí para dar la cara. Nosotras tampoco vamos por ahí diciendo lo que somos, sino con sencillez. Lo que sí es cierto es que cuando nos detenían en seguida se enteraba la prensa y ahora, por esa razón, nos dejan en paz. Aunque es una vergüenza que en la Sociedad General de Autores ni siquiera existiera Guinea Ecuatorial cuando fuimos a registrar nuestras canciones.

 

¿Ha avanzado la situación en los últimos tiempos?

– Hay cosas que han cambiado en la Ley de Extranjería y estamos muy agradecidas por ello, justo es reconocerlo. Antes te pedían un certificado de penales para obtener la residencia y, si no tenías un visado en vigor, no te lo daban. Ahora ya no, y parece que hay un avance. A los guineanos, con un poco de oportunidad que se nos dé, nos gusta trabajar.

   

Supongo que habréis vuelto últimamente a Guinea Ecuatorial. ¿Cómo la encontráis desde que os marchasteis de allí?

– La verdad es que no hemos vuelto desde el 94. Fuimos a África, pero a otro lugar, a Senegal, en una investigación sobre la mujer africana y la situación en otros países. Nos interesaba saber cómo vive la mujer musulmana, ya que en Guinea la mayoría somos católicos. Siempre cantamos sobre mujeres y queríamos saber qué pasa con la mayor parte de la población de nuestro inmenso continente.

 

¿Es distinta la situación en vuestra isla, Bioko, que en el resto del país?

– No tiene absolutamente nada que ver, ya sea la gente o el paisaje.

 

¿Qué tal se entiende allí que seáis cantantes?

– Al principio había ciertos reparos ya que en todo África la mujer tiene un determinado lugar en la familia. Y además éramos dos mujeres. Nos querían apoyar en la familia pero también tenían miedo de que les hiciésemos pasar vergüenza, pero pensaban que era cosa de la juventud. Una artista femenina da muy mala imagen. De todas formas, hemos cantado desde los ocho años y al final han acabado por aceptarlo y nos respaldan.

 

¿Cuándo llegasteis exactamente a España?

– En el 94. Ya era la tercera vez. Veníamos un mes y nos volvíamos para Guinea. La tercera vez que vinimos estuvimos ocho meses. Nadie nos quería contratar porque no nos conocían.

 

¿Y cómo surgió la posibilidad de cantar?

– Un día, después de recorrer muchos bares intentándolo, nos propusimos subir al escenario aunque no quisiera el dueño. Aprovechamos que desapareció un momento de la barra para cantar a capella, y hubo dos o tres clientes que se quedaron maravillados y nos ofrecieron dinero. No lo cogimos porque sólo queríamos trabajar. Le preguntaron al dueño cuando volvíamos y no le quedó más remedio que contratarnos, por poco dinero, pero nos fue suficiente para el bono-bus. Nos daba igual, porque lo que nos interesaba era que la gente nos conociera.

 

¿Teníais grabaciones en Guinea antes?

– Teníamos editada una cinta que se grabó en Camerún titulada Oh, África y alguna maqueta, lo normal cuando se están preparando cosas. Aquel disco sólo tenía seis temas porque nuestro mayor objetivo era más ambicioso: grabar en Europa. Vendimos unos 5000 ejemplares, lo que está muy bien para un país como Guinea que tiene unos 300.000 habitantes y de los cuales la tercera parte están fuera del país. Además, allí se vende una casete y se hacen un montón de copias. Nuestro primer disco en toda regla fue el primer disco de Guinea Ecuatorial editado fuera de allí.

 

¿Y el contacto con el sello Nube Negra vino de tocar en clubes de Madrid o de participar en el Festival de la OTI?

– Nuestro representante nos arregló unos conciertos, uno de los primeros en Santiago de Compostela. Fueron tres canciones y nos pagaron 38.175 pesetas; nunca lo olvidaremos ya que era mucho dinero para nosotras. Eso fue creciendo un poco hasta que él contactó con el sello y el responsable vino a vernos un día a un bar de Madrid que se llama «Suerte» y, aunque teníamos más ofertas, nos quedamos con él porque los demás nos querían cambiar el estilo.

 

¿Cómo fue la gira con Mano Negra?

– Manu Chao nos vio en un bar de Madrid que se llama El pirata en la época en la que él vivió allí. Le gustaron nuestras canciones a capella y decidió llevarnos de gira. Nosotros no lo conocíamos entonces y no sabíamos quienes eran las Manos Negras esas. Todos hablaban francés hasta que un día en Bilbao nos presentó en castellano con un acento extraño que nos gustó y que resultó ser gallego, porque su padre es de Lugo. Él nos daba coraje y nos animaba, porque pasamos de escenarios de 20 personas a escenarios de 20.000 personas. Arriesgó mucho con nosotras y no sabemos cómo pagarle. Aprendimos mucho en esa gira. Después metió una de nuestras canciones en la película Taxi de Carlos Saura. Como no tenía el disco, tomó un avión a Madrid, se compró nuestro disco y se volvió para París para completar la banda sonora. Es increíble.»

 

¿Cuánto hay de tradición en vuestra música y cuánto de avance?

– La verdad es que este segundo disco es un avance total, mirando no sólo a Guinea sino también al resto de África o a incluso a Jamaica, porque el reggae es parecido a los ritmos de Bioko. También porque en estos dos años hemos tenido experiencias de todo tipo. La mayoría de los temas los componemos nosotras basándonos en la tradición y en todo lo que nos rodea. Un artista no se puede cerrar, sino aburres a la gente.

 

A pesar de contar con más instrumentos eléctricos no hay un salto tan grande con respecto a vuestro primer disco como para ser distinto.

– Sí, gracias a Dios. Hemos tenido mucha suerte: hemos tenido un director artístico que ha sabido entendernos. Al principio no nos comprendíamos, pero después de dos días nos sentamos todos y entendimos adónde queríamos llegar. No queríamos ir demasiado lejos ni tampoco que se pareciera al primero.

 

¿El ritmo makossa, en «Ri’ókó», tiene algo de soukous zaireño?

– Es un ritmo de Camerún, ya que ellos fueron los primeros en explotarlo. Una guitarra bubi de Guinea suena totalmente igual. Y también se parece a los ritmos del Zaire. Pasa lo mismo que con la salsa y Cuba: los primeros que lo sacan se quedan con la etiqueta.

 

Lo que estremece son las canciones a capella. ¿Sois conscientes? ¿Funcionan mejor en directo?

– Sí. Cuando vinimos aquí nos dimos cuenta que a la gente le gustaba. En Guinea es costumbre cantar así mientras estás en casa. Pero también nos gustaba lo de tocar con grupos como aquí. Allí, como todos cantan, no valoramos cantar así, a capella; hay cosas que no te das cuenta hasta que no sales fuera.

 

¿Os es igual de cómodo cantar castellano que en bubi?

– Sí. Lo que intentamos hacer es componer en castellano con un ritmo africano, aunque es difícil acoplarlo. Por ahora estamos en el principio, pero con el tiempo saldrá mejor. De todas formas, y sin ser egoístas, lo tuyo siempre lo vives más intensamente y sale mejor. La canción «Tirso de Molina» es la primera canción que se ha hecho cantada en castellano y con un ritmo totalmente africano y nadie se ha dado cuenta. Es la fusión de dos culturas que se están uniendo allí. Hasta a nosotras nos sorprende.

 

¿Puede que «Tirso de Molina» eclipsara las otras canciones de vuestro primer disco?

– Sí, pero es que todos amamos nuestros idiomas. No nos importa. Es más, nosotras pensamos en castellano cuando lo vamos a hacer en castellano. Si es en cualquier otro idioma, lo pensamos en bubi. Pero son 200 años de cultura española en Guinea Ecuatorial y no se pueden olvidar fácilmente.

 

¿Podéis hacer algo con la música para ayudar a la gente de vuestro pueblo?

– No es una cosa de la noche a la mañana. Aunque parezca que el pueblo no escucha, sí que escucha y tiene bien claro de qué parte quiere estar. Nuestra primera entrevista fue con Radio Exterior, porque cuando estás fuera de tu país quieres que sea el primero en escucharlo todo. Y tuvimos muchas llamadas de apoyo, a pesar de que hay canciones fuertes como las que hablan de las explotaciones petrolíferas o de las madres solteras. Esperamos que todos nos acojan igual.

Xavier Valiño

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *