KRISTIN HERSH

Kristin Hersh, tu fantasma

 

Hacen falta años para aprender. Kristin Hersh pasó una gran parte de su vida con Throwing Muses, la banda que fundó y de la que fue su parte esencial. Un buen día, hace pocos meses y sin comunicárselo a nadie, decidió disolverla y aventurarse en solitario, desnuda frente al mundo con su guitarra. En Strange Angels hay trozos de su intimidad como “Cold Water Coming”, un soplo de hielo que congela el aliento, o “Rock Candy Brains”, una maliciosa balada acústica. Con menos artificios que en su predecesor, Strange Angels tal vez esté tan conseguido, pero es igual de intenso. Ahora lo presenta por varios países, colgada de sus hijos. Kristin es ya una madre que atesora experiencia y talento, y le gusta comunicarlo.

 

La primera vez que uno escucha las letales combinaciones de voz y guitarra acústica de trovadores como Woody Guthrie, Neil Young, Tim Buckley o Nick Drake no puede menos que caer rendido a sus pies. No es su simplicidad, sino el embrujo de lo que hacen, esa extraña habilidad de comunicar algo complejo en un marco sin adornos, llegando a rozar la hiriente confesión. Eso es algo que también tiene Kristin Hersh. Por eso, tras su primer y espléndido disco en solitario Hips And Makers, del 94, se esperaba su nuevo álbum. Strange Angels, que así se llama, es tan primitivo como delicado, tan árido como celestial.

 

Muchas cosas han cambiado en los últimos cuatro años. Lo primero, Throwing Muses, que han desaparecido para siempre. “Teníamos que ponerle fin a la banda. Iba en contra de nuestra propia voluntad y, de algún modo, aún duele, pero cuando no tienes tiempo para alimentar a tus hijos, lo que tienes que hacer es buscarte otro empleo.”

 

También podría continuar bajo su propio nombre en el mismo empleo, y eso fue lo que sucedió. Fue la modestia de Kristin la que se empeñó en recalcar siempre el concepto de banda cuando lo que el público realmente reclamaba era el lado personal de Kristin. “Sí, creo que no resultaría irrespetuoso para la memoria de Throwing Muses, la banda que formé y a la que pertenecí durante la mitad de mi vida, si digo que lo que la gente quería escuchar siempre eran mis propias canciones.”

 

En Strange Angels ese lado personal de Kristin Hersh se desvela aún más.”Mientras en Hips And Makers había cellos acompañándome y contaba con la voz de Michael Stipe de R.E.M. como invitado en “Your Ghost”, en este segundo disco no hay ningún tipo de distracciones. Con Hips And Makers tan sólo fingí que sabía como hacer un disco acústico, y ahí lo tienes. Esta vez todo parece un poco más minucioso y seguro de sí mismo.”

 

Éste es el trabajo de alguien que se da cuenta de que tocar sin una banda es un reto, no una manera de echarse atrás. “Es tan divertido ver a toda esa gente que se pasa al lado acústico pensando que así se van a hacer auténticos y, de hecho, se puede decir que las canciones no son malas, sino realmente malas.”

 

Así que ella ha conseguido hacer realidad el ideal de solista femenina con una guitarra. Actualmente está grabando un álbum de canciones folk de los Montes Apalaches que su padre solía tocar para ella cuando tenía seis o siete años. “Como niña que era pensaba que eran maravillosas, pero cuando de mayor volví a prestarles atención me di cuenta de que realmente eran bastante horrorosas. Todas ellas giran en torno al asesinato, el alcohol o Jesús, y proclaman que lo más importante para una mujer es si está o no está casada: si se niega a casarse con el hombre, la mata, y si es éste el que rechaza casarse con ella, la mujer debe suicidarse… De cualquier manera la zorra siempre queda jodida”, y suelta una risa nerviosa.

 

¿No le perturbará el hecho de que éstas sean sus raíces musicales? “Como la gente siempre me ha dicho que lo que hacía parecía que provenía del espacio exterior, escuchar lo que yo hago con cosas que originalmente han hecho otros es una manera de sanearme. Por un lado, me hace pensar que estoy bien y, por otro, consigo darme cuenta de que después de todo no soy tan especial.”

“Desearía poder decir que me hacía un café, me ponía mi albornoz de la suerte y me sentaba delante del piano con mi diccionario de rimas”, comenta sonriente, “pero mis canciones no nacen de esa manera, sino que cobran vida desde sus propios acordes”.

 

         Habla de sus canciones como si tuvieran necesidades. ¿No acabaría una persona que lleva una década y media atendiendo esas necesidades con los nervios de punta? “A veces sí, pero normalmente no tienes el orgullo suficiente para tener nervios. Cuando te estás refiriendo a ti a través de otro ser, tanto si se trata de una canción como de un niño, tu trabajo consiste en servir.”

 

Otra de las cosas que han cambiado desde 1994 es la consideración de las solistas femeninas que además componen. Quizá no pueda decirse que se tratara de una especie en peligro de extinción, pero, desde luego, si que se encontraba en la lista de las protegidas. Frente a la invasión actual de alumnas que salen de la escuela de Alanis Morrisette o Fionna Apple, el nada pretencioso talento de Kristin Hersh supone una vital rectificación.

 

“Puede que piensen que este material no es el propio de una muñequita, aunque sí que lo es”, exclama con preocupación, “el de una muñequita disfuncional. A cualquier mujer le da pavor el hecho de ser vista como un mero rostro, porque no todas somos así. Somos tridimensionales: se nos resquebraja y se nos da arreglo, y somos conscientes de nuestra propia estupidez.”

 

Recientemente instalada con su familia en una casa de ensueño en pleno desierto, Kristin se encuentra alejada del negocio de la música, tal y como deseaba. No hay más que recordar una de las líneas más rotundas y definitorias de su segundo disco: ‘Úsame y me hago más fuerte. Me debilito cuando me tratas como a una reina.’

Xavier Valiño

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