BILLY BRAGG

Billy Bragg, hablando de poesía con el recaudador de impuestos

¿Tienes buenos recuerdos de los años con Riff Raff? Supongo que serían tus años salvajes como joven que eras.

         – Muy buenos. Mi mejor recuerdo de aquellos años, además de ser bastante conocidos en la zona de Northamptonshire, es el EP que editamos en Chiswick Records. Por cierto, aquel EP fue editado además de en el Reino Unido, en España, el único sitio en el resto del mundo. El disco se llamaba Rock’n’roll Suburbano de Londres y los títulos estaban en castellano. Por ejemplo, la canción “I Wanna Be A Cosmonaut” pasó a titularse “Cosmonauta”. En aquel disco se encontraban los tres singles que Chiswick editó el mismo día en junio de 1978: el nuestro, un EP de la banda The Jook y otro EP del grupo The Drug Addix, en el que estaba Kirsty MacColl. Siempre pensé que Riff Raff llegarían a hacer una gira por España, algo que no sucedió, por desgracia.

 

¿Es cierto que un disco de The Jam tuvo bastante que ver con tu decisión de enrolarte en el Ejército?

         – En parte sí. Fue en concreto su disco Setting Sons, que tiene unas cuantas referencias al Ejército. Aunque más que eso, creo que el hecho que más influyó en aquella decisión fue comprobar que el punk había fallado en su intención de cambiar el mundo. Estaba desencantado con la música y quería hacer algo completamente diferente. Creía que no tenía ningún futuro escribiendo canciones, así que busqué algo que me hiciese olvidar esa idea y la intención de ser una estrella del rock.

 

¿Aprendiste algo en tu tiempo en el Ejército que pudieras usar después como músico o en tu vida diaria?

         – Sí, aprendí que incluso aunque ignores la necesidad de escribir canciones, ésta no desaparecerá. Cuando entré en el Ejército, me vinieron aún más ideas para componer canciones, así que me di cuenta de que tenía que dejar el Ejército e intentarlo una vez más. Para mí, el Ejército fue como un año sabático, aunque no lo recomendaría a los que ahora estén leyendo esto. Del Ejército volví con una nueva perspectiva.

 

Tu primer álbum, Life’s A Riot With Spy Vs Spy, fue grabado en tres días. Parece algo lógico hoy, pero supongo que tendría que ver con el hecho de que tenías poco tiempo y dinero para hacerlo.

         – Sí, exactamente, aunque también tuvo que ver el hecho de que se trataba de mi repertorio en directo. Por aquel entonces no tenía un grupo que me acompañase, así que no tenía que preocuparme por ello. Me metí en el estudio y grabé las canciones todas las veces que me dio la gana, hasta dar con la toma que más nos gustaba. Creo que grabé “A New England” trece veces.

 

Pero tampoco es que quisieras o necesitases un grupo entonces, ¿no?

         – Cierto. En 1983 las listas de éxito estaban llenas de grupos como Spandau Ballet. Yo quería ser todo lo contrario a eso, volver a lo básico, que el contenido fuera más importante que el estilo. La verdad es que yo no estaba precisamente interesado en la vestimenta. 

 

 

En una de las cajas recientemente editadas hay una referencia a que se lo debes todo a ellos.

         – Sí, me gustó mucho cuando la leí. Fue como una revelación cuando vi a Spandau Ballet en Top Of The Pops, al darme cuenta de que nadie iba a componer las canciones que yo quería escuchar, así que lo tendría que hacer yo mismo. Fue una revelación terrible. Sentí que tenía una causa, que iba a ser un cruzado, que iba a hacer música que fuera verdadera, honesta, necesaria como el punk.

 

En 1985 te embarcaste en una gira con The Smiths por los EEUU. ¿Cómo lo recuerdas?

         – Fue increíble. Cada noche los podía ver en directo, y entonces eran mi grupo favorito. Pude tocar para su público, a los que les gustaba la música inglesa, tenía cerveza gratis y, además, me pagaban. ¡Qué más puedes pedir! Por si fuera poco, conocí los EEUU. ¡Era el tío más feliz!

 

Te vi por primera vez en directo en Cardiff en 1988, compartiendo cartel con Elvis Costello. Para mí es la perfecta imagen de Billy Bragg cambiando de sus años en solitario a los que estaban por llegar, en compañía de una banda, porque tocaste de las dos formas en aquella noche.

         – La verdad es que ese cambio tiene también que ver con The Smiths. Johnny Marr tocó en mi disco Workers Playtime que se editó en ese año. Los parámetros de producción que utilizó eran de tal magnitud que, a partir de ese momento, sentí que tenía que tener un grupo. Había hecho dos o tres discos más o menos solo, así que sentí que tenía que explorar algo, que necesitaba saber que no iba a ser un purista, conocer si podía hacer un disco pop, por lo que se puede decir que Johnny Marr fue quien me empujó a dar el paso.

 

¿Hubo algún problema con tus seguidores, como cuando Dylan pasó del folk al rock?

         – ¡Nadie me llamó Judas! Tengo que reconocer que, tanto entonces como ahora, no me cuesta nada volver a tocar en solitario dentro de un concierto con banda. De hecho, el año pasado comencé a tocar el primer disco entero en solitario. En el festival americano South By Southwest me propusieron hacer un set de 15 minutos y me preguntaron si podía hacer parte del primer disco, Life’s A Riot. Les respondí que sí, claro, y los 17 minutos que duraba aquel disco se quedaron en 15 en el escenario, así que lo toqué entero. Había muchos grupos en el festival, pero cuando saqué mi guitarra e hice el álbum entero yo solo la mayor parte quedaron alucinados. También he de decir que ya no puedo hacerlo en muchas ocasiones, porque me destroza la voz. Pero si me encuentro con una audiencia receptiva, no me importa nada hacer cosas así. Ian McLagan, de The Faces, que toca conmigo habitualmente en los últimos años, también estaba allí en aquella ocasión, y tras acabar mi actuación me lo encontré boquiabierto. Le estaba diciendo a mi mánager que ahora sí podía decir que me había visto tocar realmente, como seguramente lo hacía en el 84, aunque él le  respondió que ahora lo hago mucho mejor que entonces.

 

Sin  embargo, en el DVD que acompaña la primera de las cajas que has editado se puede ver que ya entonces tenías una fuerza única a la hora de hacer esas canciones. ¿De verdad hay tanta diferencia?

         – No, no tanta, no creo que sea tan distinto de cómo era entonces. Tal vez cante mejor, sí. La diferencia es que ahora puedo disfrutar mucho más esas canciones. En aquellos días era todo adrenalina. Me pasé un año abriendo los conciertos para otra gente, así que sólo contaba con 30 minutos para atrapar a aquellas audiencias, para que no se olvidasen de mi nombre. Era como un enfrentamiento. Ahora tengo tiempo para cantarlas, por lo que las gozo más intensamente.

 

En aquel concierto que te comentaba me di cuenta de que no eran sólo las canciones, que también eras un gran entertainer en directo, hablando entre tema y tema. ¿Fue algo que apareció de forma natural en ti? ¿Aprendiste de alguien? ¿Tenías un modelo?

         – Lo que hago para ganarme la vida es ser un comunicador, bien sea hablando contigo, cantando o escribiendo un libro. Trato de comunicar ideas. Si vas a exponer ideas políticas en un concierto de rock, lo primero es entretener a la gente. He hecho conciertos con gente como The Redskins, en los que el grupo sólo mostraba sus ideas políticas, y la gente desconectaba porque era demasiado. Cuando los entretienes, cuando les haces sonreír, cuando están escuchando, entonces puedes introducir las ideas. Poner a la gente en predisposición es algo que descubrí haciendo giras. Hablarle a una audiencia parte de la tradición folk. Cuando Woody Guthrie tocó por primera vez en Nueva York, tenía una hora para su concierto, y sólo cantó cuatro canciones. Habló mucho. Empezó hablándoles de la ciudad de Nueva York  y fue atrayéndoles. Creo que eso fue lo que Norah Guthrie, su hija, vio en mí para pedirme que rescatara alguna de las canciones no grabadas que quedaban en los archivos de su padre: que no era un cantante solamente político y serio, sino que también intentaba entretener a la gente.

 

¿Quedan canciones sin editar que no has incluido en las dos cajas que se han editado recientemente?

         – Hace ocho años hicimos la recopilación de material desperdigado, Reaching To The Converted, que editamos en Norteamérica, por lo que ahora no pudimos utilizar esas canciones. Más o menos está todo editado entre aquel disco y lo que aparece en las dos cajas como canciones inéditas hasta ahora.

 

¿Y el disco de rarezas que iba en la recopilación Must I Paint You A Picture, The Essential Billy Bragg?

         – Sí, también tiene temas inéditos, así que habría que añadir la edición especial de Must I Paint You A Picture, con su tercer disco de inéditos, y así estaría casi todo publicado.

 

¿Cuál fue el mayor descubrimiento al recopilar las dos cajas?

         – Creo que el primer disco todavía sobresale y es relevante. Si se editase hoy en día, sorprendería, sonaría vital y atraparía a la gente. No tienes más que ver discos como el debut de Jaime T., recientemente publicado, para darte cuenta de ello. Creo que ahí capturé totalmente la energía y la vitalidad de algo que se entiende hoy perfectamente.

 

¿Conoces la versión que un grupo español, La Granja, hizo de “She’s Got A New Spell” y que titularon “Magia en tus ojos”?

– Sí, la conozco y me gustó mucho. También hay una banda de Barcelona llamada Los Carradine que me han dedicado una canción titulada “Billy Bragg”. Me han enviado la dirección de su myspace y, también, una invitación para conocerlos en el Festival Primavera Sound.

 

Para mí en tu canción “Upfield” diste la perfecta definición de Billy Bragg: “socialismo del corazón”.

         – Bueno, no tienes más que ver cuándo se publicó aquel disco. Fue después de la caída del Muro de Berlín, tras la disolución de la Unión Soviética… La verdad es que me alegré: no echo de menos la URSS, no echo de menos el Muro, soy feliz de que haya desaparecido. Por lo tanto, el ‘socialismo de la cabeza’, la ideología, parece que está desapareciendo. Y puede que sea algo bueno que se esfume, que comencemos a pensar en las cosas fundamentales y básicas en las que debemos creer y construir una nueva ideología, una nueva política, a partir de ahí, algo en lo que siempre he estado interesado. El ‘socialismo del corazón’ fue mi manera de articular la compasión. Utilizando esas palabras pude definir lo importante: el ‘socialismo del corazón’ es la compasión. Es algo crucial y básico para nuestra humanidad, que no se va a ir. Así que intenté unir esa noción con ideas espirituales, no religiosas. En Inglaterra tenemos un dicho que dice que quien intenta hacer el bien, está del lado de los ángeles. Si me pongo a definir el socialismo, necesitaría una hora de entrevista o más, pero si hablo de una sociedad compasiva, todos saben inmediatamente lo que quiero decir. No era más que un intento de definir las ideas con un nuevo lenguaje: el lenguaje de Marx estaba muerto, pero mis ideas no han cambiado.

 

Después de 30 años en el ojo público, ¿dirías que la situación política en el mundo es ahora peor que entonces?

         – Depende del lugar. No tienes más que a tu alrededor. Recuerda cómo era España hace 30 años. También el Este ha ido a mejor, aunque aún queda mucho que camino que recorrer. En mi país también tenemos una sociedad mucho más diversa. Ya no está tan dividida entre asiáticos, gente de color, homosexuales, lesbianas… Ya no hay que esconderse constantemente. Todavía existen fascistas, todavía hay racistas… Con el tiempo he llegado a comprender que el obstáculo para llegar a una mejor sociedad no son los conservadores o el capitalismo, sino el cinismo, que es la raíz del racismo, del capitalismo, lo que corrompe y destruye la humanidad. Mi objetivo es luchar contra ello, incluso contra mi propio cinismo. Por ejemplo, cuando veo a Tony Blair en la televisión y me doy cuenta de que ayudé a que ese partido saliera elegido, me enfadado, pero intento no darme por vencido y encontrar formas y otra gente con la que luchar por una sociedad más compasiva. No estudié política, sino que la aprendí en la gira Rock Contra el Racismo y con la huelga de mineros. Así que cuando cayó la Unión Soviética, yo no perdí mi fe, porque no era mi fe en primer lugar, sino que era más la de la tradición inglesa, la del activismo contra el poder, algo que aún está ahí.

 

Rachid Taha ha dicho recientemente que las elecciones en los EEUU son más importantes hoy en día para el mundo que las de su propio país.

         – Estoy de acuerdo. Siempre que he tocado en los EEUU mientras Bush ha estado como Presidente, he dejado claro que tengo fe en la gente de ese país, y que sólo estoy en contra de Bush y su Administración. Allí puedo leer los periódicos y veo que hay mucha gente movilizada en contra de Bush, pero al mismo tiempo les digo que lo que hacen no se ve fuera de su país, que nosotros no lo sabemos. No llegan a los medios masivos y por eso no se sabe lo que hacen. Bien es cierto que en las elecciones del pasado noviembre parece que se pudo entrever un mensaje distinto, en el sentido de que se parecía reconocer un error en su forma de actuar. Es como el primer paso de algo que debe cambiar, que tal vez cambie con las próximas elecciones, en el sentido de que los americanos deben involucrarse más con la comunidad internacional a través de las Naciones Unidas para actuar en los temas verdaderamente relevantes: el cambio climático, el comercio injusto con los países del Tercer Mundo, la seguridad internacional, los sistemas de salud públicos…

 

Supongo que en algún momento habrás visto que, además de tu influencia en músicos, también has llegado a gente que luego han sido políticos.

         – Siempre quise participar de un modo político en la sociedad, bien fuera de una forma profesional o desde el activismo. Era una forma de contagiar a quien me pudiera escuchar: que si yo hacía algo, quien me escuchase o me viese sintiese que también lo podía hacer. Así que si he conseguido algo, bienvenido sea.

 

¿Crees que las cosas más interesantes suceden hoy fuera de las estructuras políticas?

         – Sí, por supuesto. Siempre he creído que la política era mejor dejársela a los políticos. En un mundo como el nuestro, en el que la ideología prácticamente no existe en Occidente -por ejemplo, en el Reino Unido ya me gustaría a mí saber cuál es la ideología de Tony Blair-, la gente busca otro tipo de estructuras con las que organizarse para tratar los grandes temas,.

 

Has cantado en español “Nicaragua, Nicaragüita”, como también se puede ver en uno de los DVDs que aparecen en las dos cajas. ¿Fue algo especial? ¿Fue difícil de aprender?

         – Claro que fue difícil, teniendo en cuenta que no hablo español, je, je. Pero era algo que quise hacer desde el momento en que estuve en Nicaragua con músicos de allí. Ellos me enseñaron la canción y aprendí la letra. Acabé grabándola de vuelta en Inglaterra y cantándola en sitios como los EEUU. En su día me dijeron que la cantaba con acento nicaragüense.

 

Tienes la teoría de que los británicos son realmente buenos a la hora de robar ideas de los otros y luego vendérselas a los mismos a los que se las han robado, como The Beatles, sin ir más lejos. ¿Se puede decir esto también de tu música?

         – Por supuesto, como de todo el mundo. En concreto yo diría que la influencia más grande me viene de fuera de la cultura británica, de Bob Dylan. Siempre le estoy robando melodías y frases a Bob Dylan. Es una tradición que viene de largo en la música pop la de abusar de tomar prestado de otros artistas, aunque no me parece que eso sea necesariamente malo.

 

¿Te atreverías a decir alguna que hayas copiado de él? Espero que no lea estas líneas.

         – Una de mis canciones, “Ideology”, está basada, casi por completo, en “Chimes Of Freedom” de Dylan. Incluso utilicé el estribillo. Y tengo que reconocer que no estaba haciendo una versión. Una vez en los EEUU me pasó algo muy bueno. Alguien se me acercó y  me comentó lo siguiente: “No te lo vas a creer nunca, pero acabo de ver a Bruce Springsteen ayer por la noche y te ha robado tu canción “Ideology” que él está cantando en directo y la llama “Chimes Of Freedom”. Le dije que se sentara, que teníamos que hablar seriamente sobre el tema. No pasa nada, ya que siempre me he sentido orgulloso de mostrar mis influencias. Eso quiere decir que la gente va a pensar que conozco esa música y que respondo a ella. Sin ir más lejos, las dos primeras líneas del que puede que sea mi tema más conocido, “A New England” -“ I was twenty-one years when I wrote this song. I’m twenty-two now but I won’t be for long”- están tomadas de “Leaves That Are Green” de Simon & Garfunkel.

 

Pero también hay algo inequívocamente británico en tu música.

         – Sí, creo que sí. Una de las influencias más duraderas del punk ha sido precisamente la determinación de cantar con nuestro propio acento, en nuestro propio idioma, con nuestra propia voz.

 

Acabas de publicar un libro sobre lo que significa ser británico titulado The Progressive Patriot. No se ha editado en España. ¿Cuál era la idea que querías expresar?

         – La inspiración partió del momento en que supe que el British National Party, partido ultraderechista, había conseguido un escaño en mi ciudad natal, al Este de Londres. Aquello fue un shock para mí. Te vuelvo a recordar que mi primer acto político fue la participación en Rock Contra el Racismo, junto a The Clash. Que esta gente consiguiera algo así en mi ciudad me llevó a la determinación de que aquello necesitaba una respuesta que fuera más allá de una canción, y eso que las canciones pueden ser una respuesta muy poderosa. Así que me senté y me puse a escribir qué era para mí lo que me gustaba de mi país, ideas como la diversidad, la tolerancia, la igualdad…

 

He visto recientemente el documental sobre Woody Guthrie, titulado This Machine Kill Fascists, en el que actúas como hilo conductor. ¿Cómo te involucraste?

         – Lo primero fueron los dos discos con Wilco, Mermaid Avenue I y II. De aquellas grabaciones rodamos una película, Man In The Sand, que recomiendo a todo el mundo. A partir de ahí, la gente que hizo ese documental sobre Woody Guthrie me llamó para participar en él y hacer de narrador. Lo que más me gustó de participar en él fue lo mismo que me gustó de los discos con Wilco: creo que Woody Guthrie es el padre de la tradición de los compositores políticos. Todos somos hijos y nietos de él, y ésa fue la forma de ofrecerle mi reconocimiento.

 

Supongo que trabajar con Wilco, que es un grupo con una personalidad muy marcada, no sería fácil.

         – Qué va, todo lo contrario. Además, escogí trabajar con ellos justo por lo que acabas de decir. Hay tantas canciones en los archivos de Woody Guthrie que no han salido a la luz que, seguramente, encontrarás una que pueda sustentar tu punto de vista, cualquiera que sea. Y así me sucedió a mí. Empecé a cantar algunas de aquellas canciones y la gente creía que eran mías. Así que necesitaba alguien más que participara en ese proyecto para no mostrar una única dirección, para enseñar otra actitud, para ayudarme a elegir las canciones. La idea que Jeff Tweedy tenía de Woody Guthrie era distinta a la mía, así que conseguimos una visión mucho más amplia. Me lo pasé en grande con ellos y no tengo más que palabras de admiración hacia el grupo por su dedicación y compromiso con el proyecto.

 

Tengo interés en saber cómo ves la industria del disco hoy, teniendo en cuenta que la gente se descarga la música gratis y que tú hiciste campaña en el pasado por abaratar los discos.

         – Lo que sucede hoy es bueno para el artista y es bueno para el consumidor. Elimina el intermediario. Consigue que la gente llegue más rápidamente a los artistas. Déjame que te cuente cómo llegué a Woody Guthrie por primera vez. En 1972, cuando todavía estaba en el colegio, leí la primera biografía de Bob Dylan, escrita por Anthony Scaduto, en la que se decía que estaba muy influido por Guthrie. Fui a mi tienda de discos a buscar algo de él y me dijeron que no tenían nada. En un viaje a Londres conseguí encontrar una casete, editada en Francia y sin ningún detalle, aparte del listado de canciones. Así que escuché aquellas canciones durante un tiempo sin tener ninguna información. Ahora imagínate que alguien en España escucha a Los Carradine cantando sobre Billy Bragg: no tienen más que buscar en google, leer mi biografía e, incluso, conseguir los discos en la red. ¡Es un potencial increíble! Si tienes curiosidad, Internet es una mina de oro.

 

Pero la industria no va a ser lo mismo.

– Evidentemente, la industria está cambiando y la capacidad de la gente de encontrar música sin pasar por ellos es una amenaza real. De todas formas, para los que no vendemos millones de discos, siempre existe la posibilidad de dar conciertos y vender ahí nuestra música. Si lo que quieres es vivir decentemente de esto, Internet es una gran plataforma, pero si lo que pretendes es vender millones de discos en poco tiempo, Internet ya no permitirá más que suceda algo así. La industria será completamente distinta en 5 años, pero hay dos tipos de personas para los que nada cambiará: los que quieren hacer música y los que la quieren escuchar. Para esas dos personas en la ecuación, Internet es un medio de comunicación perfecto. Y lo más curioso es que la industria intenta prohibir a la gente que comparta ficheros, cuando lo que deberíamos hacer precisamente es favorecer ese intercambio y, después, ver cómo ganarnos la vida con ello.

 

¿Cómo consigues que actuar en directo siga siendo algo interesante para ti?

         – Pues haciendo cosas como escribir un libro, ja, ja. Siempre he disfrutado dando conciertos, es lo que hago en mi vida. Hago discos porque los tengo que hacer. Y en cada gira, la primera noche es como un folio en blanco, en la que decido qué voy a hacer: a veces toco en solitario, otras con un grupo, otras con Ian McLagan… Al final de la gira siempre hay nuevas canciones que se han ido sumando, nuevos temas de los que me gusta hablar al público, y eso es bastante importante para seguir haciéndolo.

 

Todavía estás aquí, grabando y dando conciertos. En Norteamérica es más normal, pero no tanto en el Reino Unido. Sin embargo, siempre me pareció que estarías haciendo esto toda tu vida.

         – Seguramente. Mi definición del éxito es hacer lo que me gusta y que me paguen por ello. No pretendo llegar a tocar en el Estado de Wembley, sino que simplemente quiero darle una oportunidad a quien quiera verme.

 

Además, aunque nunca has sido muy popular a gran escala, puedes decir que tuviste un número uno con tu versión de “She’s Leaving Home”, algo que no todo el mundo puede poner en su currículo.

         – Es cierto, y además era por una buena causa, con lo que no tuve ninguna presión para seguir haciéndolo. En los 80 vi como varios grupos que admiraba desaparecieron precisamente por eso, como The Housemartins, quienes tras el número 1 de “Caravan Of Love” no pudieron seguir con otro éxito igual, y eso acabó con ellos.

 

Y también tienes una calle en tu honor (Bragg Close) en Barking, donde naciste, al Este de Londres.

         – Justo. ¡Estoy en el listado de calles de Londres! Y Paul Weller no está, ja, ja.

 

Ya que hablas de Paul Weller, que empezó más o menos al mismo tiempo que tú, hay otra persona con la que parecías compartir una afinidad por el rhythm’n’blues, Joe Strummer.

– Sí. Ambos, The Clash y The Jam, fueron una gran influencia en mí. The Clash por su vertiente política y The Jam por su forma de componer. Me gusta mucho la actitud de The Clash, pero a la hora de fijarme en un compositor, creo que Paul Weller es el mejor de los que empezaron con el punk. Y lo admiro además por seguir haciendo siempre lo que él ha querido, y no lo que los demás han querido que él hiciera.

 

¿De cuál de tus numerosas colaboraciones con otros artistas estás más satisfecho?

         – De la que estoy más orgulloso es de una canción que escribí en un hospicio en Weymouth. Me involucraron en una iniciativa para componer con mujeres que sufrían una enfermedad terminal, la mayoría con cáncer de mama. Estaba como a unos 30 kilómetros de mi casa y fui allí todos los viernes por la tarde durante seis semanas. Me comentaban su situación y las ayudaba a componer canciones. Una de ellas, Maxine Edgington, escribió una canción con la que quería que su hija recordase que solían reír juntas. Me dijo: “Me han dado seis semanas de vida y quiero escribir una canción sobre esta fotografía”, en la que aparecía con su hija riendo. La tituló “We Laughed”. Me gustó tanto que busqué a unos músicos del lugar, nos llamamos Rosetta Life, la grabamos y llegó al número 11 de las listas. Además, me tocaba aún más personalmente, ya que mi padre murió de cáncer de pulmón. Yo era un adolescente y el doctor nos dijo que lo mejor para evitar el dolor era no hablar de ello. Durante 18 meses nos sentamos juntos en la mesa pero nunca lo mencionamos, y vimos como mi padre se moría delante de nosotros. Así que esa colaboración representa más para mí que el tiempo que pasé con Paul Weller, con Johnny Marr, con Wilco o la colaboración que un día pueda tener con Bob Dylan. Esas mujeres no sólo me inspiraron, sino que me transmitieron sentimientos que van mucho más allá de lo que dos personas en un estudio de grabación puedan llegar a imaginar nunca.

 

¿Hay algo de lo que arrepientas de estos años en la música?

         – No, no hay casi nada que piense que volvería atrás y lo cambiaría. Creo que haría lo mismo. Cuando me tomé un descanso tras Don’t Try This At Home creo que fue el buen momento. Había estado diez años grabando y de gira, había hecho un gran disco pop con Johnny Marr, no creo que pudiera hacer otro igual, así que fue una buena decisión. No soy una persona que se arrepienta de lo hecho. A otro nivel, tal vez, como que mi padre no pudiese conocer a mi hijo.

 

¿Cuál fue el momento en el que te diste cuenta de que todo había valido la pena?

         – Son aquellos en los que puedes utilizar tu celebridad para hacer algo que realmente signifique algo. La fama es una mercancía totalmente devaluada hoy en día, sin significado. Pero si la quieres utilizar bien, entonces te da una plataforma para lograr cosas. Lo del hospicio fue una de esas cosas. Me ofrecen cosas constantemente, pero no siempre es el momento y el lugar adecuado. Pero cuando consigues algo así, entonces compensa por toda la mierda que la fama trae.

 

Por mi parte nada más. Gracias por todo. No sé si hay algo que quieras añadir.

– Quería preguntarte si has visto un artículo en El País recientemente en el que se hablaba de un homenaje en Manchester que hicimos el pasado 29 de octubre a los brigadistas antifascistas británicos que participaron en la Guerra Civil. Te lo digo porque mi suegro era español y se vino a vivir a Inglaterra a los 15 años como refugiado, así que la presencia española en nuestra casa es muy importante. El otro día, por ejemplo, estuvimos viendo en televisión el partido de fútbol entre Inglaterra y España, y mi mujer quedó estaba muy feliz porque España había ganado, aunque yo no lo estaba tanto.

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