BARACOA, CUBA

Baracoa, el Macondo de Cuba

 

Si se desconoce su origen colombiano, se podría situar tranquilamente al mágico pueblo protagonista de Cien años de soledad en la costa sudeste cubana. Baracoa bien podría ser el Macondo soñado, vivido o recreado por Gabriel García Márquez. Hay algo en su insularidad dentro de la propia isla que nos podría hacer pensar en la perla desconocida de la ‘perla del Caribe’.

Así al menos lo entendieron unos cuantos privilegiados que arribaron a sus costas, como el propio Cristóbal Colón, que cuando desembarcó en el lugar reconoció que era el más hermoso que había visto nunca. Y hablamos de llegar por mar, porque hasta hace unos años a Baracoa sólo se accedía en barco. Tan aislada estaba que todavía hoy sus habitantes parecen mantener algo de aquella insularidad, como ajenos al resto del mundo, al resto de Cuba, al resto incluso de la región de Guantánamo a la que pertenecen.

 

Hoy es posible acercarse hasta Baracoa en avión (de hélice), aunque sólo dos veces a la semana desde La Habana y una desde Santiago de Cuba. La llegada se revela inenarrable, con el lomo del aparato tocando el mar, la vegetación exuberante a la derecha, vistas de la cima plana del monte El Yunque en el costado y el aterrizaje sobre una pista hecha en una lengua de tierra infiltrada en el mar. 

 

En la terminal, tan pequeña como una habitación, los equipajes son depositados en el suelo por los operarios a la espera de que los pasajeros se hagan cargo. Y en el exterior no aparecerán taxis, sino bici-taxis que acercan a la ciudad, a 5 km., al paso que debe ser, tranquilamente, para acomodarse a su ritmo y hechizo; llegada la cuesta arriba, las diferencias entre pasajeros y taxistas desaparecen, teniendo ambos que hacer causa común para salvar el desnivel.

 

La otra posibilidad de arribar a Baracoa es en bus, atravesando el Puerto de la Farola, al que hubo que vencer por tierra tras años de duros trabajos para comunicar la ciudad más allá de las montañas. Iniciada durante el mandato de Batista, la ruta, llamada en principio Vía Mulata, fue completada durante la Revolución, en 1964.

 

Desde Santiago de Cuba (200 km.) y Guantánamo (120 km.), esta carretera de diseño dramático asciende por bosques de pinos y paisajes espectaculares que nada tienen que ver con el resto de la Isla. Curvas en espiral suben entre profundos barrancos hasta llegar primero al valle de los ríos Yumurí y Ojo, alfombrados con palmeras que rememoran los oasis de Marruecos. Después, tras curvas más estrechas, pendientes más empinadas y giros imposibles, se llega al Alto de Coltillo, con un pequeño café donde reponer fuerzas, para descender a continuación entre bananeros hasta ver ya el mar de Baracoa. 

 

Sorprende al llegar a la ciudad la mayor presencia de población con rasgos indígenas, más bajos y morenos que en el resto de la isla, en un lugar que parece anclado en el tiempo. En el centro, sus calles muestran orgullosas edificios venerables de madera, con aleros de azulejos rojos sobre antiguos marcos de vigas de madera.

 

A 40 metros sobre el nivel del mar, el Castillo Seboruco (anteriormente prisión, hoy Hotel El Castillo) ofrece vistas inmejorables de toda la bahía y del Monte El Yunque desde su piscina. Su construcción se inició en 1739, durante la guerra entre los españoles y los ingleses por el control de los derechos sobre el comercio en el Nuevo Mundo. A él se accede por una empinada escalera en el extremo sur de la calle Frank País.

 

Dos fuertes protegen las entradas de la bahía. Al este, el fuerte Matachín, que alberga el espartano Museo Municipal, y que también ofrece buenas vistas, con la Torre de Toa destacando al Sur, que servía de punto de control para prevenir el contrabando. Al oeste, el fuerte de la Punta, fortaleza colonial diseñada en un pequeño semicírculo, convertido hoy en restaurante. 

 

Casi un kilómetro al sur del Hotel-Castillo se encuentra la mayor atracción de Baracoa, escondida tras una plantación de bananeros: el Museo Arqueológico. Pinturas rupestres de más de 3.000 años, esqueletos, cerámicas y herramientas aborígenes se muestran en diversas cuevas, algunas funerarias, iluminadas por candiles.

 

Interesantes también son la Fábrica de Tabaco Manuel Fuentes (Calle José Martí, 214) y el Taller Las Orishas (Circo Frías, 48), en el que se elaboran con mimo preciosas muñecas. Pero el centro de la -reposada- actividad de la población se halla en la triangular Plaza de la Independencia, dominada por el busto del cacique indígena Hatuey, ajusticiado aquí en 1512. Tras entrar en la antigua, desnuda y encantadora Catedral de Nuestra Señora de la Asunción, que alberga la famosa Cruz de la Parra, lo mejor es sentarse en un banco de la plaza a ver la vida pasar, sin otro objetivo inmediato.

 

Si se dispone de uno o dos días más, conviene dedicarlos a explorar los puntos de interés al Noroeste, en dirección a la hermosa Playa Maguana (ver en esta web https://www.ultrasonica.info/playa-maguana-cuba.html). De todas formas, hacia el Sudeste hay también suficientes atractivos para pasar una jornada. Andando desde el fuerte Matachín, a unos 40 minutos siguiendo la línea de la costa, se alcanza la idílica playa Blanca. En la Hacienda Raudeli, a una hora hacia el interior, se puede pasear entre los cocoteros o seguir hasta la poza de agua carbónica en la Cueva del Agua.

 

A la Punta de Maisí, el punto más oriental de Cuba, un lugar realmente alejado de todo, con su faro, a 1.300 kilómetros de La Habana, se puede llegar en coche, moto o, preferiblemente, bicicleta (todos se alquilan en la Plaza de la Independencia en Baracoa). En un día claro, allí, donde el sol sale 40 minutos antes que en la capital, se puede divisar Haití. Sería el lugar ideal para perderse de no ser porque los controles militares bloquean habitualmente el acceso a 13 kilómetros del faro, en La Máquina.

 

Antes es posible pasarse por la recomendable Playa Bariguá, a unos 25 kilómetros de Baracoa. Más adelante, tras atravesar un arco natural de roca y follaje sobre la carretera, bautizado como Túnel de los Alemanes, se llega a la desembocadura del río Yumurí, que deja atrás un profundo cañón antes de fundirse en el Atlántico. Allí seguro que unos cuantos jineteros ofrecerán un paseo en barco entre las paredes del cañón o, si no se está por la labor, una comida a base de langosta en alguno de los paladares ilegales.

 

 

Alojamiento:

– La opción más económica, y la mejor forma de entrar en contacto con la gente del lugar, son las casas particulares. Hay muchas y con buenas referencias, y en la mayoría sirven desayunos y cenas. Se puede probar en las casas de Isabel Castro (Marian Grajales, 35; tfo: 021/42267), de Josefina (Flor Crombet, 269 tfo: 021/42798), El Mirador (Antonio Maceo, 86; tfo: 021/42647) o Caché (José Martí, 71 tfo: 021/42489).

– Hotel El Castillo (Loma del Paraíso): De estilo colonial, edificado en el antiguo castillo, con piscina y buenas vistas de El Yunque.

– Hotel Porto Santo (Carretera del Aeropuerto): A 4 kilómetros del centro, junto al aeropuerto, con piscina y sobre una pequeña playa.

– Hotel La Rusa (Máximo Gómez, 161): Hospedaje básico en un edificio histórico en el Malecón que perteneció a la rusa Mima Rubenskaya, con 12 habitaciones, algunas con vistas al mar.

– Hostal La Habanera (Antonio Maceo, 68): De color rosa pastel, en un edificio espléndidamente renovado recientemente. 

 

Restaurantes:

– Paladar El Colonial (José Martí, 123): El único paladar de la ciudad, con un menú sencillo con lo que tengan disponible esa jornada como plato del día.

– Restaurante Duaba (en el Hotel El Castillo): Considerado el mejor de la ciudad, es el lugar recomendado para probar la original cocina de Baracoa.

– Restaurante La Habanera (en el hotel del mismo nombre): Más simple y más barato, aunque también recomendable.

 

Ocio:

– Cafetería El Parque (Antonio Maceo, 142): Moderno local en la plaza para pasar las horas tomando un helado o un café y en el que a veces se ofrece música en directo.

– Casa de la Trova (Antonio Maceo, 149): Pequeña y bulliciosa, es el lugar donde escuchar música tradicional cubana.

– El Ranchón (800 metros al este del Hotel El Castillo): El más concurrido de la ciudad, a veces con discoteca.

– Centro Cultural y Teatro (Antonio Macedo, 148): El cine de la ciudad, con películas casi todas las tardes.

 

Guías:

– Moon Cuba (en inglés): la más recomendable.

– Lonely Planet (en español)

(Cuba, 2009)

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