KASABIAN

Kasabian, reclamando el trono

 

Producido por Jim Abiss (Arctic Monkeys, Placebo), el segundo disco de la banda de Tom Meighan, Sergio Pizzorno, Chris Edwards e Ian Matthews contiene once nuevas canciones que, según Meighan, son como “Marc Bolan fumando crack con Dr. Who”. Repasemos su historia en sus propias palabras y veamos qué pretende este segundo álbum titulado Empire.

 

Kasabian surgió y se formó en Leicester, una ciudad como tantas otras. Se trata de esa clase de sitios donde la gente se pasa la vida escuchando música, jugando al fútbol, emborrachándose y recorriendo las calles por las noches porque no hay nada mejor que hacer, excepto acudir a fiestas. A principios de los 90, muchas ciudades inglesas como Birmingham, Leicester, Coventry y Wolverhampton se convirtieron en el punto de encuentro de miles de fans de una música que ofrecía a partes iguales ritmos de hip hop y una imagen un tanto oscura, poco atractiva visualmente y bastante olvidada por la mayor parte de los medios de comunicación.

 

Se trataba de una corriente a la que casi nadie de los que frecuentaban las discotecas y las salas de moda quería acercarse. Sin embargo, aquella nueva opción musical sí atraía a un buen número de adolescentes que poco a poco encontraron en aquellos grupos una gran variedad de opciones y nuevos planteamientos en lo que ritmo se refiere. Dos buenos ejemplos de aquellos innovadores ritmos fueron lo que se dio en llamar jungle y drum’n’bass y, también, el rock electrónico que ya entonces ofrecían grupos como Kasabian.

 

“Cuando éramos más jóvenes vivimos de cerca aquellos años tan intensos. En las ciudades incluidas en la zona de las Midlands era el lugar donde se estaba viviendo una auténtica revolución musical”, afirman, “y resultaba una experiencia increíble. En cierto modo fue algo parecido a lo que ocurrió con la compañía Motown Records, salvando las diferencias y centrándonos en el mundo del sonido drum’n’bass, un género que ofrece un ritmo único que se echa de menos en la música independiente, un universo que muchas veces peca de aburrido y poco innovador”.

 

Kasabian es, ante todo, una banda sincera y sin absurdas pretensiones que surgió a raíz de una buena amistad. Empezaron a tocar juntos en serio cuando tenían 17 años. Tom (vocalista), Sergio Pizzorno (compositor, guitarra principal y teclados) y Chris Edwards (bajo) se conocían desde pequeños. Christopher Karloff (guitarra y teclados) se incorporó al grupo cuando los demás miembros de la banda le conocieron en un pub. “Un día, cuando menos lo esperábamos, vimos a un tipo con unas patillas muy largas y al instante pensamos: “Este tío tiene toda la pinta de poder tocar con nosotros”. Se lo propusimos y se unió al grupo. Ni más ni menos”.

 

Poco después, la explosión de grupos relacionados con lo que se dio en llamar brit-pop les proporcionó la energía necesaria para crear su propio grupo. Lo primero que hicieron fue conseguir su primer teclado. “Era la primera herramienta que necesitábamos para tocar, así que no nos lo pensamos dos veces y nos fuimos a comprarlo”, afirma Tom. “En cuanto tuvimos el teclado empezamos a componer temas de rock. Teníamos un montón de buenas ideas y muchísima creatividad”.

 

Más tarde, uno de los componentes del grupo estaba leyendo acerca de la historia de Charles Manson, y en el artículo aparecía el nombre de la joven embarazada que ayudó a escapar a aquel grupo de asesinos, Linda Kasabian. En un principio pensaron utilizar aquel nombre en una sola canción, pero finalmente acabaron sintiéndose muy cómodos con el nombre de Kasabian, mucho más cuando se enteraron de que en armenio significa “carnicero”, un término muy apropiado para un grupo con un estilo muy ecléctico cuya principal ambición, por otra parte, ha sido siempre hacerse con la parte más sustanciosa del pop. “Desde el primer día en que creamos el grupo, siempre he estado seguro de que podíamos conseguir cualquier cosa, sin limitación alguna. Sabíamos que podíamos ofrecerle a la gente algo especial”, afirma Tom.

 

La siguiente parte de la historia del grupo surgió cuando asistieron a una fiesta que se celebraba en una granja en la ciudad de Rutland, a unos 50 kilómetros a las afueras de Leicester. Pasaron un buen rato charlando con el hijo del granjero, y acabaron quedándose allí. La granja, situada junto a un lago artificial, en un lugar aislado y especialmente tranquilo, había sido en otros tiempos un antiguo molino que se utilizaba para proyectos textiles, y estaba formado por un gran número de edificios abandonados. Se trata de un lugar precioso enmarcado en la Inglaterra más rural.

 

En cuanto los miembros de Kasabian se instalaron en su nuevo hogar, todos tuvieron muy claro que aquel era el sitio ideal para iniciar su nueva carrera musical. Tenían una televisión enorme, montañas de DVDs y videojuegos, un equipo de sonido tan potente que te hace temblar hasta el último pelo de la cabeza cuando lo escuchas, y, sobre todo, tenían suficientes discos como para que aquel enorme aparato tuvieras siempre algo que digerir. En la parte de arriba del local, junto a la habitación que compartían (“sólo teníamos dinero para alquilar dos habitaciones, así que no había más remedio”, recuerdan) crearon un estudio lleno de sintetizadores procedentes de todas las décadas imaginables, y un montón de guitarras e instrumentos de percusión.

 

Por supuesto, también contaban con todo el tiempo que fuera necesario para hacer con él lo que les diera la gana. Claro, tampoco faltaban las fiestas. En 2003 incluso organizaron un mini-festival al que invitaron a un montón de amigos, los cuales instalaron sus tiendas de campaña alrededor de la granja, mientras Kasabian tocaba en directo en uno de los edificios industriales abandonados que formaban parte del complejo en el que se encontraba la granja.

 

Sin embargo, como la mayoría de sus amigos vivían a más 100 kilómetros de distancia, también pasaron largas etapas en las que podían trabajar sin interrupciones ni distracciones de ningún tipo: tenían tiempo para dormir, para pasear, para tocar o para ver películas durante todo el día, y después se pasaban las noches enteras trabajando. “Es el momento ideal, cuando surgen las mejores ideas”, afirma Karloff. En lo que se refiere a la inspiración, es como si los chicos absorbieran toda la música imaginable y después la escupieran convertida en algo mucho más fresco e innovador.

 

“La buena música se encuentra en cualquier sitio. Incluso una canción que aparentemente es una porquería puede incluir algún pequeño detalle interesante”, afirman. Entre los ingredientes que dan forma a los temas del grupo se encuentra una mezcla explosiva formada por influencias de The Beatles, The Doors y los Rolling Stones, es decir, los discos que formaban parte de las colecciones de sus padres.

 

A todo ello se une la pasión de la madre de Tom hacia el sonido Motown, la afición que Karloff siente hacia el cine y las bandas sonoras (una actitud que heredó de su padre), la sensación de libertad que surge cuando te pasas la noche bailando al aire libre en pleno campo, junto con una mezcla de influencias rave y hip hop con elementos del brit-pop y algunos toques de la música de Chuck Berry, Roy Orbison, The Four Tops, The Supremes, The Ronettes, Ennio Morricone, la primera etapa de Pink Floyd, el álbum de Brian Eno Music For Airports, Donna Summer, Joy Division, Eminem y un montón de artistas más, de ayer, de hoy y de mañana. Es decir, prácticamente de todo.

 

“Al principio, las ideas surgen como algo muy pequeño y, después, a medida que pasan los meses, se van convirtiendo en algo cada vez más grande”, afirma Sergio. “Para preparar algunos temas necesitábamos un monitor del tamaño de una pantalla de cine. Con este segundo disco hemos sentido algo muy especial, la alegría que surge cuando creas música por el simple placer de hacerlo”. Por si no tuvieran bastante con la tranquilidad y la inspiración que han disfrutado trabajando en la granja, lo cual les ha aportado toda la libertad que necesitaban para explorar nuevos retos, también han sido suficientemente inteligentes como para echar la vista atrás de vez en cuando y someterse a la disciplina de crear canciones que no superaran los tres minutos de duración. A Kasabian les gustan los temas que incluyen un buen estribillo, con melodías que enganchan fácilmente con el público, y que además ofrecen una música llena de energía que Sergio define como “una experiencia que te empuja a luchar y que te ofrece un subidón de adrenalina”.

 

Sin embargo, lo que realmente marca una gran diferencia entre Kasabian y el resto de grupos es su actitud: “Cada vez es más difícil encontrar bandas con verdadera personalidad, la mayoría son bastante grises y poco atractivos”, afirma Sergio. “En muchos casos, la música actual es aburrida, no tiene alma, ni ritmo, nadie se arriesga, y eso hace que ya no sea algo divertido. Nosotros, en cambio, nos tomamos la música muy en serio, pero también queremos pasárnoslo bien con ella. Para nosotros esto no es un trabajo”, añade Tom.

 

“Necesitábamos grabar este álbum, y ahora necesitamos irnos de gira. Tenemos muy claro que tenemos una vida alucinante, y estamos haciendo exactamente lo que nos gusta. Si no disfrutásemos tanto con la música seríamos como almas perdidas. Creo que la música necesita de gente como nosotros. La música británica necesita a alguien que le dé una patada en el trasero, y en ese sentido Inglaterra necesita contar con un grupo que pueda volver a ilusionar al público. Eso es algo que ahora mismo no está haciendo nadie más. Parece como si la música hubiera pasado a mejor vida, y no queremos que la gente le dé la espalda. La gran serpiente de la música va a resurgir de nuevo del fondo de los mares y va a asustar a todos los piratas que asolan los mares…”

Xavier Valiño

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