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Resumen del 2001: el rock en los tiempos de Napster

Leonard Cohen

En los últimos años no habíamos asistido a una eclosión de grupos que recuperaran la esencia del rock como en el primer año del siglo XXI. ¿Es éste el futuro que preveían algunos? Y lo más curioso es que sus máximos valedores son chavales que no habían nacido cuando los Beatles se separaron; algunos, ni tan siquiera cuando los Sex Pistols editaron su único disco. Estamos hablando de The Strokes, cinco residentes de Nueva York que, en el año más negro de la historia de su ciudad, le han dado a su escena el disco de debut más interesante en dos décadas.

No han sido los únicos. Desde Detroit, Jack y Meg Ryan como The White Stripes, enfundados en un atractivo blanco y rojo, han acercado el sonido garage al gran público, tiñéndolo, eso sí, de otras muchas influencias, algo similar a lo que hacen los suecos The Hives. Black Rebel Motorcycle Club, también norteamericanos, hicieron lo propio con el legado de The Jesus & Mary Chain o Joy Division.

Por su parte, Andrew WK se aventura ya como el Meat Loaf del futuro inmediato, con canciones tan pesadas como contagiosas y con el hedonismo como bandera de su forma de vida. Pero de todos ellos, quien lleva camino de convertirse en una estrella creíble es Ryan Adams, un Bruce Springsteen alternativo que no tiene problemas para codearse con Elton John o Alanis Morissette. Su Gold tiene todos los números para convertirse en el nuevo Born In The USA, incluyendo una cita crítica a la bandera en su portada, exactamente igual que aquel disco histórico.

Otras muchas bandas mantienen el espíritu del pop de guitarras clásico, retomándolo justo donde dejaron los Beach Boys o los Beatles. El 2001 ha sido un gran año para lo que conocemos como power-pop, con discos para el recuerdo de Weezer, Pernice Brothers, Cosmic Rough Riders, Splitsville, Big Soul –más cercanos al funk- o El Goodoo.

Aún más clásicos suenan Travis, con un hermoso y humilde tercer álbum, TheInvisible Band, que nos retrotrae a las melodías de The Byrds; Starsailor, alabados por aquellos a quienes siguen –Neil Young y Van Morrison-, aunque lo suyo tenga más del espíritu de Jeff Buckley; James, a base de perfectos himnos pop; y, por último, Super Furry Animals, que editaron el trabajo más ambicioso –y de resultados más sorprendentes- de todo el año, Rings Around The World.

Bob Dylan encabeza la lista de veteranos en racha creativa en el 2001. Su Love And Theft, producido por él mismo, deja claro que la sencillez puede conducir a las cimas más altas. Algo así como lo que Leonard Cohen lleva hasta las últimas consecuencias en Ten New Songs, despojándose de todo lo accesorio, aunque en su caso el mérito lo comparte con su colaboradora Sharon Robinson, compositora, instrumentista y productora del disco. Nick Lowe y Paul Weller también han incidido en esa línea, a través de una producción espartana el primero y de recitales acústicos el segundo.

Son, tal vez, los artistas surgidos durante los 80 y principios de los 90 los más preocupados por buscar nuevas vías. REM lo llevan intentando una década, aunque para su disco más conseguido en este tiempo, Reveal, han recurrido a algún truco de su libro de estilo. The Charlatans insuflaron aires negros y falsete a su música, consiguiendo el honroso mérito de sonar como los Rolling Stones de “Miss You”. Mientras New Order, intentando rejuvenecer el suyo con guitarras saturadas, dejaron parte de su encanto en el camino.

Una vez más, Björk ha conseguido lo casi imposible: sorprender de nuevo, en esta ocasión utilizando sonidos domésticos para configurar canciones que deben ser escuchadas en la intimidad del hogar. Radiohead, profundizando en su faceta experimental, han logrado atisbar nuevos caminos inexplorados aún y, lo que hoy suena vanguardista, mañana será una absoluta referencia.

¿Así que dónde quedó la música electrónica? Relegada a un segundo lugar, al que sólo el corta y pega de The Avalanches redimió momentáneamente. Cierto es que Gorillaz tuvieron la máxima repercusión partiendo de la nada, pero Basement Jaxx y Daft Punk repitieron, y reiteraron, sus momentos de éxito. Lo de Air, a ritmo de rock sinfónico, sólo tiene una definición: el mayor fiasco del año.

Al margen de los circuitos habituales, cabe destacar el momento dulce del rock francés, con Dominique A y Experience a la cabeza, el aire bucólico de los noruegos Kings Of Convenience, los nuevos Simon & Garfunkel, y la repercusión pública de Manu Chao, aún a costa de repetir los esquemas de Clandestino en Próxima estación: esperanza, su “hermano menor”.

Por lo demás, el 2001 será recordado como el año en el que Napster, y otros clones suyos después, permitieron descargar música gratuitamente desde la red. Evidentemente, ello supuso un aumento de la piratería y un desconcierto de las compañías discográficas tradicionales, que no han sabido aprovechar las posibilidades, hoy tan sólo atisbadas, de las nuevas tecnologías. Aunque ésa es otra historia.

Xavier Valiño

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