THE CASSAVETES

The Cassavetes: esto no es Nueva York

 

 

Rubén Hernández es uno de los tipos más inquietos, rebeldes e interesantes que se mueven en distintos ámbitos de la cultura canaria y española como pintor, diseñador de portadas, artesano de guitarras o músico. Al frente de The Cassavetes, su último proyecto, acaba de editar hace poco Fort he Chosen Few, un disco grabado en riguroso directo en cuatro horas de una tarde de sábado en un estudio. Cercano al sonido de guitarras eléctricas poderosas de Ramones, Social Distortion o The Smithereens, por citar solo algunos, conversamos con él para conocer mejor todo lo mucho y bueno que ha hecho en los últimos años.

 

Tienes varios discos editados pero puede que no mucha gente conozca tu trabajo musical. ¿Cuándo te empieza a interesar la música?

– Mi padre y mi madre eran aficionados a lo que en los 70 se llamaba “canción ligera”. Creo que me interesé por primera vez en la música viendo Gente Joven en TVE siendo un enano aún. Mi primer disco (elegido por mí) me lo compró mi madre cuando cumplí 11 años y fue The Song Remains the Same de Led Zeppelin junto con el primero de Ramones (del que aún conservo el casete original).

 

¿Cuándo grabas tus primeras canciones?

– Componía desde el año 83 más o menos, pero grabé mi primera maqueta en 1991, con el seudónimo de Perdita Durango, por el personaje de Isabella Rosellini en Wild at Heart de Lynch. Si no hubiera sido porque Álex de La Iglesia hizo una nefasta y ridícula adaptación de la novela de Barry Giffod, probablemente hoy seguiría usando ese nombre.

 

Si no me equivoco, has tocado con Los Diplomáticos, Moral Femenina, Los Passos, José Mesa y Los Presentes, Venus en Surf, Animal Conoce y The Cassavetes, además de grabar discos en solitario. ¿Es esta última tu banda definitiva?

– ¡Veo que te has documentado! Sí, efectivamente toqué con esas bandas, aunque fue sólo en Moral Femenina donde tuve un vínculo realmente creativo con los demás. En las otras bandas siempre me sentí un tipo ‘al servicio de’ las composiciones de otros. Así era, y he de decir también que me gustaba esa posición… Nunca he sido un virtuoso con la guitarra así que, por ética principalmente, asumía un papel secundario e intentaba aprender todo lo posible de quienes tenía al lado. Tuve mucha suerte de estar siempre rodeado de gente con talento. Muchos de ellos habían empezado en bandas cuando eran adolescentes de apenas doce o trece años… Todos tuvieron  en algún momento el sueño de ser rock stars. En cambio, yo era un universitario que empezó a subirse a escenarios con la licenciatura ya acabada. Siempre tuve muy claro que no me interesaba  nada de nada hacer de la música mi manera de ganarme los garbanzos. Lo veía una quimera desde que era un crío. Hoy, ninguno de los miembros de aquellos grupos vive de la música y nunca lo han podido hacer. Algunos sobreviven como pueden o simplemente están mantenidos por sus parejas o sus padres. Pocos mantienen una banda activa o estable, mientras que yo acabo de editar mi disco número 13. Es una lástima que otros lo hayan dejado, porque había allí individuos con mucho más talento que el que yo pueda tener.

 

The Cassavetes lleva en activo desde 2013, editando discos de entre cuatro y seis canciones. ¿Es el mejor formato para expresarse de forma contundente?

– Como banda llevamos desde 2013 sí, aunque yo he usado el nombre desde 2007, el año en el que monté el Sibiyibi, mi pequeño estudio doméstico,  que es lo que me permite abordar proyectos diferentes también. Respecto a la segunda parte de tu pregunta, no sé si es el mejor formato, pero sí es el que te obliga a no hacer ninguna canción ‘mala’. En un EP no puede sobrar ningún tema. Todos han de ser certeros, precisos y cumplir una misión en el ‘metraje’ del mismo. Me gusta muchísimo la obra musical breve. Las canciones cortas y que van ‘al grano’. Nuestro próximo trabajo también será un EP, probablemente de cuatro o cinco canciones de nuevo. Dependerá únicamente de si puedo costearme editarlo en un vinilo de 10’’ y del minutaje que entre en el mismo.

 

¿Cómo has visto vuestra evolución desde los inicios?

– La principal y más importante cuestión es que ahora ya “we are a happy family” (Ramones dixit). Tras cinco años trabajando en canciones, cada uno de la banda ya ha encontrado su lugar, conoce su función, y me ven venir… Esperan de mí que lleve al local un tipo de canción en el que ellos saben que habrá un espacio para cada uno de ellos. Ahora trabajamos en las canciones siempre con una sonrisa. No es que no haya que trabajar duro a veces, sino que el trabajo es mucho más grato. En cada concierto hay un poco más de público y lo que editamos tiene salida. Nos movemos en un pequeñísimo circuito, pero que se nutre de gente que nos es fiel, así que estamos en un momento de cierta dulzura.

¿Es el trabajo en el grupo algo colectivo o son las canciones composiciones tuyas en las que el resto participa?

– Yo soy quien compone las canciones y las llevo al local bastante planteadas, y allí se van redondeando con las aportaciones de los demás. Aun así, en los créditos pongo como autor a The Cassavetes e indico si el texto es de alguien ajeno a la banda, pero no me pongo como autor principal nunca. Sin cada una de las individualidades que componen la banda, las canciones serían de otra manera.

 

Se suele decir que la mejor manera de trabajar en una banda es una dictadura benévola. ¿Es este el caso? ¿Tomas tú las decisiones, tienes la última palabra?

– Totalmente de acuerdo. Y así es como funciona en The Cassavetes pero, en cualquier caso, yo soy quien tiene la primera palabra. La primera… La que ha de funcionar como estímulo y punto de partida. Luego hay que ser generoso y tender caminos por los que los demás discurran aportando y no sintiéndose coartados o encorsetados. Me gusta ser el ‘conductor’ de lo que va pasando. Realmente es un porcentaje muy grande el trabajo que recae en mis espaldas en esta banda, pero no soy ni mucho menos un sargento de los marines.

 

For the Chosen Few fue grabado en directo en el estudio -aunque sin público. Me imagino que la voluntad era capturar el sonido del directo y dejar de lado las producciones elaboradas, ¿no?

– Exactamente. Creo que era la mejor manera de diferenciarnos también de un montón de bandas que afrontan producciones abigarradísimas y llenas de retoques y edición de audio. Discos que se tardan en grabar meses incluso. No sé cómo no se aburren con tanta edición y tanta ‘mentirijilla’. El espíritu básico de nuestra banda emana probablemente del power pop, de cierta actitud punk y de un sonido crudo, con aristas y muy poco pulido. Yo siempre creí que un disco en directo era la mejor manera de plasmar lo que somos como banda. Las canciones y nada más.

 

¿Cuántas tomas necesitó cada canción?

– Alguna de ellas solo una toma y alguna otra dos, pero se grabó en una tarde de un sábado, en una única sesión de cuatro horas.

 

Da la impresión de que fue una grabación rápida y que la disfrutasteis. ¿Fue así?

– Conozco muy bien ese estudio y estábamos en manos de buenos amigos también. Fuimos un viernes a montar y a probar que todo funcionaba y sonaba como nos gustaba. Una vez que todo quedó listo, nos fuimos a casa. A la tarde siguiente volvimos, tocamos las canciones y le dimos al botón rojo. A la semana siguiente comenzamos a mezclar con mucha calma, una o dos noches por semana entre el productor Savino di Vietro y yo. Ojalá pueda hacer en el futuro grabaciones similares, todos tocando a la vez en una sala grande, viéndonos las caras, como se hacía en la época que más me gusta del rock. Ojalá un día tenga dinero para poder hacerlo alquilando un estudio de estas características una semana completa, lejos de la ciudad, y conviviendo con toda la banda y el resto del equipo humano.

¿Qué condiciones os son necesarias a la hora de grabar para que todo fluya perfectamente?

– Si no hablamos de equipo (y es mejor no hacerlo porque sería complejo), a mí lo que más me gusta es poder trabajar en un espacio acogedor y sin distracciones. Con una infraestructura cómoda ya tienes un buen punto de partida, pero lo más importante de todo es el equipo humano. Si estás con gente que te entiende y comparte cierta visión del proyecto que quieres, de hacia dónde te diriges, es maravilloso, y desaparecen las tensiones que toda grabación acarrea per se.

 

¿Qué es lo que más te motiva a la hora de componer los textos?

– Cualquier cosa me puede servir para hacer un texto para una canción. Tengo siempre muy presente que se trata de música popular, que no hay pretensión de hacer nada que se acerque a la ‘alta cultura’. Como supongo que sabrás, yo vengo del mundo de las artes plásticas. Soy pintor, Licenciado en bellas artes, y he sido profesor universitario durante más de 25 años… Cuando hago canciones no soy ni ejerzo de poeta ni de artista. Ejerzo de un tipo normal, de la calle, que quiere a su chica y a sus amigos, y que tiraría piedras a los cristales de la casa del vecino antipático. Recupero al adolescente casi siempre que hago canciones para The Cassavetes.

 

En vuestro sonido se pueden atisbar ecos de Ramones, Neil Young, The Smithereens, Tom Petty, REM, Dinosaur Jr., Social Distortion… ¿Alguno otro que se nos escapa y sea referencia ineludible?

– Creo que es evidente. En algunas canciones no solo no lo oculto, sino que lo provoco. Una influencia muy importante para mí, aunque no creo que salga muy a la luz en nuestro sonido ni en las canciones en cuanto a estructuras y melodías, la Velvet Underground, Lou Reed y Dylan, aunque ya digo que formalmente esas influencias pueden verse mejor en trabajos que hice antes de montar la banda.

 

Tengo entendido que no tocáis demasiado debido a tus problemas de salud. No sé si quieres y puedes comentarnos algo al respecto o, si no, al menos, de la energía que le invertís en cada uno de esos escasos conciertos.

– En 2014 fui diagnosticado de una patología cardíaca de tipo congénito que me llevó a una operación a corazón abierto. Aquello y sus consecuencias me obligan a tomarme las cosas con cierta calma. Toda mi actividad cotidiana ha cambiado. Me he prejubilado y ya no ejerzo como docente. He dejado de construir guitarras… En fin, que no puedo darme mucha caña a nivel físico, lo que hace que para mí un concierto de una hora y cuarto sea como correr una maratón y las secuelas me llevan a veces hasta tres días para recuperarme del todo. Un concierto lo hago de la única manera que sé hacerlo, que es corriendo todos los riesgos. O me doy por entero, o no hago el concierto. Me gusta correr ese ‘peligro’. Me provee de la sensación de que hacer ese concierto vale la pena. Eso, y que aquí en Canarias el circuito me resulta poco interesante y hay muy pocos sitios donde sea estimulante tocar hacen que solo haga unos cuatro conciertos al año, más o menos.

 

Tu papel activo en la escena musical canaria tiene especial importancia en el diseño de carteles y portadas y haciendo fotografía, dada tu actividad como artista plástico y como profesor de Bellas Artes. ¿Dónde encuentras puntos en común con el mundo de la música?

– En generaciones anteriores a la mía, y de forma muy evidente en este país, era muy habitual que los pintores tuvieran una relación muy próxima con poetas y escritores. Si mis profesores pintaron leyendo a Lorca, yo lo hice escuchando a Lou Reed y a AC/DC.
La primera conexión que me resultó evidente entre lo plástico y el rock fue la obra de Andy Warhol, pero escuchaba rock desde los 70 y dibujaba y pintaba desde muy jovencito también… Con trece años leía a Baudelaire y a Machado, escuchaba a la Velvet y me gustaba la pintura de los expresionistas abstractos, empezando a interesarme el pop art… Para mí un sonido siempre fue una imagen, y desde muy pequeño me iba a los grandes almacenes de Galerías Preciados a mirar portadas de discos. Soñaba con algún día hacer alguna y, mira por dónde, hoy habré publicado más de trescientas portadas de discos, de prácticamente todos los estilos.

 

¿Te enfrentas al proceso compositivo en ambos mundos de la misma manera? Semeja que lo tuyo es crear por pura necesidad sin más.

– Básicamente sí. Es una necesidad. Una ‘secreción’, que diría un amigo y artista. Hay muchas similitudes entre el proceso que se sigue para crear canciones y para hacer pintura. Los conceptos básicos entre uno y otro lenguaje son bastante más próximos que lo que algunos creen, pero no por ello han de ser formalmente equivalentes. Si conocieras mi obra como pintor o escultor, no sé si podrías establecer conexiones formales o estilísticas con lo que hago con The Cassavetes. A mí me da la sensación de que el resultado es estéticamente muy diferente, aun siendo yo mismo en ambas situaciones. Me interesa también la fotografía y hago fotos desde que era un niño. También me gusta escribir y estuve a puntito de dedicarme al periodismo. He escrito algún pequeño y modesto ensayo alrededor de mi relación con la pintura en los 90. Me gustaría hacer alguna cosa más en vídeo y poder profundizar un poco en ciertas cosas que no puedo hacer en el soporte pictórico. Creo que no desecho cualquier disciplina en la que pueda hacer cosas con cierta fluidez. La cocina sí puedo decirte que es algo que no me interesa lo más mínimo (risas).

Tienes tu propio estudio, Sibiyibi (evidente la relación con el CBGB neoyorkino). ¿Qué bandas has grabado allí? ¿Es sobre todo un estudio para grabar tus creaciones? ¿Buscabas un sonido concreto cuando te decidiste a montarlo?

– Hice el Sibiyibi al mudarme a una casa en la que tenía espacio para un estupendo taller y, a la vez, poder tener un pequeño espacio para ensayar y grabar mis propias canciones. Buscaba con ello simplemente la independencia completa, poder abordar uno mismo todas las fases del trabajo que van desde la composición a la publicación de las canciones. Nunca perdí de vista el carácter ‘doméstico’ de lo que estaba montando y nunca se me pasó por la cabeza tampoco convertirme en un ‘técnico de grabación’, aunque sí he grabado a alguna que otra banda, más que nada por amistad o porque no podían permitirse económicamente ir a un estudio ‘profesional’: Birdmania, Trinidad, Fuckin Family Faces, o Bikini Invaders son bandas que han venido a hacer alguna cosa al Sibiyibi, pero no es un estudio de grabación en el sentido profesional o abierto al público. No ofrezco un servicio que puedas contratar, quiero decir.

Da la impresión de que eres un tipo inquieto, crítico y que se cuestiona todo lo que tiene alrededor. Vamos, un punk nada de pacotilla. ¿Resulta complicado desarrollar una actividad profesional así? ¿Se te cierran puertas por ello?

– Me agrada que alguien más entienda que ser punk no significa tener que llevar una cresta de colores o una camiseta de los Eskorbuto y meterse heroína, pero sí: me considero un punk y hasta una vez di una conferencia en la Universidad en la que veía la historia de la música popular de la segunda mitad del S. XX desde esa óptica, destruyendo literalmente todo el rock sinfónico con una oratoria en modo lanzallamas, ja, ja, ja. Supongo que mi vida profesional podría haber sido más cómoda o probablemente pude haber contado siempre con más simpatías si fuera políticamente más correcto, porque puedo asegurarte que algunas puertas de los ‘templos de la cultura canaria’ sí las tengo totalmente cerradas por mis opiniones políticas (que no militantes). Pero también puedo asegurar que esta vida sería también menos interesante y más vacía. Tengo obra en varios museos y colecciones de arte que no están allí por haber aceptado prebendas de ningún cargo político. He obtenido premios y títulos sin tener que agacharme a lamer las botas de nadie.

 

Al mismo tiempo, eso te da la libertad para hacer tu trabajo sin deberte a nada ni a nadie. Es la situación perfecta, aunque pocos lo logran, ¿no? ¿Cómo se consigue?

– Trabajo, trabajo y trabajo. Y al día siguiente, más de lo mismo.

 

Eres un conocido lutier de guitarras. ¿Aprendiste por tu cuenta? ¿De qué trabajo has quedado más satisfecho?

– Bueno, realmente lo que yo hacía era montar guitarras a partir de piezas compradas a modo de kit. Se parece más bien a montar un mueble de Ikea eligiendo módulos que al de un verdadero luthier que construye una guitarra tipo ‘arch top’. He hecho algo más de setenta Telecasters, que siempre ha sido mi modelo preferido, y habré pintado unas cien guitarras. El trabajo de pintura y el envejecido, o hacer réplicas de los modelos de los años 50, era lo que más me gustaba y lo que hacía bastante bien. Mi mayor satisfacción es que dos o tres músicos o coleccionistas de fuera de España apreciaban lo que hacía y me encargaban trabajos, pero tal vez la guitarra de la que estoy más contento es mi ‘Cabronita’, que es una variedad de Telecaster, y una guitarra muy sencilla, que se ha convertido casi en emblema y sello del sonido de The Cassavetes.

 

Da la impresión de que el rock es para ti una actitud vital, de que te enfrentas a todo de la misma manera. Inquieto como eres, supongo que estarás preparando ya nuevos proyectos. ¿Cuáles?

– Yo no estoy quieto salvo cuando duermo. Me acuerdo cuando estaba ingresado en el hospital y pedí que me trajeran una cámara de fotos para poder hacer algo en mis noches de insomnio, ja, ja. Proyectos siempre hay, y lo cierto es que uno va alimentando a otro y van surgiendo casi sin buscarlos. No tengo muchas previsiones ahora mismo, pero se cierra un ciclo con este disco de The Cassavetes y siento la necesidad de hacer ahora algo más elaborado. Si For the Chosen Few fue grabado en cuatro horas, ahora me apetece hacer algo cocinado a fuego lento, con arreglos y coros. Un disco con ‘producción’. Esto simplemente por necesidad de cambiar, de no repetirme. Y, sí, aunque suena a tópico: el rock es una forma de entender las cosas, y no siempre tiene por qué ser el postureo de imitar a las rock stars. Detesto el rock star system, las estrellitas de turno y el stadium rock.

 

¿Compensa en este país hacer la música que haces?

– Yo creo que la compensación es sólo una conclusión de cómo aborde uno las cosas y de qué espere de ellas. Yo me reconozco como un eterno aprendiz y hago las cosas como un alumno aplicado. Prefiero tener el sincero aprecio de unos pocos que son constantes, que la borrachera del aplauso multitudinario que dura solo un rato.

 

¿Y hacerla desde las Islas Canarias?

– Es totalmente falso que Miguel de Unamuno dijera que Fuerteventura era el culo del mundo. Fui yo (risas).

 

Por último, ¿cuál ha sido la mejor anécdota que te ha sucedido en este tiempo en el mundo de la música?

– Te cuento una llena de humor surrealista: una vez firmé un autógrafo a una señora que me confundió, al pie de un escenario, con Antonio Flores. ¡Fue acojonante, porque el hijo de Lola había muerto sólo un par de días antes! Pero abre una botella de buen whisky de malta y te contaré una docena más, si me das conversación y suena el primer disco de Tom Waits.

 

 

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *