ALBERT PLÁ 1997

Albert Plá, rebelde con causa

 

 

 

“Marcelino, arroyo del charco”

 

Dos discos en catalán, y ya casi lo tenían adoptado como su máxima enseña. Un giro a base de rumbas en castellano –No sólo de rumbas vive el hombre– lo convierte en un descubrimiento difícil de controlar. Aunque después aparecieron los poemas de Fonollosa, había algo anterior archivado en un armario. Ahora, tres años después, deciden que después de la censura y la polémica -o gracias a ella- más vale publicar aquel Veintegenarios que seguir haciendo el ridículo. Albert Plá, genio libertario y nihilista, explica que no fue la primera vez.

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Por fin ve la luz el disco perdido, Veintegenarios. ¿Cuántas canciones quedan del original sin publicar y cuándo se van a recuperar?

– Quedan cuatro canciones grabadas sin publicar que las he dejado fuera porque son rancheras. En cuanto a la posibilidad de recuperarlas, como ninguna canción muere, pues cualquier día lo hago, probablemente en un álbum de ese estilo. Ya dejé otra ranchera fuera del Supone Fonollosa.

 

Curioso que en el álbum se recupere “La dejo o no la dejo”, la canción por la que no se publicó el disco en su momento.

– Las compañías siempre están perdidas. Más que perdidas, vendidas. Lo que sucede es que estaban haciendo el ridículo, porque todos les preguntaban por el disco. Además, con todo eso, ya tenían la promoción hecha. Y tampoco les servía decir que las canciones eran malas, porque yo andaba dando conciertos con esas canciones. Aunque como ya he hablado mucho del tema, no me apetece volver sobre él. Al final salió la maldita canción, el maldito disco también, y ahí está.

 

Resulta curioso que a estas alturas aún haya casos de autocensura por parte de las compañías.


– No se trata de las compañías de discos, no te creas. Es más un tema de abogados que amenazan y cosas así. Pero en mi caso, como siempre me ha ocurrido, las compañías más que censurarse se acojonan. En la canción “Carta a su majestad” hubo un cambio de título, algún fundido y cambios de adjetivos.

 

Entonces, en tu caso hay más precedentes.

– En el primer disco en catalán, Ho Sento Molt, ya se cargaron un video. En el segundo disco en catalán, Aquí s'acava el es donava, faltan dos canciones que nos sacaron del álbum por todo el morro. Sin embargo, en el disco Supone Fonollosa no pasó nada: sólo tuvimos que cambiar un poco de “El lado más bestia de la vida”, la traducción del “Walk On The Wild Side” de Lou Reed, que decían que era un poco dura, y hacer algunos retoques, pero era una cosa ya más de la editora. Vamos, que uno ya se va acostumbrando como el Boadella.

 

Siempre das un paso adelante con relación a discos anteriores. Sin embargo aquí vuelves a incluir algo de rumba, como en “Marcelino, arroyo del charco”. ¿Es uno de los estilos con los que mejor sintonizas a la hora de expresarte?

– Yo siempre intento hacer las cosas buscando claves o pistas. En su día fue la rumba para No sólo de rumba vive el hombre, luego los poemas de Fonollosa en Supone Fonollosa, y ahora la clave es la idea de los ‘veintegenarios’. Alrededor de esa palabra surgen todas las canciones, sean rumbas o cualquier otra cosa. Así que pasamos de un concepto musical a otro de poemas y, ahora, a uno generacional o un concepto temático. Aunque estas cosas siempre acaban por perderse. Ésa era la idea inicial pero luego se va perdiendo poco a poco. Nunca sabes lo que ha quedado plasmado en el disco de la idea original, ni siquiera te acuerdas de la idea de la que partiste.

 

¿Te pones algún límite a la hora de plantearte este tipo de ideas?

            – En absoluto. Yo simplemente cojo una clave, la exprimo por todos los lados y meto lo que sea. Tampoco pretendo hacer eso de “yo hago jazz, rock o funk…” Yo me dedico a esto independientemente del rollo de los estilos.

 

¿Te atrae la idea de coger a músicos de estilos distintos y llevarlos a otros terrenos, descolocarlos?


– De hecho este disco ha estado totalmente bajo el control de Pep Bordás, el arreglista y productor y, exceptuando lo que hizo el guitarrista solista, Alvaro Galera, y el batería, prácticamente lo ha tocado todo él. Siempre hemos hecho las cosas a medias, lo que pasa es que esta vez él también ha hecho de instrumentista, y en otros trabajos se había dedicado más otras facetas.

 

Dices en “El gallo Eduardo Montenegro”: “Aquí nada es como parece”. ¿Es la mejor definición del disco?

– Muy comercial sí es.

 

Lo que sí se desmonta en este disco es toda esa panda de profetas y líderes que creen que sus canciones guían al mundo. Dices en una introducción: “Ésta es una de esas canciones que dejan de ser tuyas porque vuestro cariño la hizo vuestra”.

– Tenía que decirlo, no me podía aguantar. Siempre me había hecho mucha ilusión. Y, además, me apetecía hacerlo con la canción más nueva, la única que no conoce nadie. Por ahí va la idea.

 

¿Te atrae la idea de despistar a la gente, tanto a la compañía como al público y la crítica?

– Más que divertirme la reacción de la gente o más que intentar despistar, lo hago para no aburrirme yo. Siempre procuro ir un poco despistado; es mucho más divertido hacer las cosas sin principio ni final. En caso contrario, te subes encima de la moto y te empiezan a fallar las bujías y cosas así. No es que vaya haciendo canciones y cuando tenga diez me pongo a grabarlas. Se me ocurren espectáculos, y dentro van canciones. Después llegan los de la casa de discos para que grabes, luchas para intentar explicarte e intentas que el disco se parezca lo más posible a la idea que querías expresar, siendo consciente de que es una grabación y de que algo se pierde en el proceso.

 

¿El directo perfecto es aquel en el que uno puede decir lo que le da la gana, sin preocuparse de la reacción, y poniéndole los aplausos después, como has hecho tú?

– Sí, y es un gustazo. De hecho es lo que hace todo aquel que graba discos en directo, aunque aquí lo hemos hecho descarado. También me hacía mucha ilusión lo de gritar “Libertad, libertad”. Era un poco reírse del disco generacional, de cantautor y de los discos en directo. De todas formas, nos hemos tenido que cortar, porque algo así da para mucho.

 


¿La idea que la sociedad tiene de los veinteañeros se resume en ese “jóvenes pero ancianos, ya nacimos cansados”?

– Eso lo he inventado, y puede corresponder a la idea que tiene otra generación. Es mi propia generación, ya que a la gente le gusta tanto inventarse generaciones y ponerle nombres. Yo he hecho lo mismo, y así evito que me pongan los demás alguna etiqueta.

 

¿Piensas que son tan conformistas?

– No, es que no los conozco. Me cuido yo muy mucho de hablar de la otra gente, y más si existen. Nunca me he preocupado de decirle nada a nadie.

 

En tu caso, da la impresión de que te desenvuelves por igual en catalán o castellano. ¿Es así?

– Me resulta más apasionante hacerlo en castellano. En catalán me aburro, y la gente que venía a verme lo hacía porque era más un personaje popular que un cantante. Además, tal vez es que encuentro algún tipo de reto en castellano, aunque no lo sé. Ahora las canciones me salen en castellano. Igual cualquier día vuelvo al catalán. Depende de la clave de la canción, sin pensar en el idioma. A mí me va bien ahora hacerlas en castellano.

 

¿Y lo de “Yo soy rebelde” -“yo soy rebelde porque el mundo me ha hecho así”- es la mejor respuesta a los sin pararse a entender te ponen la coletilla más fácil?

– Bueno, era divertido hacer esa canción. La letra es tan fuerte como la que más. A mí me gustaba Jeanette de pequeño, cuando lo de Cría cuervos. Es una de estas canciones que, de casualidad, solucionan muchas respuestas.

 

O sea, que le das la vuelta al tema, cogiéndolo por los cuernos.

– Sería falsa modestia decirlo, pero ya que lo has dicho tú…

 


Pienso que lo más destacable de Airbag sois tú y Manquiña. ¿Coincides conmigo?

– No, lo siento, estuve metido en eso y… Me propusieron cantar la canción vestido de cura, y luego aparezco en la traca final. A Manquiña lo conozco de una película llamada La matanza caníbal de los lisérgicos garrulos que se hizo en Santiago y que tengo de película de cabecera, y al verlo en Airbag me confirmó que haría grandes cosas, porque es un gran cómico.

 

¿Qué hay de tu participación en Carne Trémula de Pedro Almodóvar?

– En Carne Trémula hay una canción mía que eligió Pedro Almodóvar del Supone Fonollosa. Pedro me pidió permiso para incluirla, y le dije que sí. Parece, por como hablo, que lo conociera de toda la vida…

 

También se te verá pronto como actor en Los que aman.

– En esta película participo como actor y no canto, gracias a Dios. Dirige Isabel Coixet, y se ha rodado en la zona de Sarria, en la provincia de Lugo. Cuando yo acabé mi parte, a ellos aún les quedaba un par de semanas. Mi papel es el de Jonás, que cuando es joven ve la violación de una niña. Le impresiona tanto que se vuela los cojones y se dedica a memorizar La divina comedia. Es una película del siglo XVIII, y ahí estoy yo andando descalzo por los prados gallegos, leyendo La divina comedia, aunque, por suerte, tuvimos buen tiempo.

 

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