CAMPUS GALICIA ARTÍCULO TALKING HEADS
Talking Heads, arte pop
Once In A Lifetime (Rhino-EMI)
Una obra de arte. Dicen que no se puede juzgar un libro por su portada, pero con esta retrospectiva del grupo más intelectual de la primera generación del punk de Nueva York se puede contradecir el dicho con tota confianza. Después de todo, el atípico tamaño y presentación de esta colección única, que parece más un libro de arte que una colección de compactos, casa perfectamente con la ética y la estética que David Byrne y compañía mostraron durante el tiempo que estuvieron juntos como Talking Heads.
Formado a mediados de los 70 por tres estudiantes de una escuela de arte de Rhode Island -David Byrne, Tina Weymouth y Chris Frantz-, junto al ex-Modern Lover Jerry Harrison, Talking Heads salieron de la escena punk de Nueva York para convertirse en uno de los grupos más arriesgados e influyentes de la historia. Su visión polirrítmica del rock fundía elementos que incluían el funk, ritmos africanos, la elegancia brasileña y los principios del punk en un sonido pionero que era, a la vez, experimental y accesible, inventivo y contagioso.
Hasta ahora, el catálogo de Talking Heads no había sido tratado como debiera en la era del compacto. Sus discos nunca habían sido remasterizados, su legendario disco doble en directo The Name Of This Band Is Talking Heads no ha visto la luz aún en compacto y, salvo el recopilatorio de 1992 Popular Favorites 1976-1992: Sand In The Vaseline, nunca habían contado con una retrospectiva de su trayectoria.
Ahora, la caja recopilatoria Once in a Lifetime enmienda el error y destaca por varios motivos: porque es la primera vez que se remasterizan las canciones de la banda -y el sonido es deslumbrante-, porque por fin algo de The Name Of This Band Is Talking Heads llega al soporte digital -aunque sólo sea una canción, pero que no está en ninguno de sus otros discos, “A Clean Break (Let’s Work)”-, porque descubre algunas rarezas y, lo más importante, porque hace un repaso con detenimiento por la obra del grupo.
Entre sus 54 canciones hay sitio para media docena de temas de cada uno de sus discos -excepto Naked (1988), tal vez el menos interesante-, además de incluir una selección de cinco descartes y versiones distintas no editadas anteriormente.
Temáticamente, cada disco representa una etapa. El primero de ellos, además de tres grabaciones anteriores a su primer álbum, ya disponibles en su único recopilatorio, se centra en su debut, Talking Heads: 77, y su secuela de 1978 More Songs About Buildings And Food, revelando unos inicios en el post-punk más inquieto y su consiguiente inmersión en el funk y los ritmos africanos.
Los Talking Heads clásicos conforman el grueso del segundo disco, aquellos que siempre formarán parte del subconsciente colectivo. Esta etapa coincide con la colaboración con el productor y músico Brian Eno en los discos Fear Of Music (1979), Remain In Light (1980) y Speaking In Tongues (1983). Ahí está David Byrne escupiendo sus palabras cortantes sobre el funk de coartada intelectual que facturaban Chris Frantz y Tina Weymouth, arropado todo ello por el instinto melódico de Jerry Harrison.
El tercer compacto se centra en lo que siguió a su época más gloriosa. En Little Creatures (1985) el grupo se acercó al pop sin disimulos, para continuar con la banda sonora de True Stories, casi un proyecto personal de David Byrne, que, no obstante, aportó canciones redondas como “Wild Wild Life”, “Love For Sale” y “People Like Us”. Su último disco, Naked, a pesar de estar inmerso más que nunca en ritmos de otras partes del mundo, mostraba ya una cierta pérdida de inspiración.
Si se juzga desde el punto de vista musical, sólo se echa en falta “The Great Curve”. Por ello, salvo un par de cortes menores en esa parte final, y a que omite completamente Stop Making Sense, Once In A Lifetime se convierte ya en la recopilación definitiva de Talking Heads.
Pero esta caja ofrece algo más que música. El cuarto disco, Storytelling Giant, en DVD por primera vez, incorpora, en relación con su edición en VHS hace unos años, tres vídeos nunca antes vistos. Y no se trata de un extra más: dado que la parte visual siempre fue uno de los elementos más importantes del grupo, Storytelling Giant se convierte en una parte imprescindible de la caja.
Esos vídeos vistos ahora, años después de su filmación, revelan que permanecen totalmente vigentes aunque las técnicas de producción hayan envejecido. Queda claro que en este caso -uno de los muy escasos en el mundo del rock-, sí había imaginación y una razón para poner imágenes a su música. De todas formas, era tan importante esta faceta que no se puede tener una visión completa sin acudir a Stop Making Sense y True Stories, puede que la omisión más importante de esta colección.
Mención especial merece el envoltorio, aquí a la altura del contenido. El ancho libreto que guarda dentro los cuatro discos contiene en su interior, además, recuerdos de los cuatro componentes del grupo, del crítico de rock David Fricke, del novelista Rick Moody, de la artista Maggie Estep y de otras luminarias de la escena artística de Nueva York. Lo mejor son unas ilustraciones que invitan a descubrir su contenido. Lo dicho, una obra de arte.
CAMPUS GALICIA ARTÍCULO THE CHEMICAL BROTHERS
The Chemical Brothers, ritmo onírico
Festival de Benicassim, casi cualquier año. El escenario principal arde en llamas con luz celestial y humo espeso que cae. Ocasionalmente la niebla se abre y deja entrever imágenes de vidrieras, imaginería religiosa, cosas que parecen tan fuera de lugar aquí, enfrente de miles de juerguistas de fin de semana en un descampado al lado de una carretera nacional. El sonido que sale de los altavoces es un imparable ritmo de ruido celestial, al mismo tiempo martilleantemente duro y absolutamente melódico.
El recinto está a rebosar con público con la mente retorcida cada vez más por un día de sol glorioso. El tema que suena es “The Private Psychedelic Reel”, una señal de que la actuación en directo de The Chemical Brothers está terminando, fundiéndose, no apagándose. En cuanto llegue al final, veinte mil personas se soltarán, se quedarán libres para salir corriendo en la noche a intentar encontrar algo que hacer que iguale la intensidad de lo que acaban de ver.
Ya son diez años de este tipo de recuerdos confusos de noches y días pasadas sin descanso, vagas recolecciones de pistas de baile o salas de conciertos o recintos de festivales. Ya son diez años de discos y remezclas; de actuaciones en directo y de sesiones pinchando. Diez años de monumentales ganchos que atraviesan los huesos o pulsantes chispas electrónicas; de la fuerza de viajes psicodélicos a través de maravillosos estados oníricos. Diez años en los que los viajes mutaron de un rápido recorrido por su país con una caja de discos, a asombrosas giras mundiales, a festivales por todo el mundo, al abrigo de la oscuridad.
Hace ya tanto tiempo desde que Tom Rowlands y Ed Simons hicieron por primera vez un disco, el mismo tiempo desde la primera vez que hicieron girar los platos en su nativa Manchester y decidieron llevar las cosas más allá. Durante todos esos años, a través del britpop, pasando por años de barbecho de la música de baile, a través de recuperaciones del blues e ídolos de pop, Tom & Ed le han dado a la música de baile una reparación cargada de turbo; han hecho música psicodélica moderna que retaba al seguidor curtido tanto como al oyente casual, al chaval en la pista de baile pidiendo más a gritos o aquel que ha sintonizado el dial de su radio algo semejante al sonido de una manada de elefantes digitalizados que marchan en estampida sobre un ejército de músicos tocando el sitar.
Han sido numerosos discos y remezclas, incontables actuaciones en directo y sesiones de DJ en pubs, clubes y estadios como The Chemical Brothers, que bien se podría decir ya que se convirtieron en la fuerza que más ha hecho por acercar la música de baile a las masas.
Hace diez años, Tom y Ed se habían mudado de Manchester a Londres. Tras haber empezado pinchando discos en pubs, se pusieron a trabajar en un estudio casero bajo el nombre de The Dust Brothers, robado temporalmente a los productores americanos. Inicialmente incitados por no ser capaces de encontrar discos con la cantidad suficiente de ritmo, perfeccionaron un sonido en el laboratorio que luego probaron en un puñado de remezclas.
Lo que es más importante, poseían también unas cuantas copias de la canción “Song To The Siren”. El disco, su primer single, sonaba diferente a cualquier otra cosa que hubiese en esa época: era todo girantes derviches y tremendos cambios de ritmo, como una tormenta de arena saliendo de los altavoces. Aún más golpe de martillo fue “Chemical Beats”, su segundo disco, que caló en una inesperada gran cantidad de público a principios de 1994. Un incesante riff ácido que sonaba como un pedal wah-wah fuera de control, sobre un castigador ritmo de batería, lo convertía en un disco tan gloriosamente hedonista que era casi como si portase mensajes subliminales de control que no te soltaban hasta rematar el agotador ritmo.
Además de esto, Tom y Ed fueron un paso más adelante con una serie de conciertos -al principio sólo 20 minutos- que retumbaban por los altavoces de un club nocturno como un terremoto rítmico. Sólo fue cuestión de meses, tras algunos primeros pasos sin pretensiones, ya estaban teloneando a bandas como Underworld y The Prodigy, antes de dar el paso decisivo y ser cabeza de cartel en salas más grandes como el Astoria de Londres.
A lo largo de los meses de verano del 94, Tom y Ed se pasaron los días laborables encerrados en un estudio del Sur de Londres y los fines de semana pinchando, tocando a todo volumen los frutos de los últimos cinco días de trabajo en una cabina de un pub en el centro de Londres. The Heavenly Sunday Social tuvo la gran suerte de escuchar por primera vez la mayor parte de Exit Planet Dust, su primer álbum. El álbum fue tan importante en los años del britpop como Definitely Maybe, la otra cara de la moneda.
El resto, como sus cuatro discos, es historia, y, sobre todo, historia imprescindible de la música de baile. Ahora, diez años después de “Song to The Siren”, algunas de sus mejores canciones se recopilan en Singles ’93-‘03. Desde aquellos primeros singles, diseñados casi para reventar altavoces, hasta temas más psicodélicos (“Star Guitar”, “The Golden Path”), la carrera de Tom y Ed se ha condensado en un álbum que más que una guía para principiantes es una serie de discos que sabes que quieres escuchar, cada semana, en ese momento de la noche del viernes noche en la que sales.
Sí, se trata de una colección de discos que van más allá de la cultura de baile y se adentran en inexplorados reinos de experimentación sónica, llevándote a lugares tan lejanos de los sótanos de los pubs donde empezaron, incluso de los descampados de Benicassim o de las montañas de Japón, donde son venerados. Lugares a los que querrás ir.
El quinto álbum de estudio de The Chemical Brothers se espera para el 2004. Mejor que empieces a ejercitar tu imaginación ahora, porque el viaje continúa…
CAMPUS GALICIA ARTÍCULO THE CHEMICAL BROTHERS
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