BUIKA

Buika, copla detrás de unas ideas

 

“Soleá de libertad”

 

Concha Buida representa algo muy personal en la música de nuestro Estado. Puede que dentro de unos años nos hayamos acostumbrado a casos como el suyo, pero por lo de ahora no hay nadie con unos antecedentes así. Hija de un exiliado político guineano, María Concepción Balboa Buika nació y creció en Mallorca en barrios humildes, entre gitanos. Por el ambiente y la influencia de su madre, se crió entre coplas flamencas, jazz, canción latina y ligera.

Desde que dejó su casa a los 17 años, Buika ha cantado en todo tipo de lugares y todo tipo de estilos. Además de numerosos discos de house, su voz se puede encontrar en grabaciones de distintos sonidos como, por ejemplo, el funk de Mojo Project, el hip hop de El Chojín o Verdaderos Kreyentes de la Religión del Hip-Hop o el electro-jazz alemán de Trüby Trio.

 

En el año 2000 editó un primer disco de larga duración y repercusión muy limitada, Mestizou, un álbum de jazz grabado en una tarde en Mallorca acompañada por un pianista. Cinco años más tarde aparecía Buika, el que hoy considera su primer álbum auténtico, tal y como se desprende de sus propias palabras. Aquel disco mezclaba sus dejes flamencos y una base de copla con soul, r’n’b, hip-hop y funk, como si de una Erykah Badu castiza se tratase. Ahora presenta Mi niña Lola, producido por Javier Limón, y que le sirve para centrarse en una copla ‘de atmósferas’, como ella misma nos descubre en una charla distendida y en la que no para de reír, pero en la que también deja muy claro cuáles son sus principios vitales y artísticos.

 

¿Cómo fue la repercusión de tu anterior disco, Buika (2005)?

            – No lo sé. No me fijo en esas cosas, no me entero mucho.

 

Te pregunto más por lo que te dijo la gente, su respuesta, que a nivel comercial.

            – Siempre he tenido la impresión de que estaba gustando lo que estaba haciendo, de que estaba yendo todo muy bien.

 

¿Cómo era aquel disco que editaste con un pianista?

            – Bueno, tengo muchas cosas grabadas en diferentes estilos, como muchos discos de house, y también he participado en discos de otra mucha gente. Así sola, por mi cuenta, sí que grabé en su día un disco de jazz con un amigo, que fue más bien una gamberrada, ya que antes no había hecho nada así en serio. El disco se llamaba Mestizuo y lo hice con Jacob Sureda, un pianista de Mallorca. Lo editó una tienda de discos de la isla simplemente porque se lo propusimos. No recuerdo ni cuándo salió. Era una mirada bastante inocente y linda sobre el mundo del jazz que yo había sentido y visto, pero sin haber salido de Mallorca.

 

¿Lo consideras tu primer álbum?

            – Dentro del mundo del pop, si consideramos los discos de larga duración en orden cronológico, entonces sí, porque en el mundo del house, por ejemplo, cada single es un disco. Aunque prefiero tomar como referencia que mi primer disco fue el que hice el año pasado, Buika. De todas formas, los siento todos como el primero. No sé si te habrás dado cuenta de que cada disco es distinto al anterior, cada uno es un mundo. En el anterior me dio por la investigación en ritmos más funky, r’n’b, hip-hop, y en éste por la copla. ¡Qué sé lo que sucederá mañana! No soy artista de seguir una tendencia, una línea, un estilo, porque considero que tampoco somos así como personas.

 

¿Se podría decir que el salto ha sido muy grande desde el anterior disco a Mi niña Lola?

            – No, diferencias no hay tantas, aunque si te quedas sólo en la superficie, entonces encontrarás bastantes, claro. En la base de todo está la copla. La diferencia está en los ritmos, por supuesto.

 

¿Por qué te apetecía ahora un disco así y dejar atrás los sonidos con los que te diste a conocer?

            – No es apetencia, sino hacia dónde te va llevando tu propio sonido, tu propio estilo literario, visual o emocional. Ésa es la evolución. Te va conduciendo a diferentes atmósferas, pero no con la intención de evolucionar, ya que eso es algo que te pasa a ti, porque el estilo no va a evolucionar: son siete notas, sostenidos, bemoles y ciento cincuenta millones de años de misterio. No se trata de investigar en la música, sino que a través de la música te investigues a ti mismo, con lo que vas cambiando de forma, vuelves, regresas, sigues…

 

Da la impresión de que en este caso la aportación de la producción ha sido importante.

            – Es que para este disco no había siquiera la intención de que fuera un disco. Somos corredores de fondo. Lo que nos planteamos son atmósferas. La idea era recuperar alguna copla antigua y darle un aire de misterio, y con ello nos pusimos a trabajar. Después, la discográfica, con ese material decide sacar un disco. Yo no me preocupo por la discografía, sino por el directo y la composición.

 

En tu primer disco Buika la producción era tuya. ¿Por qué el cambio?

            – No fue algo premeditado. Un disco se va haciendo día a día; un disco no lo planeas, sino que lo que planeas son los temas y, al final, ni siquiera aparecen la mitad de los que pensabas que iban a entrar. Se trata de dejarse llevar. Así que, en este caso, he disfrutado más el trabajo en equipo, ya que al trabajar sola tienes que estar mucho más pendiente de pedir favores… Pero yo no sabía producir, no soy productora, y con el primer disco me fue muy complejo. Ahora lo hago con mucha más facilidad porque me gusta mucho programar.

 

¿Se puede decir que es menos disperso en cuanto al sonido?

            – Sí, exacto, aunque también me ha pillado en un tiempo en el que estoy más centrada en un determinado tipo de historia. Normalmente suelo ir en varias direcciones porque me parece muy divertido, y creo que fruto de ello fue el anterior disco.

 

Sin embargo, a pesar de esa mayor unidad, sabemos que tus influencias son muchas y distintas, y hasta parece que se intuye en el disco, ¿no?

            – Claro, no es buscado, es que soy así. Me pongo a cantar y me sale eso.

 

¿Te gusta la copla y el flamenco desde siempre?

            – Sí, es algo con lo que crecí y siempre ha estado en mi repertorio. Siempre he hecho boleros o coplas, aunque al mismo tiempo haya cantado heavy o rock’n’roll.

 

Te criaste en Palma, de origen guineano y en barrios de gente humilde y familias gitanas. Desde luego, pareces predestinada a este tipo de mezclas.

            – Yo creo que sí. No es que busque la fusión, sino que soy un ser que ha venido al mundo a través de eso, de una fusión de cosas. Por mucho que intenten identificarte en tu casa con una cultura, sales a la calle y es otra, te vas con una persona y es otra.

 

Incluso teniendo en cuenta esos antecedentes, tendrás alguna predilección. ¿Qué tipo de música es el que más te interesa?

            – A mí me gusta todo, pero las canciones, no el estilo. No me gusta decantarme por nada. Hay que poner todo lo que uno sabe y conoce al servicio de la música, del arte y no del ego. Por eso no reconozco artistas, sino que los reconozco como personas que me parecen interesantes, como Pat Metheny. Hay que liberar a estos músicos de esa carga, para que puedan tocar libremente.

 

Has logrado hacer interesante la copla a gente a la que no le interesaba nada.

            – Ay que bonito, mi niño. Desde luego que sí.

 

Si hubieses seguido por el camino de la fusión con el flamenco, tendrías más posibilidades de tocar fuera. Sin embargo, con la copla te limitas mucho más a España. ¿Eras consciente?

– No pienso en ello, la verdad. Como nunca espero nada… Piensa que hasta hace un año estaba cobrando 60 euros por cantar dos horas haciendo lo mismo que estoy haciendo ahora.

 

¿En qué momento comenzaste a cantar?

            – En realidad, yo he recibido una cultura muy africana y he cantado siempre, pero trabajando fuera empecé a cantar a los 17 años.

 

¿Has estado alguna vez en África?

            – No, lo más cerca que he estado del África al que pertenece mi familia ha sido en Marruecos, lo que no es mucho.

 

Tengo entendido que has cantado en ciudades muy diversas y estilos muy distintos. ¿Cuáles?

            – Uf, he cantado de todo.

 

Por ejemplo, ¿cómo fue tu experiencia en Las Vegas?

– Estuve un año en Las Vegas, haciendo dos trabajos, ya que no tenía papeles para trabajar allí, con lo que mis compañeros de trabajo se quedaban la mitad del sueldo para no decir nada del tema, considerándolo como un buen gesto hacia mí. En uno de ellos hacía de Tina Turner y una de las Supremes, y el otro era para gente de la Tercera Edad en un casino impresionante de las afueras, algo verdaderamente decadente y extraño. El escenario estaba realmente lejos y la gente sólo veía las máquinas, que, por cierto, si las veían se olvidaban de quien estaba cantando. Ahí estaba más bien como decorado.

 

También has cantado boleros en Barcelona, house en Londres, electro-jazz en Alemania…

            – Lo que pasa es que soy hija de inmigrantes, así que aunque no canté hasta los 17 años, siempre he tenido alma de artista. Para mí el mundo no era tan grande como nos lo querían explicar en el colegio. Mis padres venían de África, y cada poco tiempo teníamos la visita de un tío que venía de un lugar lejano. Así que no es extraño que me gustase salir a dar una vuelta por el mundo, aunque cuando empecé a viajar todavía no sabía que me podía dedicar a cantar, con lo que me dedicaba a trapichear con mis horas. Si te contara los sitios en los que he llegado a trabajar… Es un secreto que me guardaré toda la vida. Todos tenemos una página oscura, ja, ja. No es que me dé vergüenza, porque lo encuentro divertidísimo. Creo que la gran mayoría de gente creativa somos delincuentes en potencia, que mientras estamos creando y trabajando somos buena gente. Imagínate todo el potencial de Paco de Lucía en la calle, aburrido…

 

También cantabas en los hoteles para los turistas.

            – Bueno, la etapa de los hoteles fue hace tiempo, porque me aburría mucho, y cuando soñaba con ser artista, no pensaba en pasarme todo el tiempo cantando en hoteles con una peluca. Soy de las que necesita cantar detrás de sus ideas. Lo que sí hacía últimamente es cantar en clubes de jazz.

 

Por lo tanto, Buika es, ante todo, una mujer de directo.

            – No te creas. Me parece también muy divertido grabar un disco. Son lenguajes distintos, pero ambos son fascinantes, sobre todo si formas parte activa de la producción de tu disco. En mi caso, hago una preproducción antes de entrar al estudio, para que quede todo bien atado.

 

Pero es cierto que has crecido como cantante de directo y, además, por haber nacido en esta época, también has tenido la oportunidad de grabar. Piensa que hay muchos artistas que le tienen miedo al directo, que no tocan nunca, que lo evitan…

            – Es cierto, sí. Existen tantos cantantes y artistas que temen su opinión… No lo entiendo, de verdad. Así sea con un hilo de voz, moriré por defender lo que pienso frente a un micro, porque es la única manera que he encontrado en esta vida para no volverme loca. No es que tenga alma de filósofa o la necesidad de que los demás sepan lo que pienso a través de mis letras, no. Yo escribo para no volverme loca, para no volverme mala, para que las cosas que me pasan en la vida no saquen lo peor de mí; por ejemplo, por si mi mujer me falla, poder escribirlo y cantarlo, y no ir en contra de ella, o también para aceptar que un imbécil se tiene que comportar como tal… Para aceptar que el mundo es como es, yo he encontrado el arte, y de eso se trata, y no de nada que tenga que ver con el reconocimiento o el ego.

 

¿Qué es lo que más te inspira a la hora de componer?

            – La solitud, que no la soledad.

 

¿Qué tiene que tener una canción para que te sorprenda y atrape?

            – Casi nunca escucho música, porque si lo hago no puedo escuchar la música que llevo dentro y no puedo componer… Creo que lo que me atrapa de la música de cualquier otro artista, así como de la mía misma, es la sinceridad, la inocencia, la hambruna, y con esto no me refiero al hambre, sino a la necesidad que tienes dentro.

 

¿Te preocupa que tu música se dé a conocer gratis en Internet?

            – La música es una bendición de Dios. Si puede correr como los ríos corren al mar, entonces me parece bien. Yo no sé nada de la industria, sino que pertenezco al mundo de la música, y ésta irá bien siempre que la música pueda correr. Si una persona en cualquier lugar del mundo puede escuchar al maestro Bob Marley o a Chavela Vargas, y algo en él empieza a cambiar, entonces ni me planteo cómo ha conseguido llegar a esa música. En todo caso, yo lo que culpo a las instituciones que sean, que no sé muy bien cuáles son porque soy de pueblo y mis teorías son de todo a un euro, es que Internet y la venta ilegal afecte sobre todo a España. La cuestión es que el arte nos rodee, que podamos escuchar buena música. Quien la pueda pagar, que la pague, y quien no, que haga lo que pueda. Ojalá pudiéramos todos tener la oportunidad desde el pueblo más remoto de ver según qué obra de arte…

 

Seguro que tu próximo proyecto será distinto, ¿no?

            – Tengo muchos en mente, aunque el principal es seguir viviendo en la música y, dentro de eso, he de reconocer que soy revolucionaria y corredora de fondo. No soy persona de metas, sino más bien de caminos.

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