DAVID BOWIE

David Bowie, odisea terrenal

David Bowie

(Recuperamos hoy una entrevista con David Bowie hecha en Ultrasónica en 2002)

Después de 35 años en el mundo de la música y de infinitos cambios, David Bowie, el camaleón arquetípico del rock’n’roll, ha encontrado su equilibrio como un hombre hogareño y familiar. Heathen -su primer disco del 2002-, como un reflejo de su vida privada, busca la placidez en el clasicismo de antaño. A finales de año edita, también, el doble recopilatorio The Best Of.

En tu disco anterior, Hours, estabas muy concentrado en el pasado, mientras que en Heathen parece que reflexionas sobre el mundo en el que acaba de nacer tu nueva hija.

– Es cierto que quería escribir sobre un mundo que me parece que le va a decepcionar, así que pensaba en cómo pedirle al espíritu superior que pueda existir por ahí un remedio para alguno de los males del mundo. Me gustaría habitar un lugar en el que mi hija pueda crecer con seguridad, caminar con los ojos abiertos hacia lo que puedan ser sus ambiciones, y no tener que esquivar las balas. Una de las nuevas canciones habla de este tema abiertamente: “I Demand A Better Future” -“Demando un futuro mejor”-. Tenía grandes esperanzas para el siglo XXI, de verdad. Sólo la idea ya me animó bastante en 1998 y 1999. Pero ahora resulta que ha resultado ser otra cosa distinta a lo que yo esperaba. Y es algo muy típico de un padre preocuparse por la clase de mundo al que ha traído a sus hijos.

Has seguido una carrera con muchos cambios, tanto en tu estilo como en la música. ¿Qué interés tienes a tus años en las modas?

– Ninguno y, aunque cueste creerlo, nunca lo he tenido. Casi nunca compro ropa. Me sienta bien, pero son cosas que la gente me da y que a mí me gusta llevar en los conciertos, en las portadas de los discos y todo eso. Pero no me interesa la moda. Y mi mujer es igual. Odia ir de compras. Ésa es la segunda cosa que me atrajo de ella. La primera fue que se levanta a las cinco de la mañana, como yo.

¿Cómo ha cambiado tu vida en los últimos meses?

– Desde que nació Alexandria, hace ahora dos años, pienso en mí mismo de una forma diferente. Lo mío tiene menos importancia que darle a ella un buen ambiente, así que es mi responsabilidad ser tan bueno como sea posible. No voy al gimnasio, pero boxeo tres veces por semana. Sólo me interesa la técnica del boxeo y estar en forma. También medito, sí, pero encuentro que el ejercicio físico ayuda mucho a tener las cosas claras. Me ayuda a mantener la chispa todo el día. Pero como siempre me he levantado temprano, no me afecta tener niños. Conozco a un buen montón de músicos que suelen levantarse después del mediodía y, cuando tienen niños, no pueden soportar el ritmo.

¿También afectará a las giras?

– Acabo de rechazar una gira mundial este año, porque no quiero repetir los errores que cometí en el pasado con mi hijo. Pasé mucho tiempo de gira cuando era pequeño. Me perdí aquellos años, y sé que él también. Por suerte, volví con él cuando tenía seis años y pude educarlo desde ese momento. Era una familia de un sólo padre.

¿Ha cambiado tu relación con la fama?

– No tengo opinión sobre ese tema. Me es indiferente. Creo que es todo basura. No puedo entender a alguien que quiere estar en la primera plana de un periódico si no tiene algo que vender.

Tengo entendido que es una de las principales razones por las que vives en Nueva York

– Allí no hay problemas: podemos ir dónde queramos, salir a comer, pasear, ir al parque, en metro, hacer las cosas que los demás hacen. Soy muy feliz así. En Londres sería imposible. En Nueva York que alguien te reconozca es algo mucho más amistoso: “Hola Dave, ¿cómo te va?”

También da la impresión de que has sabido crecer mejor que otros rockeros.

– No me parece que sea ningún problema ser viejo y no me preocupa pensar como pensaba cuando era joven. No siento nada esa sensación de ser viejo y sentirme como un quinceañero por dentro. Me siento exactamente como lo que soy, con 55 años, y me parece una buena edad. He tenido muchas experiencias y tengo la sensación de saber quien soy, algo que no tenía hace unos años. Ya no tengo grandes ambiciones. Hay unas cuantas cosas que me gustaría hacer, pero ninguna es crucial. Creo que me he convertido en la persona que siempre debería haber sido. Ha sido como un viaje cíclico, casi elíptico, pero al final he llegado, en lugar de convertirme, que creo que es lo que sientes cuando eres joven: siempre sientes que te vas a convertir en algo, que vas a ser sorprendido por algo nuevo o descubrir algo que la vida tiene en la recámara. Todavía me sorprendo por algunas cosas, pero las entiendo. Me encuentro cómodo con la idea del fin. Pero eso no hace que no esté constantemente intentado resolver mis preguntas. Y creo que seguiré así hasta, espero, los 84, como Strauss

¿Por qué crees que serás recordado?

– Unos buenos pantalones, supongo que debo decir. O cortes de pelo ridículos. ¡Joder! No me hagas esto.

Está bien. Dinos entonces, cuáles son esas ambiciones que aún te quedan.

– Me encantaría acabar un libro. He empezado tantos… Pero siempre los dejo. Aunque no son mis memorias, que quede claro.

¿Y algo de lo que te arrepientas?

– Nada en absoluto.  

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