LOS PLANETAS: Unidad de desplazamiento

LOS MEJORES DISCOS ESTATALES DE LA DÉCADA

 

LOS PLANETAS: Unidad de desplazamiento

 

 

La serie es única en el pop-rock estatal. ¿Quién no sintió el cataclismo con su debut Súper 8 (1994)? ¿Quién no cantó los singles de Pop (1996)? ¿Quién no cayó rendido ante Una semana en el motor de un autobús (1998)?

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TACHENKO: Nieves y rescates

LOS MEJORES DISCOS ESTATALES DE LA DÉCADA

 

TACHENKO: Nieves y rescates

 

 

El Niño Gusano pasó a mejor vida en 1999, para desgracia de sus muchos seguidores. Pero de sus cenizas surgieron, en un primer momento, Muy Poca Gente, con Sergio Algora (tiempo antes de formar La Costa Brava) y Tachenko, con Sergio Vinadé y Andrés Perruca, los bastiones, junto a Sebastián Puente, de un grupo que ha llegado hasta la actualidad -sin Andrés- con tres discos editados y un cuarto anunciado, Os reís porque sois jóvenes, que promete mucho para el 2010.

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LA CASA AZUL: La revolución sexual

LOS MEJORES DISCOS ESTATALES DE LA DÉCADA

 

LA CASA AZUL: La revolución sexual

 

 

 

Tras la reedición de su primer disco, llegó La revolución sexual. Y no era tanto una revolución sexual como comercial, al menos en el mundo de la independencia. En él, Guille Milkyway seguía moviéndose en los mismos parámetros que habían hecho de La Casa Azul un grupo venerado y con un culto especial hasta ese momento: melodías pop, estribillos pegadizos y tarareables y textos que hablan de momentos agridulces en la vida de su compositor.

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THE WHITE STRIPES: Elephant

LOS MEJORES DISCOS INTERNACIONALES DE LA DÉCADA

 

THE WHITE STRIPES: Elephant

 

 

Tras White Blood Cells, The White Stripes eran ya la banda más relevante del rock en 2003 cuando editaron Elephant, el disco que hablaba de la muerte de la caballerosidad y el cariño y que contenía “Seven Nation Army”, la canción con la que siempre se les identificará.

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SIGUR RÓS: Ágaetis Byrjun

LOS MEJORES DISCOS INTERNACIONALES DE LA DÉCADA

 

SIGUR RÓS: Ágaetis Byrjun

 

 

A veces es mejor llegar virgen a un disco, y así su impacto puede ser mayor. Eso fue lo que ocurrió a finales de 1999, principios del 2000 con Ágaetis Byrjun, un álbum con un feto alado en su portada, acreditado a unos tales Sigur Rós. Llegados desde Islandia, sus canciones creaban ambientes gélidos que se crecían hasta lograr el resultado contrario: calor y emoción a partir del desasosiego.

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