DIAMOND DOGS 2005

ARTÍCULOS 2005 RUFUS WAINWRIGHT CONCIERTO

Ultrasonica e-zine :: Xavier Valiño

ARTÍCULOS 2005


 

Diamond Dogs en directo

(Sala Capitol, Santiago de Compostela, 5 de febrero de 2005)

 

 

         Nos habían avisado antes, para recordárnoslo más que nada, porque muchos ya lo sabían de anteriores visitas -y de sus discos también-: Diamond Dogs no tienen nada que ver con la escena de garage de los países nórdicos.

 

         Por si a alguien le sirve la comparación, para todos aquellos que no vimos en su día a los Faces -que levante la mano el que los haya visto por aquí; nadie, claro-, Diamond Dogs son el mejor sustituto hoy en día.

 

Algunos hablan de The Black Crowes -estos no eran más que la penúltima imitación- y, la mayoría de los Rolling Stones. Diamond Dogs se encargaron de aclarar por adelantado que, en la tesitura de escoger entre Mick Jagger y Keith Richards o Rod Stewart y Ron Wood, y aunque adoran a los cuatro, se quedaban con los Faces.

 

Ya sabemos: los Rolling Stones fueron un grupo más importante, pero los Faces eran más divertidos; sonaban como los Stones metidos en bourbon. Y en directo, según ellos, cuando los Faces sonaban bien, eran mejores que los Stones, aunque los Stones eran siempre buenos y más regulares.

 

         Sulo -toda una bestia del escenario como si fuera el mismísimo Rod Stewart de los buenos tiempos- y sus compinches demostraron de nuevo cuál es el rock más clásico, el que bebe y bebía del soul y el rhytm and blues. O sea, que pocas noches de rock’n’roll se pueden vivir hoy mejores que con Diamond Dogs y sí, por supuesto que son mucho más aprovechables en directo -donde no te cuestionas la validez de su propuesta en estos tiempos cambiantes- que en disco.

 

Xavier Valiño

 

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ELVIS PRESLEY 68 COMEBACK SPECIAL

ARTÍCULOS 2005 RUFUS WAINWRIGHT CONCIERTO

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ARTÍCULOS 2005


Elvis Presley, la revolución fue televisada

 

         Cuando en junio de 1968 Elvis Presley grabó un especial de televisión que sería emitido en diciembre de ese mismo año, iba a conseguir, sin ser consciente, dos cosas: salvar su carrera y hacer la mejor música de su vida. 

         “Si buscas problemas, has venido al sitio apropiado,” canta mientras la cámara le apunta buscando sus primeras palabras. Después se sienta en un círculo con un grupo reducido de músicos y un grupo de gente más grande alrededor de ellos, para acabar dejando su sangre por el suelo. 

         Aquella sesión de Navidades prescindió casi totalmente de villancicos y optó por parábolas de un guitarrista nómada. Por primera vez en más de siete años se enfrentó al público en directo, a mujeres y hombres de carne y hueso que, él lo sabía muy bien, se iban a encontrar con algo inesperado, nada parecido a lo que recordaban, nada en absoluto, ya que, desde que le había dado la vuelta al mundo de la música pop y a la cultura norteamericana a mediados de los 50, para la inmensa mayoría Elvis Presley se había convertido en los 60 en un chiste, un empleado de su propia factoría de películas.  

         Nunca había hecho un especial para televisión antes, así que, en un año de extrema violencia, asesinatos -Martin Luther King y John F. Kennedy entre otros- guerras y manifestaciones públicas que pusieron en entredicho como nunca antes el sueño americano, gentes de toda clase conectaron sus televisores a la NBC. Los jóvenes radicales y los oficiales del Gobierno. Los del Norte y los del Sur. Los blancos y los negros. Todos querían saber qué diría Elvis, qué haría. De alguna manera, todos querían saber si Elvis Presley aún existía. 

         Los tres DVDs que ahora se editan con el título de Elvis 68 Comeback Special son el testimonio glorioso de aquel momento: el especial en su integridad, tal y como se emitió el 3 de diciembre de 1968; los dos conciertos enteros que grabó sentado en junio, en los que acomete de forma ruda e improvisada canciones como “One Night”, “Lawdy Miss Clawdy” y “Blue Christmas”, con el público tan cerca que se podía tocar -y, de hecho, lo hace-; las dos actuaciones en un escenario en el que aparece solo, con la banda fuera de imagen; y tres horas y media de material extra con tomas alternativas y números musicales del espectáculo dramatizados, algunos mejores incluso que los que llegaron a emitirse. 

         Se puede sentir el impacto que el espectáculo causó. Elvis está estupendo y lo sabe; se ve cómo disfruta, se palpa su astucia y hasta una cierta guasa. Enfundado en un traje de cuero negro como si hubiera nacido para ello -a veces en solitario frente a la cámara, otras acompañado de su guitarrista Scotty Moore, su batería D. J. Fontana, su amigo Charlie Hodge a la guitarra acústica, que le da la réplica y la aguanta el micrófono cuando Elvis no puede permanecer sentado, su amigo Alan Fortas a las palmas, y Lance LeGault en la pandereta- Elvis cantó sus viejas canciones, aunque no sonaron viejas en absoluto.  

Le puso tanta pasión, tanta emoción -emoción que las grabaciones de estudio como, pongamos por ejemplo, “Blue Suede Shoes”, “One Night”, “Blue Christmas” o “Can’t Help Falling In Love” no tenían-, que cada una se convirtió en algo con personalidad propia por sí misma. De repente, eran más acontecimientos que canciones, en los que cualquier cosa podía pasar y, de hecho, pasaba. Así, en la interpretación conjunta de “Heartbreak Hotel”, “Hound Dog” y “All Shook Up”, un largo aplauso lo detiene todo, con Elvis Presley conmocionado y paralizado durante un momento, sin saber qué hacer o qué esperar.  

         Los conciertos en los que permanece sentado son el pequeño teatro al que todos los artistas quieren volver alguna vez. “¿Estamos en la televisión?” pregunta Elvis a Charlie Hodge en un momento dado. “No,” le dice Hodge, “estamos en un tren que va hacia Tulsa.” Y lo cierto es que cuando Elvis se revuelve cada poco tiempo al interpretar “Baby, What You Want Me To Do” de Jimmy Red, es como si la canción fuese un tren en movimiento hacia Tulsa u otro sitio, o como si él mismo lo fuera. 

         Al principio del especial, Elvis coge la guitarra eléctrica de Scotty Moore; nunca la había tocado en directo antes, pero inmediatamente se afana en los acordes más bajos imaginables, en una música que todos los músicos dicen que cualquiera puede hacer pero que casi nadie hace. En un momento pasa de un verso tranquilo a una conflagración tan poderosa que no parece real. 

         “Dime, cariño, ¿estás sola?,” canta. “No,” le responde una chica del público. Una mujer llora mientras interpreta “Blue Christmas” al tiempo que Hodge le pide que la toque de forma indecente. Ya lo está haciendo: sube montañas y cruza los torrentes de “Tryin’ To Get To You” agitando sus manos, frotando las cuerdas de su guitarra contra sus piernas, sacudiéndola, su cuerpo temblando como una hoja que lleva el viento por el aire. La música sube, baja y sube de nuevo como si acabase de descubrir un nuevo lenguaje, como si esa noche tuviese que decirlo todo porque ya no hablaría jamás. Y, unos instantes después, pasa a la siguiente canción.

Xavier Valiño

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TEENAGE FANCLUB DISCOGRAFÍA

ARTÍCULOS 2005 RUFUS WAINWRIGHT CONCIERTO

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ARTÍCULOS 2005


 

TEENAGE FANCLUB (Discografía)

 

Melodías desde el Norte de Gran Bretaña

 

        Con motivo de la edición de su último disco, Man-Made, hacemos un repaso por la discografía de una de las bandas más importantes de los tres últimos lustros, los escoceses Teenage Fanclub.

 

 

A Catholic Education (Paperhouse / Matador, 1990)

 

 

El debut del grupo le debe más al rock alternativo americano del momento que al power-pop que se convertiría en la marca de la casa. Aquí hay más de Sonic Youth -de quienes se harían grandes amigos-, Hüsker Dü, Dinosaur Jr. o del Neil Young más eléctrico que de Big Star, por poner un ejemplo. Sin embargo, las melodías comenzaban a estar ahí, cubiertas por marañas de guitarras y una producción sucia. “Everything Flows” es su primera gran canción, en un disco en el que Norman Blake se erige como el principal compositor -curiosamente acreditado como Morman Blake-. El álbum, según cuenta el grupo, se financió con la venta de una lavadora y un frigorífico que la vecina de Raymond le dejó en su testamento.


The King (Creation / Matador, 1991)

 

 

El disco que todo el mundo ignora, en buena parte debido a que fue descatalogado nada más editarse, por lo que parece que el grupo tampoco se lo tomó muy en serio. Fue grabado al mismo tiempo que Bandwagonesque, aunque en mucho menos tiempo, con el objetivo de finiquitar el contrato que los ataba con Matador en América. Sus siete instrumentales serían la respuesta del grupo a la presunta dulcificación del sonido del álbum que grabaron al mismo tiempo. No obstante, para que quedase claro que su amor por las melodías no se había quedado por el camino, incluyeron también una versión de “Like A Virgin” de Madonna y de “Interstellar Overdrive” de Pink Floyd. No pasa de ser anecdótico o, mejor aún, de puente entre el sonido de su debut y el que les acompañaría a partir de Bandwagonesque.


Bandwagonesque (Creation / Geffen, 1991)

 

 

         Paradójicamente, cuanto más se alejan de Nirvana, más próximos se sienten. Hay menos deudas con el rock underground estadounidense y aparece la luz en sus canciones, con Big Star como el gran referente -y otros artistas con la B en sus iniciales: The Byrds, The Beach Boys, The Beatles, Burt Bacharach, The Band, Badfinger-. La respuesta crítica en su momento fue similar a la de Nevermind. La gira posterior con el grupo de Kurt Cobain y la coincidencia de símbolos materialistas en las portadas no va más allá: su sonido ya sigue caminos divergentes. Don Fleming, el productor, los convenció para centrarse en las voces, así que las guitarras suenan menos saturadas. Tal vez sea la cima del power-pop de los 90 y la de Gerard Love (él aporta “December”, “Is This Music”·, “Guiding Star” y “Star Sign”). Para el recuerdo la frase que abre el disco: “Viste de cuero adondequiera que va, dice que va a comprar un disco de Status Quo”. Ni ellos mismos se toman tan en serio, a pesar de haber parido un clásico instantáneo.


 

Thirteen (Creation / Geffen, 1993)

 

 

         Tras Bandwagonesque había hambre de canciones del grupo. Escuchado sin ningún antecedente sobre sus autores, no deja de ser un buen disco, como grandes momentos como “Norman 3”, “Commercial Alternative”, “Gene Clark”, “Radio”, “120 Mins”, “Hang On”… En cuanto al sonido, por un lado intentan darle una orientación más rock y, por otro, utilizan más teclados que nunca, violines, cellos, flautas… Sin embargo, no todo resulta como debiera: tras seis meses de grabación, el grupo no disimula al hablar del laborioso proceso y de lo que les ha costado darle forma. En consecuencia, el disco es acogido con mayor frialdad. No es de extrañar, porque superar a su antecesor no estaba al alcance de casi nadie. Las primeras copias incluían seis canciones extra no acreditadas, entre ellas versiones de Phil Ochs y The Flying Burrito Brothers.

 


Deep Fried Fanclub (Paperhouse, 1995)

 

 

         Paperhouse intentó rentabilizar su inversión del pasado en Teenage Fanclub -les ofrecieron su primer contrato nada más formarse-, editando esta colección de canciones grabadas mientras estaban con el sello en 1990, al que añadieron su single para la compañía K de 1992. Aquí están los singles “Everything Flows”, “God Knows It’s True”, varias caras B interesantes para quienes busquen tenerlo todo del grupo y distintas versiones: “The Ballad Of John And Yoko” (The Beatles), “Don’t Cry No Tears” (Neil Young), “Free Again” (Alex Chilton) y “Bad Seed” (Beat Happening). No pasa de ser una curiosidad. La futura colección de caras B mucho más completa que el grupo nos debe será más apetitosa.

 


Grand Prix (Creation / Geffen, 1995)

 

 

         Se impone la democracia en el seno del grupo y a uno le quedan ganas de asegurar que se trata del sistema político perfecto tras escuchar Grand Prix. Para ellos es su mejor álbum, y se podría decir que el referente de todas las grabaciones de la banda, ése que sirve para medir a todos sus otros discos. Si hasta ahora el compositor más celebrado del grupo había sido Norman Blake, Gerard Love y Raymond McGinley se sitúan a su altura. Tanto el sonido como sus emociones se calman para abrazar sus influencias y recrearlas con tino (“About You” remite a The Beatles, “Neil Jung” a Alex Chilton, “Sparky’s Dream” a The Byrds), incluyendo canciones más lentas ausentes hasta el momento de su repertorio como “Tears” o “Say No”. Aún hoy sigue siendo el centro de sus actuaciones. El álbum pop perfecto, que debería ser el rasero por el que todos midieran la palabra pop.

 


Songs From Northern Britain (Creation-Sony, 1997)

 

 

         Tras la reinterpretación acústica de cuatro de sus canciones en el EP Teenage Fanclub Have Lost It (“Don’t Look Back”, “Everything Flows”, “Starsign” y “120 Mins.”) el grupo registra su siguiente álbum. Si la fórmula había salido bien en su anterior disco, valía la pena repetirla. De nuevo con David Bianco en los controles, el disco toma también el modelo acústico del EP para gran parte de sus canciones, con una participación destacada de los teclados. De nuevo se repite el reparto de cuatro canciones por cada uno de los tres compositores, incluyendo parte de las favoritas de la banda y de sus seguidores: “Start Again”, “Ain’t That Enough”, “Can’t Feel My Soul”, “Take The Long Way Round”, “Winter”, “I Don’t Care”… Nada mejor para una soleada tarde de otoño. Junto a Bandwagonesque y Gran Prix, el tercer disco que todo amante del pop debería tener.

 


Howdy! (Columbia-Sony, 2000)

 

 

         El modelo ha cuajado definitivamente y ya sólo queda trabajarlo. Cuatro canciones por cada uno de los tres. Guitarras acústicas y eléctricas casi a partes iguales. Armonías vocales. Melodías. Estribillos. Aquí, además de unos arreglos más ambiciosos, es McGinley el que parece haber mejorado con los años, aportando “The Sun Shines From You”, “I Can’t Find My Way Home”, “Hapiness” y “My Uptight Life”, aunque Gerard Love aporta gemas como “Near You”, “I Need Direction” y “The Town And The City”. Norman Blake no consigue igualar sus logros del pasado. Para cualquier grupo sería un gran disco, pero para Teenage Fanclub se queda por debajo de su trilogía de discos mágicos ya citados.

 

 

Words Of Wisdom And Hope (Geographic / Alternative Tentacles, 2002)

 

 

         Cuando ya parecía que la fórmula no daba más de sí, Teenage Fanclub se descuelga con un disco distinto, el más atípico de su discografía. No es que no tenga nada que ver con el resto de su obra, pero el canon al que nos habían acostumbrado se rompe en este álbum. Evidentemente, hay que contar con que el disco fue grabado a medias con Jad Fair, componente de Half Japanese (y padre de Simon Fair Timony, un niño que, a sus once años, era uno de los mejores amigos de Kurt Cobain, a quien le dedicó “I Love You Anyway” con su grupo The Stinky Puffs, tal vez el homenaje más emotivo al líder de Nirvana). O sea, un álbum a medio camino entre el sonido independiente del americano y el pop de los escoceses. Para algunos podría ser algo así como el regreso del grupo a los días de A Catholic Education, lo que es lo mismo que decir que faltan melodías que enganchen.

 


Four Thousand Seven Hundred And Sixty-Six Seconds: A Shor Cut To Teenage Fanclub (Columbia-Sony, 2002)

 

 

         El disco que sirvió para poner fin a su relación con la multinacional Sony y con una portada que parece sacada de los mejores tiempos del rock sinfónico. Con decir que éste es el único recopilatorio del grupo hasta el momento, estaría todo dicho. Perfecto para quienes quieren iniciarse en el mundo de Teenage Fanclub. Además, al estar recogidas casi todas sus grandes canciones y singles, se puede asegurar sin la más mínima duda que es un disco pop perfecto. Como jugada comercial, incluía tres canciones nuevas, cómo no, una por cada uno de los tres compositores: “The World’ll Be OK” de McGinley, “Empty Space” de Love y “Did I Say” de Blake.

 


Man-Made (PeMa, 2005)

 

 

         Cinco años después de su último disco en estudio, Teenage Fanclub regresan con un nuevo álbum editado en su propio sello discográfico, PeMa. Ya no se deben a nadie ni a nada, ya gozan de la condición de clásicos, ya saben que interpretan a la perfección su libro de estilo, así que sólo queda revestirlo de alguna otra forma. Por eso deciden contar con el productor John McEntire, de forma que el interés, una vez conseguidas las melodías y las armonías, se centre en los arreglos. Por ahí parece que puede estar la única vía de evolución del grupo. Tras cinco años de ausencia, sus canciones se aprecian de nuevo, y hay varias que se pueden sumar a lo mejor de su repertorio sin desmerecer. Lo mejor de todo es que éstas cambian de un día para otro, así que aún se pueden esperar más melodías exquisitas desde el Norte de Gran Bretaña.

 

Xavier Valiño
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FANS OBSESIVOS

ARTÍCULOS 2005 RUFUS WAINWRIGHT CONCIERTO

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ARTÍCULOS 2005


Fans obsesivos: todo por la fama

Mark Chapman

Tal y como están las cosas, parece que uno no es famoso hasta que no se encuentra a alguien merodeando en su cocina. Le llaman erotomania o el síndrome de Clerambaut, que se define como “un desorden paranoico que hace creer a alguien erróneamente que otra persona, generalmente de un nivel social o laboral más alto, está enamorado de ella.”

No hay más que escuchar la razón que alegaba el seguidor de Madonna, Robert Dewey Hoskins, quien, además de enviarle cartas y llamarla a todas horas para decirle que la quería, entró tres veces en su casa y amenazó con cortarle la garganta “de oreja a oreja” si no lo dejaban estar con su esposa. En el último intento, un guardia de seguridad le disparó. “¡Ella lo empezó todo!,” fue su explicación. Ya en prisión escribió en su celda cuál era su principal ocupación: “EL ACOSADOR DE MADONNA”.

Muchos lo han sufrido y nadie quisiera pasar por ello. Éste es el resumen de alguno de los casos más conocidos de fans realmente obsesionados -y desquiciados- con sus ídolos.

Evidentemente, el más famoso de todos estos fans desquiciados es Mark David Chapman, el asesino de John Lennon, quien, identificado con el protagonista de El guardián entre el centeno y convencido de que Lennon era un vendido, cruzó los Estados Unidos para matarlo en las puertas de su apartamento de Nueva York, no sin antes pedirle un autógrafo. Más adelante reconoció: “Yo era el Sr. Nadie antes de matar a la persona más famosa del Planeta.”

George Harrison estuvo a punto de ser el segundo Beatle asesinado. A finales de diciembre de 1999, un hombre llamado Michael Abram se coló en su casa por la noche y la emprendió a cuchilladas con él y su mujer. La contundente y rápida respuesta de ambos le salvó de una muerte segura. Curiosamente, una semana antes, una australiana llamada Cristin Joyce Keleher, que decía que Harrison era su amante, había sido descubierta en su cocina tomándose tranquilamente una pizza.

No se trata de un fenómeno reciente. ¿Quién no recuerda las imágenes de los Beatles perseguidos por miles de fans enloquecidas? The Monkees lo vivieron también: a finales de los 60 estuvieron retenidos en un hotel de Londres por temor a los fans que los esperaban fuera.

Bob Dylan tuvo varios seguidores de los que van más allá de lo razonable. El más famoso fue Alan Jules Weberman, un estudiante que creó el Frente de Liberación de Dylan con el delirante objetivo de “liberarlo de sí mismo”. Empezó a merodear alrededor de su casa en Nueva York y acabó inspeccionando su basura. En una ocasión se llevó una bolsa con pañales de sus bebés, un borrador de una carta a Johnny Cash y letras desechadas para un futuro disco. No se le ocurrió nada mejor que publicar un libro en el que interpretaba a Bob Dylan a través de la lectura en clave de su basura.

Uno de los casos más curiosos es el de una mujer que cavó un agujero a las puertas de la casa de Cliff Richard en Surrey y vivió allí durante tres años. Otra mujer, ciega en este caso, llamada Kathy Darnell, persiguió a Elton John durante años hasta que la persona que la llevaba en coche a todos lados para seguirle dijo que ya estaba harto: era su marido y acabó pidiendo el divorcio, harto de esta obsesión.

Por su parte, a una tal Ruth Marie Torres le dio por acosar a Adam Ant. Empezó dándole comida a sus perros en la que metía cuchillas de afeitar y, después, entró en su casa para decirle que le había estado vigilando mucho tiempo. No era suficiente: le comentó a uno de sus amigos que le advirtiera de que, o se casaba con ella, o iba a castrarlo. Adam Ant no pudo soportar la persecución y empezó a perder su salud mental, hasta el punto de que acabó acudiendo a un centro médico con una gran cantidad de dinero implorándoles que lo admitieran o, si no, se suicidaría.

Björk ha pasado por esta experiencia en, al menos, dos ocasiones. El primero, Ricardo López, no puedo aguantar que la islandesa saliera con Goldie y se suicidó mientras lo filmaba todo; en la misma cinta la policía encontró la explicación de cómo había preparado una bomba que le acababa de enviar por correo. Por suerte, un empleado de Correos la descubrió a tiempo. “Soy el ángel de la muerte para ella,” aseguraba en el video. El segundo, después de enviarle mensajes amenazantes durante meses, entró por la fuerza en la casa de su madre.

Björk

Olivia Newton-John también los ha tenido a pares, al menos los más peligrosos. Al primero, el granjero Ralph Nau, ya le había dado por acosar a Cher o Sheena Easton, antes de decantarse por la protagonista de Grease. Para empezar, se marchó a Australia a verla y allí, tal y como se descubrió después, asesinó a una persona. Después, en uno de sus conciertos subió al escenario para llegar hasta ella, aunque fue cogido a tiempo y expulsado del recinto; acto seguido, mató a su hermano menor. El segundo, Michael Perry, fue expulsado de California después de perseguirla durante meses, obsesionado con que la cantante era la responsable de los cadáveres que creía estaban en su casa. Al volver a su hogar en Louisiana, mató a sus padres, dos primos y un sobrino.

Kim Wilde sufrió el acoso durante seis años de un hombre que se hacía llamar Drácula y al que ya conocían bastante bien Cher, Sheena Easton y Olivia Newton-John -¡vaya casualidad!-. Otro que estuvo cerca de un fatal accidente fue el cantante de country Billy Ray Cyrus, al que una seguidora le tiró gasolina por todo el cuerpo e intentó prenderle fuego, aunque la policía consiguió reducirla en el último segundo. A Norman Cook lo perseguía una señora de 65 años que aseguraba ser el auténtico Fatboy Slim.

Cuanto más fama, más posibilidad de verse hostigado. En la mansión de Michael Jackson se coló hasta ocho veces un mujer llamada Levon Muhammed antes de ser detenida. En la última llegó hasta la cocina, se preparó un bocadillo y declaró, mientras la detenían, que era su mujer y la madre de sus cuatro niños.

Janet Jackson también tuvo su corte de acosadores. Consiguió una orden de alejamiento de un tal Ronald Benjamin Singleton, que se hacía llamar el “próximo Presidente de América” y obtuvo sendas condenas a prisión para Frank Paul Jones (que le enviaba cartas amenazadoras) y para Jay Thomas Myers (quien había escrito al Presidente Clinton reconociendo que Jackson era su captura). Pero el más decidido fue Eric Leon Christian, quien, después de haber sido condenado por contactar con la hermana de Michael unas 90 veces amenazándola, llegó a demandarla por haber arruinado su reputación y haber acabado con cualquier oportunidad de tener una carrera como músico.

Whitney Houston también consiguió la orden de alojamiento para Desiree Weeks, una mujer que pensaba que Houston era su madre reencarnada, y la que enviaba cartas y regalos como pasteles de cuatro pisos, ropa interior, pijamas para su marido y almohadas para la que decía era su hermana -la hija de Houston, Bobbi-.

Bono, de U2, también vivió similares amenazas. Un irlandés llamado Patrick Harrison le perseguía pidiendo recompensa económica por más de 100 canciones que, según él, le había proporcionado a la banda, incluyendo la totalidad de The Joshua Tree. En 1989 el tal Harrison manifestó en una entrevista que “la mayoría se las envié en dos cartas largas en 1986, aunque las últimas once se las di a él personalmente en una bolsa de plástico en Arizona.” Como no había obtenido respuesta, concluía que sólo había una solución: “Si cojo un arma y lo mato, entonces voy a llamar la atención de todo el mundo.”

También las dos cantantes de ABBA han tenido sus problemas con fans que han ido más allá. Agnetha denunció a un admirador con el que había tenido una amistad muy estrecha cuando éste empezó a acosarla al negarse a aceptar el fin de la relación. Mientras, Anni-Fri decidió demandar al más perseverante de sus fans, Lennart Kanter, cuando abrió una web con el nombre ella y en la que hacía pública su obsesión.

Como no podía ser menos, Courtney Love también sufrió la persecución de la ex-mujer de uno de sus novios, Jim Barber, hasta el punto de denunciarla por “contratar a detectives privados para espiarme, acosarme con llamadas sucias y amenazas e intentar matarme con su Volvo.” Parece ser que logró esquivar el coche en el último minuto y sólo la hirió en un pie, aunque, según Love, perdió un papel protagonista en una película y tuvo que cancelar una gira.

A otros los medios de llamar la atención les salen más originales. Simon Le Bon, de Duran Duran, se encontró un buen día con una carta de casi in kilómetro escrita en papel de váter por una de sus seguidoras-acosadoras, una estudiante llamada Kay Pashley. Paul Young tuvo que soportar los más de cien mil “por favor” que una tal Jane Waddington le envió por carta durante seis meses en 1988 -algo similar a lo que le había sucedido al actor Michael J. Fox al que una mujer llamada Tian Ledbetter le envió 6000 cartas durante un año acompañándolas de cajas con restos de ratas para expresar su enfado por haberse casado-.

Brian Molko, de Placebo, también tuvo que aguantar continuas llamadas de un fan que le dejaba mensajes en su contestador en los que le decía: “Entraré en tu cuarto, cortaré tu pene, me lo meteré en la boca y lo comeré con mis pequeños dientes.” No se lo tomó tan mal, porque la banda incluyó el mensaje al final del corte oculto que seguía a "Burger Queen" de su disco Without You I'm Nothing.

Tanya Donelly optó por la acción directa cuando aquel fan que la perseguía le envió una nota en un concierto en San Diego en la que le decía: “Soy tu marido. No te preocupes. Todo va a ir bien porque voy a cuidar de ti”. La respuesta fue clara: “Tengo tu dirección y pagaré a alguien para que te haga daño. Ni se te ocurra pensar que no lo haré.” Nunca lo volvió a ver.

Otros ven fantasmas donde no los hay, aunque en ese caso lo normal es que sea el artista quien sufre la paranoia. Marvin Gaye pasó gran parte de los 80 convencido de que un asesino le seguía de gira, por lo que se acompañaba de gente que se le parecía para que aparecieran en público y despistaran al asesino. Como veía sombras continuamente en su jardín, instaló un equipo de protección de alta tecnología y dispuso varias armas en su habitación. Curiosamente, el asesino le era más que conocido y dormía en la habitación de al lado: su padre lo asesinó después de una discusión familiar en 1984.

Xavier Valiño

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THE MAMAS AND THE PAPAS 2005

ARTÍCULOS 2005 RUFUS WAINWRIGHT CONCIERTO

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ARTÍCULOS 2005


The Mamas & The Papas, el sueño de California

No es que pasase mucho tiempo desde que se juntaron en 1965 hasta que se separaron en 1968, pero en palabras de Papa John, “lo pasamos tan bien en dos años, que ya no había nada más que disfrutar.” Aún así, The Mamas & The Papas se convirtieron en tan poco tiempo en la familia real estadounidense del pop, los Beatles americanos. 

Al igual que los Beatles, eran cuatro personalidades reconocibles al instante, distintas pero con el mismo entusiasmo y capacidad para el espectáculo. John Phillips y su mujer Michelle, Cass Elliot y Denny Doherty parecían y sonaban como nadie más en aquel entonces. Atractivos por su vistosa presencia, eran unos profesionales y perfeccionistas enfrente del micro que se dejaban llevar totalmente en el escenario. 

Complete Anthology es justo eso: todo lo que grabaron. Sus cuatro discos entre 1966 y 1968 –If You Can Believe Your Eyes And Ears, The Mamas & The Papas, Deliver y The Papas & The Mamas-, más el endeble People Like Us grabado en 1971 después de ser forzados a reunirse para cumplir obligaciones contractuales. Además, se incluye su poco ensayada pero vigorosa actuación de cierre del Festival Monterrey Pop, el 18 de junio de 1967, y un compacto de rarezas, canciones escogidas de sus discos en solitario y sus primeras grabaciones como coristas del segundo disco de Barry McGuire en diciembre de 1965.

 

Fue precisamente gracias a Barry McGuire que John, Michelle, Denny y Cass, con el grupo todavía sin nombre y con Cass aún no comprometida al cien por cien, hicieron su primera audición para el sello Dunhill de Lou Adler. El comentario de éste de que “no podía creer lo que estaba viendo y escuchando” es ya parte de la leyenda del rock. Lo que añadió a continuación, “habían bajado de 80 viajes de ácido, eran sucios y estaban intimidados y, aún así, cantaban como los ángeles,” aún dice más. 

La versión que Barry McGuire hizo de “California Dreamin’” cierra esta Complete Anthology y es idéntica a la de The Mamas & The Papas, salvo por dos pequeños detalles: la voz tenor familiar de Denny Doherty es reemplazada por el gruñido áspero de McGuire y una flauta veraniega sustituye al solo de armónica. Es la diferencia entre la mediocridad y la magia del rock’n’roll y definía la canción que lanzó la montaña rusa en la que se convirtió la carrera de The Mamas & The Papas. 

Todos los elementos cruciales de su trabajo encontraron su lugar rápidamente y continuaron inalterables durante los siguientes tres años: el productor Lou Adler, el ingeniero Bones Howe y la crema de los músicos de sesión de Los Ángeles -el batería Hal Blaine, el bajista Joe Osborne y el teclista Larry Knechtel, conocidos como The Wrecking Crew- fueron tan importantes para el grupo como el equipo con el que contó Phil Spector para sus legendarias grabaciones. Ellos proporcionaban el colchón perfecto sobre el que descansaban las canciones de John Phillips y las imponentes armonías del grupo. 

También los discos encontraron pronto su modelo: John Phillips escribía la mayoría de los temas, a los que se le añadían algunas versiones escogidas, generalmente para que se luciera Mama Cass, aunque con la sentida excepción de “Dedicated To The One I Love” que se le dejó a Michelle. John venía del mundo del folk y su descubrimiento del pop en 1965 (y de los Beatles en particular) le llevó a componer un montón de brillantes melodías de éxito -“Monday Monday”, “Where You Wanna Go”, la autobiográfica “Creeque Alley”- y canciones más artesanales para sus álbumes, a menudo más oscuras en apariencia -“Straight Shooter”, “No Salt On Her Tail”, “Strange Young Girls”-. 

Las diferentes voces de cada uno de los cuatro y su imagen estrafalaria fue lo que los situó en otra dimensión al lado de sus coetáneos. El público encontró irresistible su garbo hippie,  bohemio, y sus extravagantes modales. Pronto se convirtieron en la apuesta más segura en los circuitos de la música en directo y los únicos capaces de encabezar el Festival Monterrey Pop del “verano del amor” de 1967. 

The Mamas & The Papas también retaron a la moral conservadora de la sociedad estadounidense con su osado desdén por los valores tradiciones. Los comentarios de Mama Cash estaban, generalmente, fuera de lugar y no sólo tuvo un hijo sin casarse, sino que también proclamó que había sido una “concepción inmaculada.” En lo más alto de su fama, Michelle fue despedida temporalmente y reemplazada por otra mujer que se le parecía bastante, Jill Gibson, por sus relaciones extramaritales, primero con el otro componente masculino del grupo, Denny, y, luego, con Gene Clark de sus rivales The Byrds. 

Aunque sobrevivieron a todo tipo de escándalos públicos, no consiguieron sobreponerse a las fricciones entre John y Michelle, el resentimiento de Mama Cass con el liderazgo de John y la sensación de aislamiento de Denny. Sus carreras en solitario no tuvieron mayor relevancia. Mama Cass fue la que más éxito tuvo, hasta su muerte en 1974. Después, John fue cayendo en un abismo personal y creativo por su adicción a las drogas, sin que pudiera recuperarse. Murió en marzo del 2001. 

Michelle y Denny, los supervivientes, son los productores de una película basada en la carrera del grupo que se estrenará próximamente. Por ahora, Complete Anthology documenta intensamente una historia condensada en dos años y medio y nos reencuentra con el talento de John Phillips, quien lo dilapidó todo muy pronto por vivir demasiado al límite.

Xavier Valiño

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