LA CABRA MECÁNICA

La Cabra Mecánica, fuera prejuicios

 

Que si Albert Plá, que si Extremoduro. Que si latinos, que si mestizaje. Que si Los Especialistas, que si Mano Negra. Que si cachondeo, que si irreverencia… Dejémonos de nimiedades y vayamos al fondo del asunto. ¿Dónde estaban los cazatalentos cuando La Cabra Mecánica paseaban su primera maqueta? ¿Por qué nadie supo programarla a tiempo para que no nos pudieran coger así, por sorpresa? Aunque bienvenidos sean, los necesitábamos. Miguel Ángel Hernando, El Lichis para los amigos y todo quisque, trata de evitar los tópicos.

 

Sorprende para muchos que hayáis surgido casi de la nada. ¿Había grupos anteriores? ¿Maquetas?

– Sí, ha habido varias bandas antes en las que todos hemos estado trabajando durante años, como unos diez. Como bajista yo he tocado para varios grupos y me ganaba la vida tocando en bares y cosas así. Este proyecto surgió hace cuatro años como Maleza, aunque más en la onda latina. Grabamos una maqueta con un concierto en directo hace cuatro años y luego algún tema de este disco también lo grabamos en una maqueta en directo con otro grupo que se llamaba La Pocilga. Aunque la maqueta definitiva, la que ha causado el revuelo, fue grabada en enero del 97.

 

Tu habías tocado con músicos de jazz, ¿no?

– Sí, había tocado en algún festival de jazz y era lo que más me gustaba, aunque no lo haya practicado demasiado y, de hecho, sigo estudiando para algún día  poder dedicarme al jazz cuando me retire, je, je. El conocer músicos es un aprendizaje bastante importante y yo, además, le dedicaba bastantes horas al día a tocar el bajo. También he tocado en algunas bandas de  rock, pero ya ni quiero acordarme de aquello.

 

Se trata de una banda muy particular. Vuestra compañía se empeña en decir que La Cabra Mecánica eres tú.

– Juan Carlos Arellano, el batería, ha estado desde el principio, mientras que el resto del grupo son gente que ya tienen su trabajo y que compartimos con otros grupos. Yo compongo -hago las letras y la música- y toco el bajo y canto. Si en algún momento falta alguien en el grupo que suponga un descalabro, ése seré yo, pero mientras esté yo habrá grupo. De todas formas, funcionamos como grupo a nivel de sonido, de darle una determinada personalidad.

 

¿Es eso lo que ayuda a tener diferentes gustos y a meterlo todo en la batidora musical?

– Sí, eso hace bastante. Aunque creo que los estilos no existen, lo que existe es música, que es una diosa que está por encima de los estilos y se ríe de todos nosotros. El hecho de tocar con diferentes bandas ha formado el carácter de este grupo, pero también es un reflejo de estos tiempos confusos que se están viviendo en el mundo de la música.

 

¿Es necesario dominar un montón de estilos antes de decidirse por uno u otro?

– No creo que en todos los casos, ya que cada artista tiene su forma de plasmar las cosas. Sí creo que la libertad creativa depende muchas veces de la libertad de elección, y si tienes un abanico más amplio la creación será más rica, lo que tiene bastante que ver con aquel término filosófico que dice que la libertad es la posibilidad de elegir. En la música, si dominas tu instrumento, una serie de técnicas y de estilos, puedes elegir la salida creativa que tú quieras, aunque no en todos los casos tiene que ser así.

 

De todas formas vuestro estilo es más el no estilo, el todo vale, ¿no?

– Exactamente. A mi siempre me han gustado bandas como Ween o Joe Jackson, independientemente de que me guste su música o no, porque hacen un disco de cada cosa. Son grupos en el que el estilo del grupo está por encima de todo, pero pueden hacer un tema de heavy y otro de funk a continuación. Pensamos que el grupo era un reflejo del tipo de vida que llevábamos yo y el batería. Y las letras tenían que conseguir matizar eso. Puede que seamos pocos grupos así, pero tal vez nos esperan bastante sorpresas en un futuro cercano.

 

También llama la atención el gusto que se intuye por el folclore español. ¿Hasta qué punto es decisivo?

– Digamos que lo que hicimos no estaba premeditado. La música rock es un 50% de música y un 50% de imagen, de sugerencias o de una filosofía que se monta de acuerdo con cada estilo. Nos parecía normal que siendo de aquí reflejáramos eso, así que sí hay ese tipo de influencias y también del mundo latino y del rock’n’roll.

¿Os ofreció DRO más que las otras compañías o pesó también a la hora de decidirse su cantera de grupos durante estos quince años?

– El plantel de grupos que han tenido fue importante. Incluso en la compañía ves una diferencia brutal con otros sellos. Aquí se deja trabajar y, aunque importan las ventas, son más relajados en ese sentido. Los que trabajan en DRO han sido músicos y tienen bastante sensibilidad con el tema musical y confían bastante en ti. Ellos sólo han puesto los medios y nos han dejado trabajar sin meter las manos en el producto e intentar conducirlo por un camino o por otro. Pillan un grupo que les gusta y les dejan hacer. Lo importante no es cómo se venda un producto, sino la música en sí, que es realmente lo que a mí me interesa como músico.

 

¿No os fijáis ningún límite a la hora de criticar o comentar?

– Más que crítica, lo que nosotros practicamos es la ironía, aunque ésta lleve siempre algo de crítica. Simplemente pretendemos plasmar ciertas paradojas y dejarlas a la libre interpretación de la gente, más que criticar abiertamente algo, ya que la crítica es siempre bastante irracional. En ese sentido, la única barrera que ponemos es la del respeto. No pretendemos ser ni más guapos, ni más listos, ni más enrrollaos que nadie.

 

El sentido del humor es bastante paródico, ¿no?

– Sí, y hay gente que me dice que se ríe bastante con las letras a pesar de estar hablando de temas bastante chungos. Imagino que también alimentamos el morbo de las personas que se tropiezan con la monda del plátano y se escoñan. Y eso de contar nuestras penas y las paradojas e ironías que tiene el sistema, igual no deja de ser gracioso.

 

¿Cómo se puede entender en esa fusión el vivir en el barrio Lavapiés, el más castizo de Madrid?

– En el barrio fue donde yo inicié el grupo cuando me fui a vivir allí hace ya un tiempo. Muchos de los temas del disco están inspirados por el reflejo del barrio. Aunque es independiente de que sea un barrio u otro, Moratalaz o Lavapiés.

 

¿Encuentras que la vuestra es una música muy callejera, algo que casi nadie hace por aquí?

– A nivel de letras sí. Cuando las hago, pretendo que salgan de la manera más sencilla y directa posible, sin tratar de ir de poeta. Una cosa es un poeta y otra distinta un cantante de rock. En ese sentido el rock, como música popular, es música de calle, música del pueblo, y ése es el lenguaje en el que me gusta entenderlo.

 

¿Y es eso lo que ha fallado con ciertos grupos, que suenan muy de laboratorio?

– Sí, porque hasta hace poco tiempo la gente relacionaba el rollo de calle con el rock de la onda radical. En cuanto la gente pierde los prejuicios, como eso de que el flamenco es una calorrada o que la música latina es Juan Luis Guerra -y ojo, que es un pedazo de músico-, cuando la gente deja de entender que la música latina o la que no sea rock es un producto comercial, para horteras, ése es el momento en que se empieza a entender que esto es también música de calle. Así en Brasil lo puede ser la batucada, en Puerto Rico la salsa o en Cuba el son. Son músicas de calle, practicada por gente de la calle y que viene del lado más chungo de la vida.

 

¿Qué bandas te parecen fundamentales o pioneras en el rollo de fusionar estilos, esas de las que todos han aprendido?

– Yo creo que la fusión ha existido siempre, ya que todos los estilos son fusión de estilos anteriores: el rock nació del blues y el country. Recuerdo que cuando empezaba a tocar con grupos de heavy tocaba algo de funk con el bajo y me echaban de las pruebas diciéndome que me fuera a probar con Hombres G, y ahora ya ha pasado de moda lo de los Red Hot Chili Peppers. Los pioneros han sido gente como Victor Coyote, Kiko Veneno, Radio Futura, Rey de Copas o Los Especialistas, pero, salvo Kiko Veneno, yo no los he seguido mucho. Y de Sudamérica tengo más influencia en las letras y actitudes que en las músicas, de bandas como Redonditos de Ricota, que critica bastante el mundo del rock desde dentro, Charly García o Fito Páez

 

Y de las músicas del mundo, ¿cuál te interesa más?

– En realidad, todo. Tengo una oreja de 3601. Es tan importante que haya grupos de fusión como puristas, que conservan la raíz para quien quiera acercarse a ello y pervertirlo. La fusión ahora en los grupos de rock no lo considero como algo serio, ya que el pop siempre es una mezcla descafeinada de cosas, aunque sí tenga un valor más que el simplemente lúdico.

 

– Y en cuanto a los estilos musicales, ¿con cuál no os atreveríais? ¿Por respeto, por creeros incompetentes…?

– Respeto imponen todos los estilos. Cuando compongo no me acerco a un estilo premeditadamente y así no nos planteamos ningún corte. De hecho el segundo disco va a ser una sorpresa: una ironía sobre el brit-pop, música mákina, otras más latinas, un toque de flamenco…

 

¿Te chirría lo de las etiquetas o ya no tienen ningún sentido actualmente?

         – No tiene sentido, aunque habrá gente para quien lo tenga y defienda con orgullo. En nuestro caso no. Cierta gente nos ha intentado meter en el rollo de mestizaje, y hay gente que me gusta mucho como Amparanoia o Jarabe de Palo que sí lo son, pero nosotros no, ni somos amigos de las etiquetas.

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