LA CASA AZUL

LA CASA AZUL: La Polinesia Meridional (Elefant)

 

 

 

Una de las grandes aportaciones de la música en la década de los 70 fue sin ninguna duda la música disco, el espíritu de los clubs y la idea escapista del fin de semana. Una semana dura de trabajo que terminaba en la pista de baile, en la que desaparecían todos los problemas y todo se convertía en una explosión de melodías, colores, amor y sentimiento de auténtica libertad. Bailar una canción pop es flotar en el aire, sentir como la melodía te atraviesa el corazón e irradia una dosis de placer que recorre tu cuerpo a la velocidad de la luz. La música en los clubes ha cambiado mucho en los últimos años y somos muchos los que reclamamos la vuelta de la melodía a las pistas de baile.

 

Eso lo han tenido en cuenta La Casa Azul para su regreso, una colección de canciones que van a iluminar algunas pistas de baile y a los seguidores que el grupo tiene repartidos por los cinco continentes. Las nuevas canciones de Guille Milkyway evidencian un amor a partes iguales por Phil Spector, Norman Harris, la ELO, Pizzicato Five o The Style Council.

 

El disco es una explosión de sonidos e influencias de todos los tiempos, ajena a prejuicios y exuberante en todas sus formas, en el que el elemento melódico se convierte en el auténtico protagonista por encima de cualquier otra cosa y sobreviviendo a todo y contra todo. A pesar de poseer unas estructuras más complejas, de las capas y capas de sonido, de las distorsiones, el ruido absoluto, de los múltiples arreglos y del barroquismo en general, lo que hace sobrevivir a las canciones de La Polinesia Meridional es precisamente su componente melódico y los pequeños matices que modulan las canciones.

 

Este disco proclama y reivindica la esencia del pop por encima de todo, las canciones tarareables, próximas y populares. Cada vez resulta más difícil definir, hablar o intentar explicar cómo son las composiciones de La Casa Azul, ya que Guille ha creado un universo tan particular, con un sonido tan característico y singular, pero que a la vez resulta tan cotidiano y próximo, que descoloca cualquier teoría o definición y reduce todo a una sola palabra: “accesibles”.

 

Esta oda al escapismo, expresada en su máxima potencia en la canción que da título al disco, evidencia los contrastes entre la temática y la forma. Las letras de las canciones están llenas de desencanto, sufrimiento, miedo y, sin embargo, a nivel musical, el disco resulta en todos los sentidos, colorido y explosivo: estribillos, orquestación, arreglos, producción… Por ello, el efecto sanador de las canciones de La Casa Azul surge de esa singular combinación.

 

En La Polinesia Meridional Guille se muestra más transparente, poniendo de manifiesto su desorientación ante el irremediable paso del tiempo (“¿Qué se siente al ser tan joven?”) y ante un mundo en declive, un sistema que se derrumba y ante un entorno hostil y decadente (“Sálvese quien pueda”, “Europa Superstar”). Las letras, efectivamente, respiran cierto pesimismo y un nivel elevado de resignación ante la debacle, pero aun así, a lo largo del disco se dejan entrever chispazos de optimismo (“La fiesta universal”, “Los chicos hoy saltarán a la pista”, “Una mañana”, “La niña más hermosa”), el retorno a la sencillez y la consecuencia de agarrarse al amor como única forma de mantener una actitud vital ante la realidad.

 

En este disco se habla mucho de sufrimiento y de la incapacidad para superar ese sufrimiento (“Sucumbir”, “Colisión inminente”, “Terry, Peter y yo”). Muchas de las canciones son como gritos de rabia e impotencia, gritos que pretenden resultar arrebatadores. El exhibicionismo emocional de Guille en las letras de este disco es mayor que en el pasado, pero el lenguaje utilizado en todo momento pretende ser más cercano y sencillo.

 

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