Alcarràs

Alcarràs

Carla Simón (Avalon)

 

 

Si por algo despuntaba el debut detrás de las cámaras de Carla Simón, Estíu 93, era por haber sabido envolver una historia de duelo con luminosidad y por lograr que el espectador la sintiese cercana. No en vano era su propia historia.

 

Su segunda película retoma alguna de aquella señas de identidad. De nuevo rodada en una zona rural catalana, la luz baña su metraje, impregnando otro relato con raíces en su propia familia. Con campesinos de la comarca que se dedican realmente a la recogida del melocotón como actores no profesionales, Simón logra un realismo sin igual en una película reciente.

 

Las escenas de baile en la calle y en la discoteca del hijos mayor y las de las fiestas en las que participa buena parte de la familia son recogidas cámara en mano, bien pegada a sus protagonistas. De la misma forma, la comida familiar, la cosecha en el campo o los juegos de los niños rezuman naturalidad.

 

Pero es el conflicto ante la desaparición de un modo de vida el que enfrenta a todos los protagonistas con sus propios demonios y su fragilidad. Todos muestran múltiples aristas, una voz propia en esta sutil y humana historia en la que de tan diáfano, el enorme trabajo de su directora consigue pasar desapercibido.

 

 

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