ARTÍCULOS 2005 COCOROSIE EN CONCIERTO

ARTÍCULOS 2005 COCOROSIE EN CONCIERTO

Ultrasonica e-zine :: Xavier Valiño

ARTÍCULOS 2005


CocoRosie en concierto

 

(Sala Tivoli, Utrecht, 27 de noviembre de 2005)

 

 

 

         Cuesta trabajo apartar la originalidad de la propuesta de CocoRosie de su música. Son conceptos tienden a ir ligados en su caso, incluso para quien no las tiene en aprecio. La novedad de lo que hacen aplasta a todo lo demás sin consideración, desplazando cualquier otra valoración en profundidad. Y, lo siento, y queda dicho por adelantado, me temo que aquí tampoco nos libramos.

 

         En la mayor parte de los casos, cuando alguien se acerca a un concierto de CocoRosie, lo que hay es curiosidad, una profunda necesidad de comprobar cómo es su mundo tan especial, no sólo para saber cómo se traslada su sonido al directo, sino para hallar en él alguna de las claves de tan particulares discos.

 

         En escena, al menos en esta gira, CocoRosie aparecen acompañadas de otras dos personas: una mujer vestida como un mimo se encarga de tocar instrumentos percusivos distintos a los habituales, collares, silbatos y otros aparatos, de apretar alguna tecla y poco más; la otra, una voluminosa cantante de color, se encarga de hacer con su voz alguna que otra percusión. Las dos llaman la atención sobre el escenario, pero está claro que su presencia no es imprescindible.

 

 

         Pero son las hermanas Bianca y Sierra Cassidy -¿Realmente son hermanas? ¿Nos creemos lo de su reencuentro en París tras haberse separado cuando eran niñas?- el centro de atención. La primera sorpresa, sus voces. Lo que se escucha en disco es todo real y casi mejorado en directo; sólo en muy contadas ocasiones distorsionan la voz con un juguete de bebés. Bianca tiene un tono cercano a Billie Holiday, mientras que Sierra aporta la dulzura y, en ocasiones, los gorgoritos operísticos. En conjunto logran algo único, melodías que parecen provenir de otra galaxia, algo que a la mayoría encandila y a algunos irrita.

 

         Cuando tocan alguna que otra canción al piano o a la acústica, se puede pensar en algo cercano al folk. Sin embargo, por lo general, al introducir arpas, cajas de música, samplers y otros cacharros, combinados con esas voces tan especiales, aquel espíritu original deja paso a otra dimensión que, lo mejor que se puede decir, es que mantiene al público en suspenso hasta el último momento.

 

 

         A todo se le suman unas proyecciones especiales por detrás y su atípica forma de presentarse, tanto en el vestuario como en su aparente timidez desde el primer momento. Cuando se muestran apegadas a su arte, CocoRosie pueden resultar cargantes, pero si se lo toman con sentido del humor y se ponen al nivel de su audiencia, como hicieron en la última parte de su actuación, entonces no se les puede reprochar nada y sólo queda disfrutar de sus canciones, por muy originales que sean.

 

Xavier Valiño

ARTÍCULOS 2005 16 HORSEPOWER DVD

ARTÍCULOS 2005 16 HORSEPOWER DVD

Ultrasonica e-zine :: Xavier Valiño

ARTÍCULOS 2005


16 HORSEPOWER: 16 HP

 

 

            No hay más que ver la cara de David Eugene Edwards en alguna de las actuaciones que recoge este DVD para darse cuenta de que no estamos ante un ser humano cualquiera. Su pinta de ido o iluminado en canciones como “Horsehead Fiddle” es algo que pocos cantantes tienen de por sí, algo que en los demás los hace parecer falsos o simples caricaturas.

 

Hay algo ahí que hace que uno se lo crea. Lo mismo sucede en sus atípicos y más que interesantes video-clips. O, también, en las entrevistas que se recogen, en especial la larga conversación con Paul Epstein, en la que Edwards se muestra tímido pero revelador, declarando a Bob Dylan -de él interpreta una versión acústica de “(Nobody) ‘Cept You”- y el cristianismo -no en vano siguió a su abuelo, un predicador nazareno, hasta los 17 años por las iglesias de Colorado- como sus dos principales referencias e influencias.

 

Se trata de un testimonio distinto al habitual, algo que queda claro desde sus primeras imágenes, con las botas de un hombre colgado en primer plano En 16 HP están todos los videos y varias grabaciones en directo de 16 Horsepower, incluyendo una versión de “Heart & Soul” de Joy Division, grabada en el Festival de Jazz de Montreux de 2004, y que deja claro que la banda conseguía un ambiente claustrofóbico incluso en el más grande de los recintos. La única pega es no haber incluido algún concierto completo, algo que, en su caso, parece imprescindible.

 

Sin embargo, se incluye el documental 16 Horsepower 1993-2003, el cortometraje Coulisses y el reportaje Twenty Four Hours, grabado por un equipo de la televisión belga en su seguimiento al grupo durante 24 horas de su paso por aquel país. Incluso ahí, en su entrada en la sala donde esa misma noche van a dar un concierto, para efectuar antes la prueba de sonido, David Eugene Edwards parece llevar un aura consigo, manteniendo la tensión alrededor de su persona.

 

Si 16 Horsepower fueron considerados en sus 10 años de existencia como uno de los mayores ejemplos de lo que se dio en llamar sonido americana -o country alternativo, de color más que oscuro-, queda claro que la personalidad que más se le asemeja al que fue su líder es la de Nick Cave. Su reciente paso por la Península, en el Festival Paredes de Coura, con su nuevo alias, Woven Hand -nombre tomado del gesto de las manos en la oración-, no hizo más que ratificar esa impresión.

 

16 HP nació como recopilación de material diverso del grupo y se ha convertido en su perfecto obituario tras el anuncio de su disolución, después de trece años de trayectoria. Al menos nos queda el consuelo de pensar que su legado lo retoman Woven Hand por un lado y Lilium, con los otros dos componentes de 16 Horsepower, por el otro.

 

Xavier Valiño

ULTRASÓNICA ARTÍCULO XACOBEO CONCERTOS NOVO MILENIO

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ULTRASÓNICA

ARTÍCULOS 2004


Festival del Xacobeo, ¿nuevo milenio?

Ian McCulloch, de Echo & The Bunnymen: el mundo tras unas gafas de sol

         ¿Un gran Festival sin camping? ¿Un gran Festival con sólo cuatro conciertos cada día? ¿Un gran Festival movido por el dinero público? ¿Un gran Festival del nuevo milenio sin nombres nuevos? Decididamente, en la esquina del Noroeste peninsular las cosas son siempre de otra manera. Y no tanto como  para proclamar que es mejor que Glastonbury (Ian McCulloch dixit).

        Para los que se subieron al escenario, todo eso era lo de menos. ¿Balance? Tres días, siete conciertos para recordar, cinco olvidables y otros dos conciertos interruptus. Curioso, curioso: el mejor instante lo puso, pasando el Ecuador, el tipo que dio el peor concierto, Lou Reed, que a eso de la quinta canción se puso a divagar -y encandilar- con sus músicos en el único momento que se permitió el lujo de invocar a su leyenda.

Lou Reed perdido en el Gozo

        Antes, el viernes, nos habíamos preguntado por qué unos catalanes desconocidos eran la única representación estatal -¿amigos de la productora Gamerco, quizás?- apelando a Dover y Hole. Tras ellos, la hora de The Darkness se hizo larga incluso entendiéndolos como un chiste.

Iggy Pop, iguana libre al fin

        A partir de ahí llegaron tres nombres que quisieron reivindicar su momento en la historia del rock -y del dance-. Iggy Pop salió como si llevara enjaulado toda su vida, gritando, por si alguien no se había enterado, que estaba con los fucking Stooges. Así que no había “Lust For Life”, no. Que 30 años no son nada y “No Fun” fue coreado por unos 50 espectadores que, con su complicidad, subieron al escenario a robarle el micro, meterle mano y hacerse unas fotos con él. A la Iguana, el sol de la tarde sólo le inspiraba caos, locura y reclamar la paternidad del punk.

Mushroom, de Massive Attack, enredado en la red

        Massive Attack hicieron el mejor concierto que en ellos es posible: elegante, sobrio y citando tanto al soul como a los experimentos menos complacientes de Radiohead. Su desconocido instrumental los situó en otra dimensión; por lo tanto, hay futuro. ¿Y qué se podía esperar de The Chemical Brothers? Que pusieran a bailar a 25.000 personas, incluso aquellas que nunca han escuchado un disco que no tenga guitarras. Si es así, cumplieron. Eso sí: vistos una vez, se les conocen todos los trucos.  

        Dieciséis horas más tarde, bien entrado el viernes, Starsailor intentaron que su pop bonito no quedara demasiado apagado en un gran escenario. ¿Lo consiguieron? Depende de en qué lado te sitúes. A continuación, la pesadilla sonora de Muse atronó hasta revolver las entrañas del mismo Monte do Gozo. Triunfo popular y deserción de bastantes que queríamos dormir sin que se nos apareciera el fantasma wagneriano de Matt Bellamy.

Matt Bellamy, de Muse, encantado de conocerse a sí mismo

        Pedir masajes y baños turcos no debe ser una buena idea. A Lou Reed se le debió pegar el tufillo new-age, porque salió sin ganas, sin voz, con un repertorio plomizo y mal interpretado. Masacró “Perfect Day” para finalizar. Parece que sólo se encontró durante cinco minutos, los justos para dejar la sensación de que podía haber sido otra cosa. Al principio, escuchar de la boca de los siniestros “Abuelo, retírate” sólo inspiraban ganas de contestarles. Al final, hasta se les disculpaba. 

        Robert Smith hizo todo lo contrario. Un concierto para todos, repleto de singles, guiños al respetable, cinco canciones siniestras en homenaje a sus fans y dos horas intensas, muy intensas. Se ganó el trono del Gozo. Sus padres, entre el público, presumían de hijo. Él no daba crédito: se dedicó a fotografiar a su contenta y rendida audiencia.

Robert Smith, de The Cure, entre las sombras

        Difícil papeleta para el sábado. Y para colmo, el tal Gary Jules que no aparece. A Amaral, una espectadora más, le ofrecen un bolo acústico improvisado de media hora. Acepta y canta, entre otras, el “Universal” de Lagartija Nick. Al final aparece el tal Gary Jules -“un yonkie me ha robado el piano,” explica- y sólo tiene 20 minutos de margen. Nadie se enteró.

El esquivo Bob Dylan

        Media hora más tarde, por una esquina sale un tipo con sombrero de ala ancha y gafas de sol. No mira ni una sola vez al auditorio, no permite fotos, no deja conectar las pantallas de video. Se coloca detrás de su piano, de lado, y comienza su particular juego, el de las adivinanzas. ¿Cuántas canciones de Dylan puede uno reconocer? Cuantas más, más fan se es. Da igual: las descubras o no, son interpretaciones valiosas, muy cercanas a la raíz -country, folk, rockabilly, honky tonk…- de lo que nos ha congregado aquí. A la tercera, Dylan sale con la cabeza alta de Galicia y hasta mira una vez hacia el anfiteatro al despedirse -sin palabras, faltaría más-.

The Corrs; ¿de verdad tocaba la batería?

        ¿Qué pintaban ahí The Corrs, con su té al limón y sus efluvios de celta light? Gran interrogante. Su público no fue el del resto del festival, ni tampoco el que venía a ver a Echo & The Bunnymen. Ian McCulloch siempre arrogante, pleno de actitud y estilo, jugó de nuevo sus cartas: ese pitillo, esas gafas de sol, esa americana… Se le notaba suelto y juguetón. Su versión de “Walk On The Wild Side”, en la que acabó cantando “Rafael Benítez is our coach” -su entrenador, el del Liverpool, claro-, valió tanto como el 90% del concierto del autor de aquel clásico un día antes. Presentó “The Killing Moon” como la mejor canción jamás escrita y dijo aquello de que el Festival del Novo Milenio era mejor que Glastonbury. Amigo Ian, hubo cosas buenas, pero a veces conviene sacarse las gafas de sol.

Xavier Valiño

ULTRASÓNICA ARTÍCULO MASSIVE ATTACK Y CHEMICAL BROTHERS EN EL XACOBEO

ULTRASÓNICA ARTÍCULO MASSIVE ATTACK Y CHEMICAL BROTHERS EN EL XACOBEO

ULTRASÓNICA

ARTÍCULOS 2004


Massive Attack y The Chemical Brothers, Xacobeo en el cetro del baile

 

         ¿Cuándo se le pasó el arroz a la música electrónica? ¿Antes del cambio de década? ¿Después? Lo cierto es que el gran revulsivo del rock en los 90 está en horas bajas. Tal vez nunca debió salir del underground y los clubes -donde aún se mantiene en vigor, pero con nombres ajenos al gran público-, ya que, una vez que se hicieron con las listas, empezaron a perder su capacidad de sorpresa y su creatividad. 

         Contar con The Chemical Brothers y Massive Attack en el Xacobeo puede ser un motivo de orgullo para Galicia, aunque lejos están de visitarnos en su mejor momento. Es más: a estas alturas poco grandioso esperamos de ellos ya. Son el pasado, aunque hay que reconocer que puestos en el cartel al lado de The Darkness -que gran chiste inflado el de estos tipos-, casi siguen pareciendo el futuro. Y eso que estamos hablando de dos de los nombres cruciales de los últimos años. Recapitulemos. 

         Massive Attack firmaron, en el 91, el gran disco de la música electrónica de todos los tiempos, Blue Lines, el álbum que sirvió de acta de fundación del trip-hop. Su mezcla perfecta de soul, house, funk, hip-hop y electrónica incluía la canción de mayor pegada emocional de la década, “Unfinished Sympathy”.  Cierto es que, con el tiempo, hemos descubierto que Robert “3D” del Naja, Grant “Daddy G” Marshall y Andrew “Mushroom” -el núcleo del colectivo- le debían mucho a otros artistas (“Mambo” de Wally Badarou sirvió de base a “Daydreaming”, “Stratus” de Billy Cobham fue fusilado en “Safe From Harm”, incluían una versión de “Be Thankful For What You’ve Got” y se apoyaban en algo más que simples y excelentes colaboradores: Tricky, Horace Andy o Shara Nelson). 

         Aún así, aquel debut sigue sonando único. Después llegó Protection (94), un álbum más meloso, Mezzanine (98) el disco que, pretendidamente, fundía la electrónica con las guitarras de Radiohead -y que es su otro disco imprescindible-, y 100th Window (03), un trabajo que sólo contó con 3D y que manifestaba un cierto desarraigo y desorientación con su tiempo. Massive Attack siguen siendo únicos en directo, tal y como se pudo comprobar en su gira del año pasado en Madrid, y para quien no los ha visto nunca su capacidad de emoción permanece casi intacta. 

         Si Massive Attack son el grupo de los detalles, del perfeccionismo, de los ambientes densos, The Chemical Brothers son los amos de la electrónica de trazo grueso, del gran ritmo, el grupo que cualquier seguidor del rock puede bailar desaforadamente en un recinto al aire libre sin tener que pedir perdón. Vamos, pura cazalla electrónica para las masas, algo en lo que sólo sienten la competencia del bueno de Fatboy Slim. 

         Sitúate. Como se pudo comprobar en el Festival de Benicassim de casi cualquier año, el escenario principal arde en llamas con luz celestial y un humo espeso que va cayendo. Ocasionalmente, la niebla se abre y deja entrever imágenes de vidrieras, imaginería religiosa, cosas que parecen tan fuera de lugar ahí, justo enfrente de miles de juerguistas de fin de semana en un descampado al lado de una carretera nacional. El sonido que sale de los altavoces es un imparable ritmo de ruido marciano, duro y melódico al mismo tiempo. 

         Ya son más de diez años de este tipo de recuerdos confusos de noches y días pasadas sin descanso. Ya son diez años de discos y remezclas; de actuaciones en directo y de sesiones pinchando. Diez años de monumentales ganchos que atraviesan los huesos y de pulsantes chispazos electrónicos; de la fuerza de viajes psicodélicos a través de distintos estados oníricos. Diez años en los que los viajes mutaron de un rápido recorrido por su país con una caja de discos, a asombrosas giras mundiales, a festivales por todo el mundo, al abrigo de la oscuridad. 

         Tom y Ed le han dado a la música de baile una reconversión cargada de turbo en cuatro discos que parecen el sonido de una manada de elefantes digitalizados en estampida sobre un ejército de músicos tocando el sitar. En Santiago oficiarán, una vez más, su ceremonia psicodélica reclamando el trono que un día, tanto ellos como Massive Attack, ocuparon.

The Darkness, cock-rock

          La pregunta del millón: ¿se toman lo suyo con ironía o van en serio? Hasta ahora, no se han pronunciado. Tal vez les convenga, ya que así se ganan a los medios -como chiste hasta tienen un pase- y a un sector del público rock mayoritario -huérfanos desde que bandas como Queen, Def Leppard o Rainbow andan desaparecidas o desorientadas-. 

         Por increíble que parezca, estos machos que han recuperado el heavy más exhibicionista empezaron en una banda de techno llamada Empire, pero no se comían un rosco. Un buen día, en un karaoke de Nueva York, comprobaron que tenían más suerte interpretando el “Bohemian Rhapsody” de Queen que con sus trasnochadas canciones de sintetizadores. 

         El plan maestro se puso en marcha. El vocalista Justin Hawkins debía copiarle la indumentaria y los leotardos a Steven Tyler de Aerosmith, las pintas y los saltos a David Lee Roth de Van Halen y el falsete a Freddie Mercury de Queen; mientras, el resto del grupo debía acompañarle en el reciclaje del heavy AOR de finales de los 70 y principios de los 80. Acertaron. Su debut Permission To Land se instaló en el número 1 de las listas británicas en su primera semana, algo que no pasaba desde que Coldplay hicieran lo propio tres años antes.  

         Y ahí siguen. ¿Van de coña o son así? Da igual. Lo que es de juzgado de guardia es ponerlos en el mismo cartel que The Chemical Brothers y Massive Attack. Sucede cuando contratas a golpe de talonario y no existe un criterio. ¿Deserciones en masa hacia las barras de los alternativos? ¿El resurgir del heavy gallego? Lo veremos.

Muse, Wagner rock

         Muse sí se lo toman en serio y hacen gala de ello. Lo mejor y lo peor de su música es que han llevado el rock a los extremos más grandilocuentes que uno se puede imaginar, siendo perfectamente conscientes. Es más, es justo lo que pretendían desde sus inicios.  

         Algo así como si La cabalgata de las Walkirias de Wagner, el Carmina Burana -sí, mira tú por donde aparece de nuevo- de Carl Orff o el Réquiem de Verdi sonaran todos juntos en un grupo de rock pasado de rosca y a todo volumen. Vamos, una pesadilla sonora para muchos que, sin embargo, atrae a mucha otra gente. 

         Lejos quedan ya los ecos de Radiohead y Jeff Buckley de sus primeras canciones, cuando se llamaban Gothic Plague, Fixed Penalty o Rocket Baby Dolls. A partir de ahí Matthew Bellamy, Chris Wolstenhome y Dominic Howard sólo viven para hacer música estratosférica que los sitúe en la estratosfera. Allí habita su sonido y de allí bajarán para pasarse por el Monte do Gozo, en un -de nuevo- desafortunadísimo cartel que los une a Starsailor, The Cure y David Bowie.

Xavier Valiño

ULTRASÓNICA ARTÍCULO U2 «THE JOSHUA TREE DVD»

ULTRASÓNICA ARTÍCULO U2 "THE JOSHUA TREE DVD"

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ARTÍCULOS 2004


U2: The Joshua Tree DVD (Eagle-JRB Producciones)

        Ésta es la historia de uno de los más conocidos y aclamados discos de los 80, en un documental que incluye mucho, mucho en sus 60 minutos. A través de actuaciones, material de archivo, anécdotas memorables y entrevistas con los cuatro miembros de la banda (Bono, The Edge, Adam Clayton y Larry Mullen), así como con su manager Paul McGuiness, los productores Daniel Lanois y Brian Eno y el mezclador Steve Lillywhite, asistimos a una visión completísima sobre cómo se compuso y se grabó el disco hace unos 15 años en Dublín.

        Mezclando el pasado y el presente, Daniel Lanois, Brian Eno, Steve Lillywhite y The Edge van desgranando las pistas de las grabaciones originales para ilustrar cómo se fueron añadiendo las cruciales contribuciones de cada uno de los componentes de U2. Por ejemplo, The Edge describe el sonido "cinematográfico" del disco como destinado a transportar al oyente a una localización física específica basada en el ambiente y la atmósfera de cada canción. 

        Por su parte, Bono escucha en silencio a Daniel Lanois explicando las diferentes pistas de las canciones; aunque parece tímido cuando hablan de su aportación vocal, se muestra elocuente al afirmar que su disco no es "irlandés para nada" en cuando a su sonido innovador, pero "muy irlandés" en cuanto a las emociones que lo inspiraron. También reconoce una influencia muy fuerte de Led Zeppelin en "Bullet the Blue Sky".El bajista Adam Clayton y el batería Larry Mullen completan los ilustrativos comentarios.

        Aún hay más: Brian Eno recuerda el tortuoso proceso de la grabación de "Where the Streets Have No Name" y cómo casi borra las cintas accidentalmente trabajando con ellas, mientras que The Edge revela que cuando llegó con el sonido de guitarra tanto el grupo como Eno tuvieron muchas dificultades en sacar una canción de aquello. Lo que queda claro después de ver este DVD, es que una nueva escucha de The Joshua Tree será más gratificante que nunca. 

Xavier Valiño

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