RICHARD AND LINDA THOMPSON

Richard & Linda Thompson, vigilando la oscuridad

 

 

La escena se desarrolla en un bar musical de mi ciudad hacia el año 1991, tal vez 1992. En la televisión aparece un Bob Dylan medio ido que no parece saber muy bien que pinta en un escenario sevillano invitado a una cumbre de guitarristas. Mientras el ínclito Bob se dedica a “deconstruir” algunas de sus canciones con una guitarra acústica, detrás de él, medio escondido, hay un tipo que intenta denodadamente arreglar el estropicio con otra entre sus manos. A los clientes que están a mi lado no parece llamarle la atención el homicidio que Dylan está cometiendo con sus canciones (¡es Bob Dylan, tío!),  y se dedican a reírse de aquel tipo de la gorra con pinta de haberse colado en tan magno evento sin invitación.  Por supuesto no saben que el invitado pobre es el gran Richard Thompson, que sí pintaba algo en dicha cumbre como demostraría en su concierto posterior, y también ignoran que Dylan ni siquiera se ha molestado en decirle qué canciones iba a tocar a pesar de haber reclamado personalmente su presencia en el escenario. Es más que probable que ni siquiera hubieran oído su nombre en su vida.

 

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ARTÍCULOS 2006 RESUMEN AÑO 2005

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Ultrasonica e-zine :: Xavier Valiño

ARTÍCULOS 2006


2005, la fragmentación definitiva de la música

 

 

MIA

 

         Curiosamente, por mucho que las discográficas se empeñen en asustarnos con la crisis de la industria -su crisis, claro-, echando la vista atrás a los pasados doce meses, se llega a la conclusión de que estamos en un momento de creatividad y abundancia musical como nunca antes. Se produce más música, se escucha más y hay más conciertos, aunque, probablemente, las estructuras que las venían canalizando hasta ahora hayan perdido definitivamente su papel protagonista.

 

         La causa, claro está, hay que buscarla en Internet. Ya no se le puede decir al oyente qué debe escuchar: éste lo busca por sí mismo a través de la red y aquellos canales convencionales de antes le sirven de muy poco. Las multinacionales luchan por no perder su parte del pastel intentando reconvertirse al negocio a través de descargas digitales y tonos para teléfonos móviles, mientras que las grandes emisoras de radio-fórmulas ven como su audiencia disminuye drásticamente y sin posibilidad de regenerarse.

 

         El dinero está ahora en el directo, al menos para los artistas, y eso lo tienen muy claro, Una buena parte de su potencial audiencia descubre lo que le gusta a través de la red, después se pasan por los conciertos de esos artistas y acaban comprando el disco a la salida. Sin duda, los sellos pequeños son los que mejor se han adaptado a esta nueva dinámica.

 

         También es cierto que todo está mucho más fragmentado, que se graban discos de todo tipo de estilos y que casi ninguno tiene un protagonismo especial. Incluso se podría decir que se escucha más música que nunca pero, con tanta disponible, la paciencia del consumidor habitual es menor. Si no interesa rápidamente, se pasa a otra cosa, que hay mucho por descubrir.

 

         Tal vez, el estilo con mayor repercusión actualmente, y el más interesante que se factura en las Islas Británicas sea la revisión del post-punk, con bandas notables como Bloc Party, Franz Ferdinand, Futureheads, Maximo Park o la ultimísima revelación, Arctic Monkeys. Hacía ya un tiempo que no se veía a una generación con tantas canciones relevantes.

 

 

Arcade Fire

 

         Sin embargo, el centro de la atención se ha trasladado a Canadá. De allí ha surgido el disco mejor aceptado del 2005, el debut de Arcade Fire, publicado a finales del 2004, y al que le siguen de cerca los álbumes de The Deadly Snakes, Wolf Parade, Stars, The New Pornographers o Broken Social Scene. Nueva York, una vez liberada del papel principal, sigue dando discos de grupos interesantes como LCD Soundsystem, Animal Collective, Bright Eyes, The National o Clap Your Hands Say Yeah, un remedo en la actualidad de lo que fueron en su día Talking Heads.

 

         La electrónica, tras haber escapado abruptamente de la aceptación masiva y la atención mediática, sigue refugiada en su reducto lógico, los clubes, y sólo el debut de MIA ha trascendido sus límites. Davendra Banhart continúa encabezando el nuevo folk, en el que cabe destacar la recuperación de Vashti Bunyan, quien ha grabado su segundo disco… ¡35 años después! Por su parte, el mundo del hip-hop sigue protagonizado por Kanye West, la vara con la que medir el nivel del resto de sus competidores, al que sólo Common, con un disco producido por el propio Kanye West, ha conseguido hacer sombra.

 

         Un elemento característico, tal y como se puede comprobar en el párrafo precedente, es el mayor número de nombres propios y que se presentan en solitario que han conseguido relevancia. Parece que, en estos tiempos, es más difícil trabajar en grupo. A los ya citados, habría que añadir otros tan singulares que parecen haber construido universos propios y al margen de todo: Antony & The Johnsons, Sufjan Stevens, Richard Hawley, Josh Rouse o Rufus Wainwright, protagonista, este último, de los conciertos más memorables del año, con permiso del gran Nick Cave.

 

         Entre los nombres veteranos, conviene destacar los nuevos discos de Ry Cooder, John Hiatt, Bruce Springsteen, John Cale, Kate Bush, Paul McCartney, Echo & The Bunnymen, The Wedding Present o The Go-Betweens, aunque a todos ellos los supera una voz seca y rota del soul clásico, Bettye Lavette, quien desarma con la desnudez de su I’ve Got My Own Hell To Raise (Ya tengo mi propio infierno que criar).

 

         Dentro de nuestras fronteras, éste ha sido el año de la conversión al castellano de unos cuantos grupos que, hasta ahora, se venían expresando en inglés, como Deluxe, Sidonie, Standstill, Chop Suey, Beef, Mishima, Les Phillipes, Tuesday Afternoon (ahora Turistas) o Love Of Lesbian. Otros, como Sr. Chinarro, Nacho Vegas, Sólo Los Solo o Anari, siguen profundizando en sus hallazgos del pasado con resultados más que notables.

 

Casi todos los discos relevantes se han grabado en sellos independientes -con la excepción de Sidonie o Iván Ferreiro, aunque cabe preguntarse cuánto tiempo los retendrán sus respectivas discográficas antes de despedirlos-, lo que da una idea de la situación de la industria. Si el disco de oro ha bajado hasta situarse en las 40.000 copias, será por algo. Y, buscando la respuesta, volvemos al principio.

Xavier Valiño

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ULTRASONICA ARTÍCULOS 2006 SCOTT WALKER

Scott Walter: Desde el corazón de las tinieblas

 

[Otra mirada sobre The Drift]

 

 


Introducción:


The Drift es un disco INSOPORTABLE: denso, pomposo y tortuoso…


Ahora bien ¿para qué molestarme en escribir sobre un trabajo de esas características? Porque todas las criticas que he leído sobre él halagan su integridad artística, su autenticidad y su valentía conceptual, aunque dejan de lado lo más importante: la música…


Desarrollo:

Estamos ante la presencia de un disco de estructuras arduas y complejas, sobrecogedor e inaccesible, pero esto no es casual, ya que Scott Walker no ideó esta placa para provocar placer en sus (ocasionales) oyentes; mas bien, todo lo contrario: buscó hacer un tratado sobre la frustración, la angustia y la desesperanza, y eligió que su fondo sonoro representara de la manera más cruda posible estos sentimientos. Ahora bien, ¿su estructura arriesgada y su temática atormentada alcanzan para valorar el resultado final en forma halagadora? Definitivamente quizás…


The Drift, como experiencia auditiva, es un FRACASO. Intenta ser una radiografía del caos, está concebido desde el corazón de las tinieblas, y si bien es creíble en ese dolor, a mí me resulta indiferente… ¿O acaso me tengo que conmover con la historia de la lapidación de Clara, la amante de Mussolini?


Toda esta oscuridad, ¿me tendría que asustar? Porque hay momentos que más que miedo, me provocan lástima -el highlight, en este sentido, es la imitación que hace Walker ¡¡¡del Pato Donald!!! en el tema "The Escape"-. Por otra parte, después de escuchar sus viejos discos, ¿no les da pena oír que Walker cante de esa manera? Ya sé que en Tilt cantaba más o menos igual, pero no deja de ser triste. Además de ser una experiencia desagradable, escuchar The Drift es mortalmente aburrido, y me parece que esto es lo peor que se puede decir de un trabajo de estas características.

 

 

 

Sobre los críticos:


Estamos ante la presencia, de más está remarcarlo, de un disco extra-ordinario, pero ¿es esto necesariamente una virtud? ¿Por qué no se pondera de la misma manera a otros artistas que regularmente editan placas de características similares -más o menos personales, más o menos elaboradas- y que son completamente ignorados? ¿Desde cuando los críticos -salvo los de la revista The Wire, por supuesto- se entusiasman tanto con esta clase de trabajos?


La mayoría aporta datos innecesarios. Sí, es verdad, Scott Walker fue un ‘teen idol’, pero eso fue hace cuarenta años. Ya pasaron once años desde la edición de Tilt, Walker se demora en publicar nuevas placas ¿y qué? ¿Desde cuando estos datos estadísticos son tan excepcionales?


Pareciera que la fórmula para hacer una reseña sobre The Drift es la siguiente: Ex Teen Idol que ahora hace música rara + artista de culto en la primera parte de su carrera solista + sólo tres discos en treinta años = ¡¡Este disco es buenísimo!!


Como siempre, todas las reseñas, tanto las de las revistas como las de los blogs -hay honrosas excepciones- DICEN LO MISMO. Entonces, más que intentar un alegato contra The Drift, en este modesto escrito sólo intento dar una opinión diferente.


Interludio:

A los diez minutos de escuchar The Drift, uno siente deseos irrefrenables de levantarse, pulsar la tecla stop del reproductor, sacarlo cuidadosamente del mismo y tirarlo por la ventana… Seguramente a eso se refiere Xavier Valiño cuando lo cataloga de peligroso. The Drift puede ser un disco peligroso, especialmente para los peatones distraídos…


Últimas preguntas:


¿Y si Scott Walker no es un genio, es sólo un tipo atormentado que hizo
-muy- buenos discos, pero treinta o treinta y cinco años atrás, y The Drift es sólo una radiografía de su decadencia como persona y como cantante?


¿Si The Drift lo hubiesen firmado Peter Gabriel o David Bowie, estarían todos igual de fascinados o titularían las reseñas con un ‘Gabriel nos aburre a todos’? ¿Y si este disco lo hubiese hecho yo, qué dirían los críticos?


¡Ah! Para terminar, este disco ¡¡¡¿¿Es bello??!!!


Final:

Sorry, Scott, como dijo la gran Bettye LaVette: I've got my own hell to raise. 

 

Guillermo Apud
 
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