Golpes Bajos, ¿nuestros Smiths?

Golpes Bajos, ¿nuestros Smiths?

Al igual que nos sucede con los seres humanos, hay días en que uno recupera su confianza en las redes sociales. Me pasó recientemente, al sorprenderme un comentario en el Facebook de alguien a quien no conocía –Rafa Sarralde, para más datos– en el que establecía una analogía entre The Smiths y Golpes Bajos. Es algo que ya había sentido en su momento, pero que solo había comentado con algunos amigos y nunca había dejado por escrito. Hasta hoy.

Por supuesto que debo darle la razón a quienes argumenten que su sonido era diferente. Sin embargo, no me cabe duda de que Germán Coppini tenía una personalidad tan arrolladora, singular e irrepetible como la de Morrissey, y que su alianza en Golpes Bajos con Teo Cardalda, un enorme melodista, tuvo varios puntos en común con la que el cantante de The Smiths forjó con Johnny Marr.

Según lo entiendo, Andy Rourke y Mike Joyce, los dos músicos que completaron la formación de Manchester, contribuyeron a redondear el sonido de aquella banda, aunque su concurso no me parece tan decisivo como el de Pablo Novoa y Luis García en Golpes Bajos. Pablo se ha revelado después como el mejor escudero de muchos primeros espadas y Luis ha sido uno de los bajistas más espectaculares que hemos tenido. Con ellos, la química entre los cuatro era especial y, de hecho, ninguno la volvió a vivir de la misma manera en sus trayectorias posteriores.

Podría entender que alguien me rebatiese alguno de esos postulados. Lo que ya no aceptaría, porque eso es un sentimiento exclusivamente mío, es la importancia decisiva que tuvieron ambos grupos en mi formación como persona. Esa es la analogía más relevante para mí, algo que me toca de una forma que no consigo explicar racionalmente, y ese es precisamente el motivo que me impulsó a escribir un libro sobre el grupo gallego, Escenas olvidadas, la historia oral de Golpes Bajos.

Estuvieron en activo únicamente tres años, grabaron solo 70 minutos de música en 20 canciones, pero su huella ha quedado indeleble para siempre impresa en mi corazón. Siempre tuve claro que, si algún día me ponía a escribir de algún grupo o solista de nuestro Estado, tenían que ser ellos. Era de justicia devolverles algo de lo que ellos me habían dado a mí. Y, lo más importante, no quería defraudarlos, por eso me planteé que mi huella en las líneas que iba a dedicarles fuese mínima, y siempre tuve claro desde el principio que querían que fuesen ellos los que contasen su historia para pasar a ser yo simplemente su notario amanuense.

Cuando hace año y medio decidí por fin ponerme con ello, tuve que salvar el primer obstáculo: la desaparición hace cinco años de Germán Coppini. Por suerte, estaban las declaraciones que había dejado en muchos medios de comunicación. Disfrute revisándolas todas y escogiendo las que servirían de hilo conductor y guion para hacer las entrevistas oportunas a Teo, Pablo y Luis, sus tres amigos y compañeros en aquellos tres años. Por su parte, todo fueron facilidades y nunca rehuyeron ninguna pregunta.

Y eso es algo que tendré que agradecerles siempre, porque no quería un libro complaciente ni un tratado estrictamente musical. Detrás había una historia personal de la que nadie fuera de su círculo tenía idea, y me motivaba especialmente sacarla a la luz y que todos pudiéramos descubrir que tras aquellas canciones emocionantes había cuatro seres como todos las demás, con sus luces y sus sombras, su amistad y su distanciamiento, con una reconciliación que siguió fraguándose mientras yo hablaba con ellos y aún está abierta. ¿Cómo The Smiths? Pues no exactamente, porque en esto ellos van por delante.

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