DIEGO VASALLO

Diego Vasallo, el pop de cabaret

 

Hace unas semanas estuvo por Galicia Diego Vasallo, mitad de aquellos Duncan Dhu. Su aventura en solitario comenzó con dos discos bajo el nombre de Cabaret Pop, con especial atención a los sonidos electrónicos y de baile, aunque frágiles y más bien para escuchar en casa. Con su tercer trabajo ya adelantó el cambio que ahora presenta en Criaturas: vuelta a lo básico y lo austero, como pretendiendo escapar del éxito que durante una época le acompañó.

 

Es curioso que esta cita tenga lugar alrededor de un café en el bar de un hotel, cuando tu disco está lleno de hoteles.

         – Me gustan mucho, me resultan atractivos de cara a escribir, muy cinematográficos. Si hiciera una película transcurriría prácticamente en un hotel. Me parece alucinante todo ese montón de habitaciones con una historia distinta en cada una, gente diferente, rollos turbios… Claro que me gustan no el tipo de hoteles funcionales sino sobre todo esos pequeños, como el que descubrí el año pasado en Formentera, perdidos en pueblos de la costa…

 

Ahora reapareces como Diego Vasallo, lo que supongo significa un adiós a Cabaret Pop.

– De momento sí. Fue una historia concreta con unas influencias concretas de música electrónica, de baile, samplers, un rollo un poco más techno y la verdad es que lo que hago ahora es muy diferente.

 

Tu tercer disco, Diego Vasallo y el Cabaret Pop, anunciaba ya la variante estilística, por donde iban a ir los tiros.

– Podía perfectamente no haber aparecido el nombre de Cabaret Pop. Es mi primer disco en solitario y Criaturas es su continuación. Con algunos cambios pero que tienen mucha relación. En el anterior había ya una ruptura total con la historia de Cabaret Pop.

 

Es curioso que ahora que hasta U2 y David Bowie se pasan a los samplers tú vuelves a lo clásico.

– Me hace gracia porque creo que la gente se empapa demasiado de las modas. Cuando empezamos con Duncan Dhu yo oía rock’n’roll de los 50, lounge music (Burt Bacharach, Ray Coniff, los arreglos de Augusto Algueró…¿ y ahora se ha puesto de moda. Nunca me han interesado mucho las modas, me he ido auto-influenciando y ahora estoy interesado en cantautores como Serge Gainsbourg. Y, mira, la música de baile, las máquinas, los samplers no es nada novedoso, lleva años asimilado por el pop. Cada vez me da más igual los medios que se utilizan. Decir que el nuevo lenguaje es el de las máquinas es como decir que para hacer nueva pintura hay que abandonar el óleo.

 

Sin embargo, poses al margen, la vanguardia techno (Underworld, Chemical Brothres, The Prodigy…¿ están creando lo más fresco.

– Por supuesto que habrá cosas novedosas en la música de baile, pero no por utilizar ese instrumento haces algo nuevo. El disco de Everything But The Girl será nuevo para el grupo y nada más. No es ningún cambio radical, son las mismas canciones con los ritmos y los arreglos cambiados. Pero lo novedoso también se puede hacer con guitarra-bajo-batería.

 

¿Has descubierto a Bob Dylan años después que Mikel Erentxun?

– No, los primeros discos de Dylan se los puse yo, soy más dylaniano; a él le gustan más otros americanos como Bruce Springsteen o John Cougar Mellencamp. Sigo descubriendo a Dylan durante los 14 años que llevo tocando porque tiene una obra tan extensa que puedes ir viendo etapas y discos toda la vida. Primero supe sobre todo de su faceta acústica y el cambio a banda en los 60, pero luego me ha encantado el Dylan más reciente y el de los 70: Street Legal, Planet Waves, Desire. Tiene tantas caras… Por eso me fascina. En mi disco las referencias dylanianas son las clásicas, las de Desire.

 

– Tus influencias reflejan mucha devoción por los setenta.

– Es una época musical que ha influido mucho en mi forma de componer, de arreglar, de producir. Hubo muchos caminos que me interesan: el soul, algo de rock duro como AC/DC, Stevie Wonder, Lou Reed, Dylan… Me gusta el sonido de los discos de aquella época, muy cálido. En los 60 podía ser más uniforme.

 

¿El gusto por lo brasileiro es más tardío en ti?

– Sí, soy aún un inexperto. Es un panorama super amplio y lo que más me impactó fue la bossanova clásica. Lo primero que me compré fue una caja de Vinicius, sin conocerlo, y me impresionó. A partir de ahí descubrí a Joao Gilberto, Antonio Carlos Jobim, Caetano Veloso… Lo más básico.

 

Criaturas supone un giro hacia lo sencillo, lo natural.

– Es el tipo de discos que me interesan. Lo que me ha gustado últimamente suena más crudo y más vacío: esa onda del low-fi tipo Vic Chesnut, Nick Cave… Producciones austeras, atemporales, para escuchar en casa, no en clubes. Nunca he pretendido experimentar, es obvio, reivindico otros condimentos como la expresión, la calidez, lo comunicativo.

 

¿Y esa vuelta al ambiente barero?

– Es algo que siempre me ha gustado: escuchar música en directo en garitos, en clubes. Echaba mucho de menos tocar en salas y bares y estoy disfrutando; con Duncan Dhu era inviable. Estamos metiendo una media de 100-140 personas y sin el apoyo de la compañía no podría realizar una gira así; llevo tres músicos profesionales y sale muy caro.

 

Has producido a grupos como Amor y Traición o Sanchís y Jocano en tu sello Galerna.

– Lo de Galerna no sé por dónde tirará. La idea surgió tras escuchar las magníficas canciones de Amor a Traición. Me pareció que había que editar al menos 500 copias. Lo de Sanchís y Jocano fue un poco paralelo. De momento no tiene entidad de sello discográfico. Ya veremos.

 

¿Te ves de nuevo en una plaza de toros?

– Ciertamente no, las canciones perderían todos los matices. He renunciado también a los playbacks, no quiero hacer más el ridículo. Tampoco he hecho un vídeo-clip, hoy es un gasto inútil. Frente al éxito anterior prefiero una obra larga, personal, autogestionada. Me conformo con un éxito discreto, como Elliott Murphy o Robyn Hitchcock.

 

Xavier Valiño / Iñaki Zarata

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