BRYAN FERRY

Bryan Ferry, entendiendo a Dylan

En la interpretación que hace Bryan Ferry de las canciones de Bob Dylan hay una alegre y apresurada intensidad. Igual que su legendaria versión de “A Hard Rain’s A-Gonna Fall”, grabada en 1973, intercambiaba una visión apocalíptica por un exuberante pavoneo, en la esencia de estas nuevas grabaciones descansa la brillantez de Ferry tanto en rendir homenaje al tema original como en reinventarlo como algo entera e icónicamente. Por aquel entonces, en 1973, tenía una idea: “Simplemente pensé que sería genial hacer todo un álbum de canciones de Dylan. Y a finales del año pasado, por fin, se hizo realidad”.

Entre la idea y su ejecución, Ferry ha estado ocupado: además de ser el líder de la banda de rock-arte elegantemente moderno, Roxy Music, también ha pasado los últimos treinta y tantos años estableciéndose como un gran compositor (“Love Is The Drug”, “Mother Of Peral”, “More Than This”, “Slave To Love”) y como un cantante distintivamente moderno capaz de transformar una canción de otro compositor en una pieza de convincente e imprevisible drama, repleto de complejidad emocional y estructurado con perfecta coordinación.  

Al versionear canciones escritas y grabadas por otros artistas, ya sea “The Price Of Love”, “As Time Goes By” o “I Put A Spell On You”, Ferry crea un vehículo para su propio estilo inimitable, trabajos únicos creados a partir de la fuente principal de la cultura popular que atrae y seduce sin fin. Pero fue con aquella primera y asombrosa versión de “A Hard Rain’s A-Gonna Fall” con la que él, junto con Jimi Hendrix y The Byrds, se ganó la entrada en el selecto club de artistas que han versioneado a Dylan antes que nadie.

Y ahora llega un álbum de canciones de Dylan, Dylanesque, que es más cercano en espíritu a These Foolish Things que a los trabajos de mediados de su carrera de Avalon o Boys & Girls. Los fans de su trabajo más reciente, el álbum de estándares de los años treinta nominado a los premios Grammy de 1999, As Time Goes By, el inquieto y apasionado Frantic de 2002 o los dos temas que grabó para el reciente proyecto Rogues’ Gallery de Hal Wilner, habrán reconocido una nueva voz que emerge: vulnerable, inspirada y de algún modo intrépida.

Con este nuevo álbum, estaba feliz de entrar tranquilamente y registrarlo en una semana. “¡Esta vez sencillamente lo clavamos!”, declara sonriendo Ferry, casi sorprendido de su propia eficacia. “Quería alejarme de la sensación de estar encerrado en el estudio. Hacíamos las voces en directo, la armónica, todo, en directo…”

Con el apoyo de la banda que le acompaña en los conciertos, Ferry grabó unas 20 canciones de Dylan, de las que 11 aparecen aquí. En conjunto, estas interpretaciones comprenden su particular mundo emocional, un lugar fresco y vívido, cortado a veces por profundas sombras y abierto a su estado de ánimo.

Ferry utiliza el vehículo de las canciones de Dylan, su potencia lírica, su ternura, visión o portentoso matiz, para hacer una declaración musical que es en parte un retrato de Dylan y, en gran medida, un autorretrato. Como conocedor de la música de otros artistas, con un amor especial por el blues, Ferry revela un compromiso profundamente sentido con la escritura de Dylan, con las historias y reflexiones de un trovador urbano y rural.

“En cuanto a las palabras, es un poco como un actor abordando a Shakespeare”, declara Ferry. “Me gusta descubrir las melodías que Dylan ha escondido ahí. Me senté con el pianista Colin Good y trabajamos los tonos, el tempo, el sentimiento de la obra. Sin maquetas. Lo hicimos directamente. La mayor parte de la grabación se hizo en una semana. Luego hicimos un par de días en los estudios 4th Street Recording, un viejo estudio funky en Santa Mónica en el que solían grabar los Beach Boys”.

La mayor parte de la escritura de Dylan es densamente poética, con la mismísima forma de las palabras perfeccionada hasta la áspera, endurecida y casi desdeñosa calidad de su particular entonación. En estas nuevas versiones, sin embargo, Ferry ha creado una atmósfera vocal y musical en la que inscribe su propia firma artística: el meticuloso equilibrio de plañidero romanticismo o introspección llena de alma, contra una robusta instrumentación.

A esto se le añade esa cualidad que sólo Ferry parece poseer como cantante: un matiz de sentimiento en su voz que parece a la vez atractivo y hastiado, empapado en presencia emocional aunque floreciente en fría distancia, permitiendo que las palabras de una canción abran las puertas a un mundo más emocionante, un lugar de sentimientos intensificados. 

Con esto en mente, Dylanesque arranca con fuerza, abriendo con “Just Like Tom Thumb’s Blues”, grabada originalmente por Dylan en 1965, y seguida por “Simple Twist of Fate”, del álbum de 1975 Blood On The Tracks. La primera introduce el estado de ánimo musical que Ferry construye a lo largo de las once canciones seleccionadas de este álbum. En un estilo a la vez poco denso, entusiasta y contundente, los músicos van adentrándose en la canción, cobrando una velocidad muscular que encaja perfectamente con las letras de Dylan de lamento beatnik, disparadas con ironía poética y cinismo curtido.

Quizá el tema más sorprendente del álbum es la toma de Ferry del himno de protesta de Dylan de 1964, “The Times They Are A Changin’”. “La forma en la que lo hago no significa que no sea una canción protesta. Esta canción puede ser lo que quieras que sea. Crecí con la idea del jazz de que se puede hacer una canción de muchas formas distintas”.

Con “All I Really Want To Do”, Ferry fue por “una especie de sentimiento del viejo mundo, casi como una balada medieval. Estás versioneando a los Byrds también porque ponen un sello excepcional en ello, así que es bueno ir por otro toque diferente”.

Parte del genio de Ferry al interpretar canciones de otros artistas radica en la forma en la que puede intensificar el estado de ánimo de una canción al revertir virtualmente su humor original. Este es el caso en “Simple Twist of Fate”, grabada por Dylan como un himno trotamundos al juego de la fortuna, y remodelada aquí por Ferry como vivaz, manejada de forma ligera y con paso seguro. Es una versión que da vida a la sencilla energía de las viejas bandas americanas de furgoneta, creando un sólido chasis de ritmo para transportar la vívida imaginería y el resignado fatalismo de la letra. Esta versión se deja llevar por una brillante interpretación de Ferry a la armónica, recordando el estilo y don con el que ha utilizado ese instrumento desde los primeros tiempos cuando grababa “Let’s Stick Together”.

Al igual que todas las grandes versiones, el álbum de versiones de Dylan se complace en retar ideas preconcebidas. La canción de amor de country áspero “If Not For You se transforma aquí en una suspendido calima de cuarteto de cuerdas y “mejoras sonoras” a cargo de Brian Eno. El amargo revestimiento de “Positively 4th Street está re-trabajado por Ferry convirtiéndolo en algo roto y vulnerable, mejorado por un exquisito arreglo de cuerdas de Warren Ellis de los Dirty Three, interpretado por el violonchelista clásico y antiguo alumno de Ferry, Anthony Pleeth.

El álbum se cierra con Ferry abordando dos de los temas más famosos de Dylan. “Knocking On Heaven’s Door tenía su riesgo”, admite, “porque ha sido versioneada tantas veces por gente tan diferente… Pero bueno, también lo ha sido “Smoke Gets In Your Eyes”. Con “All Along The Watchtower” había un guiño a Hendrix además de a Dylan. La pista de acompañamiento se hizo hace unos ocho años, sólo una guitarra acústica tocada por Robin Trower, bajo, batería y yo. No dejaba de echarle un ojo y pensar, un día tengo que terminarla”.

Siempre ha habido un elemento en el estilo musical de Ferry, un color particular en su paleta creativa, por decirlo de algún modo, que recuerda el ambiente de los antros y piano-bars. Con este fin, la interpretación de Ferry de “Positively 4th Street”, originalmente grabado por Dylan sólo cuatro días después de enfurecer a los fundamentalistas de la música folk al tocar la guitarra eléctrica en el Newport Folk Festival de 1965, ocupa su lugar como una muestra especial de estados de ánimo y control emocional. Con consumada elegancia, Ferry convierte el cáustico mensaje de Dylan hacia una comunidad musical en una canción de amor de gran fuerza, suavizando el original de tal forma que agudiza la amargura de la letra.

“Tengo la sensación de que la gente espera de mí algo medianamente refinado”, concluye Ferry, “Mi voz se ha hecho más profunda y el álbum tiene un cierto elemento de aspereza y, espero, una especie de calidad hechizante. El cantante que hay en mi está pletórico por cantar estas canciones”. Por si quedaba alguna duda, Ferry nunca ha conocido a Bob Dylan. “¿Qué diría si le conociese? ‘Espero que no te importe’, le diría”.

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